La perspectiva del Reino en la pastoral juvenil

Reino Pastoral juvenil

9.00 p m| 22 may 14 (VIDA NUEVA/BV).- El Reino de Dios, categoría fundamental en la predicación de Jesús y eje central de su proyecto, es también un punto clave para comprender su mensaje. La realidad del Reino, por tanto, no es ni puede ser ajena a la Pastoral Juvenil (PJ), empeñada no solo en ayudar a descubrir a los jóvenes la experiencia de Jesús de Nazaret, sino en motivarles al seguimiento y compromiso. Aquí una reflexión a partir de las siguientes cuestiones: La problemática del concepto, Jesús apasionado por el Reino, Pastoral juvenil como opción preferencial y Revaloración de lo Sacramental.

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Cuando hablamos del Reino de Dios, es importante aclarar la terminología que se va a emplear. Es muy fácil que cada uno posea una idea propia de lo que es el Reino de Dios, y cada una totalmente divergente. Aquello no es tan distinto del tiempo de Jesús, ya que sucedía lo mismo: cada uno de los grupos socio-religiosos del siglo I tenía una forma diferente de comprender el Reino. Algo que es ineludible es afirmar que el Reino de Dios es una categoría fundamental en la predicación de Jesús, eje central de su proyecto, punto clave para comprender su mensaje.


Problemática del concepto

En la concepción de mucha de nuestra gente al hablar del Reino de Dios, una de las primeras imágenes que se viene a la mente es la de un reino que está asociado al cielo y, por ello, lejano. Esto se relaciona, muchas veces, a figuras supraterrenas y distantes de la realidad. Reino de Dios, en el ideario de los nuestros, algunas veces resuena a imágenes angélicas, insensibles y disociadas del Proyecto de Jesús.

Es importante decir también que la imagen de Jesús como rey ha tenido diferentes formas de ser comprendida. Riqueza, corte, lujo, manejo arbitrario de la autoridad son elementos propios de ciertos reinados. ¿Es así el Reino de Jesús? Durante siglos, se le ha considerado al Rey eternal como si fuese un rey terrenal.


Jesús un apasionado por el Reino: El Reino de Dios ha llegado (Mc 1,15)

Parte fundamental de la predicación de Jesús es el Reino. Los sinópticos emplean la expresión basileia tou theou. Esta expresión, si bien es conocida en el tiempo de Jesús, es empleada por él con matices diferentes, mostrando así una discontinuidad y una novedad con la forma de presentar su mensaje.

El Reino de Dios no es algo estático que se mantiene idéntico “aunque pasen los años”. El Reino de Dios es dinámico, está en constante movimiento y actividad. Y es que la expresión mlk, de donde es traducido basileia, posee como contenido el ejercer el reinado, es decir, ejercer la realeza; cuando decimos Reino de Dios no decimos sino “el reinado de Dios”.

Las diferentes maneras de ver el reinado de Dios guardan íntima relación con la forma de ver al Mesías esperado. En la esperanza mesiánica convergía el anhelo por una restauración nacional que acabe con el Imperio dominante que tenía al pueblo sometido. El proyecto de Jesús es anunciar apasionadamente un reino donde es Dios quien reina en los corazones y en las vidas de las personas; ello implica un cambio de valores que se evidenciarán en su propia predicación. Por ejemplo:

– Para los fariseos el Reino de Dios implica un cumplimiento escrupuloso de la Ley mosaica y de las tradiciones de los padres.
– Para los saduceos es un reino sacerdotal y cúltico.
– Para los esenios el Reino se imponía a fuerza de moralismo y pureza.
– Para los zelotas, el Reino era una incursión política y de resistencia.

Para estos grupos, la predicación de Jesús implicaba una ruptura en sus distintas concepciones; ruptura que les generaba inestabilidad en su praxis y en su visión de Dios, ruptura que los cuestionaba; ruptura de la que Jesús de Nazaret es consecuente.

El Reino predicado por Jesús, el Dios-con-nosotros, es un regalo de Dios, es decir, es un don gratuito que implica una respuesta de aceptación, libertad y voluntad. A las personas llamadas por Jesús no se les impone una carga que no sea decisión personal que atraviese todas las dimensiones de su vida.

El reinado de Dios implica una universalidad tal que congrega (convoca) a todos y todas, empezando por aquellos que suponían la lejanía de Dios. De ahí que contemplemos a un Jesús que es adorado por pastores, clase marginal en su época, que acoge a cobradores de impuestos, prostitutas. Cada uno de estos grupos implica un estado de marginación, y la praxis de Jesús rompe con el trato “normal” con ellos, la relación íntima con su Abbá -papá en arameo de la época- genera una relación diferente con las personas a su alrededor, por lo que el Reino de Dios es también un nuevo orden social que irrumpe desde una experiencia profundamente religiosa.

No se trata de un Dios marginador, ni de un Dios inmóvil e impasible, sino que se involucra con el ser humano y que está a favor de su causa; en simples palabras, Jesús revela a un Dios que opta por la persona.


Tensión escatológica y proyecto histórico

El Reino de Dios es histórico, esto no nos cabe duda, y el que sea así implica una relación inmanente que no es posible perder de vista. El Reino se realiza entre nosotros. Jesús mismo lo dijo, pero es importante recordar, al mismo tiempo, que este Reino es trascendente. No se trata solo de un mensaje o propósito sociológico o teocrático, sino de una verdadera transformación que atraviesa todo propósito humano, por lo que es metahistórico, va más allá de la historia; y escatológico, es decir, el Reino de Dios es una realidad que se consumará en el futuro.

Ambas dimensiones de una misma realidad no tienen por qué ser contradictorias; de hecho, no lo son. El nuevo documento de la Pastoral Juvenil Latinoamericana, en su primer número, nos recuerda que “caminamos con la mirada y el corazón en el horizonte sí, pero con los pies en la tierra, partiendo de la realidad de la juventud latinoamericana”.

Esto, que implica no solo a los jóvenes sino al cristianismo entero, es recordar que ambas realidades son propósito de nuestra experiencia de fe. No es posible una fe que no motive a transformar la historia, al mismo tiempo que no es posible una fe que no mire más allá de lo que vive.

Nuestra tarea desde el profetismo cristiano es “hacer evidente a Dios donde aparentemente no está” y seguir transformando la realidad desde los criterios evangélicos. Todo esto exige que identifiquemos el Reino como una experiencia que no es solo mirar el más allá, sino más bien prepararlo.

Y ahí radica un elemento más que debemos enfatizar: la colaboración humana. No es que nosotros hagamos el Reino como si de nosotros dependiese, sino que con nuestra praxis cristiana evidenciamos el Proyecto de Dios en la historia que nos involucra a nosotros y nosotras con todo lo que somos, con nuestras limitaciones, con nuestras potencialidades, con nuestras virtudes.


Pastoral Juvenil: una opción preferencial

La Pastoral Juvenil (PJ) es antes que nada, un proceso: mirado desde los agentes de PJ, su misión consiste en acompañar; y, mirado desde los jóvenes, está encaminado al desarrollo personal.

El desarrollo del que se hace mención no es mirado solo desde “un lado” de la persona –eso creo que lo tenemos claro–, sino que lleva implícito el desarrollo integral e integrador, que abarca todas las dimensiones de la persona y las dinamiza hacia su plenitud. En expresión de Pablo VI: “El verdadero desarrollo es aquel que promueve a todo el hombre y a todos los hombres”.

Este desarrollo, que es justo una experiencia del Reino, es hacer presente la experiencia de Jesús de Nazaret, al que no solo ayudamos a ser descubierto por los jóvenes, sino que motivamos el seguimiento y compromiso de estos con él.

La integración de fe y vida es una tensión permanente en el cristianismo de todos los tiempos, en todas las pastorales, en todos los grupos sociales, ya sea dividido por edades, condiciones socioeconómicas, etc. La coherencia es un reto que no se agota con una serie de ritos externos sin relación con la praxis, ni en la actividad constante sin espacio para la interioridad.

De ahí que, teniendo en cuenta el Reino como proyecto histórico-escatológico y tras haber presentado el marco en el que se encuentra la Pastoral Juvenil, me parece importante establecer algunos puntos que desarrollen esta intención sin perder el horizonte de la presentación:

Protagonismo: señor de sí mismo

Una de las tendencias –de las muchas que hay– es entender protagonismo juvenil como presencia activa en las diferentes actividades pastorales. Esto no es erróneo, mas puede ser limitado y ambiguo, debido a que se reduce su protagonismo a tan solo acciones concretas. Por ejemplo, en la parroquia los jóvenes son catequistas, animadores, dirigen las actividades, son responsables de gymkanas en los bingos, se les agrupa en grandes reuniones donde se baila, se canta, se reflexiona, se ora. Como tal, las acciones realizadas y el encargo que se les hace a ellos no es negativo; se convierte en negativo –y hasta cruel– cuando solo existe aquello como propuesta formativa para los jóvenes.

Es importante que sea valorado el protagonismo de los jóvenes desde una dimensión que debe ser vital e ineludible en nuestra propuesta formativa: el protagonismo de su propia vida. Y esto implica acompañar a nuestros y nuestras jóvenes en lo relativo a:

– Asumir su propia vida. El proceso de personalización es parte de la vida de todos y todas. El valor que posee la persona, desde la perspectiva del Reino, tiene que generar en nosotros una actitud permanente que no nos permita ser indiferentes a la vida personal de los jóvenes, sin que eso implique violentarlos de algún modo. El joven debe ser él mismo o ella misma e iniciar un camino hacia sí con lo que es.

– Toma de decisiones. Es importante que generemos suficientes “estructuras de apoyo” para que nuestros jóvenes puedan ejercer el discernimiento como práctica permanente. El Reino es una propuesta y, en esta perspectiva, es también una decisión. La capacidad de decidir emerge como un elemento fundamental en nuestra propuesta formativa.

– Proyecto de vida. La vida es un camino en el que no se nos invita a iniciarlo, porque nacemos sin que se nos pregunte; y del que no sabemos cuándo termina, puesto que acaba sin que nuestra voluntad pueda hacer algo. Este dato de la naturaleza puede afectarnos de tal modo que lo aceptamos o no: unos deciden llevar su existencia a la deriva y otros –esta es la propuesta– establecen líneas de acción que orienten las decisiones personales. La perspectiva del Reino es un modo de ver la vida y orientar las acciones, es una opción fundamental, un existencial que motiva y moviliza a la persona a tomar su vida en serio.

Estos tres elementos propuestos engloban la experiencia humana que promociona a la persona desde su ser persona, teniendo como eje a Jesús, que “manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación”.

Seguimiento: propuesta con procesos

La experiencia de sentirse amados es una experiencia personal y gratuita, es ese el proyecto de Jesús y la propuesta de seguimiento que queremos vivir “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”, nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su primera carta encíclica.

Y es que el seguimiento a Jesús no es una cuestión meramente devocional, ritual ni mucho menos nominal (seguir a Jesús no es un club), sino que es una relación interpersonal y profunda que mueve a la persona a responder.

Si bien el Reino de Dios es gratuito, tampoco se trata de “gracia barata”, sino que hay un nivel de exigencia que brota no de imposición alguna, sino de correspondencia.

El seguimiento de Jesús es un proceso en el que se va caminando paso a paso, y la PJ quiere brindar este espacio. Se trata de un seguimiento que tiene su propio ritmo y su propio nivel de exigencia, proceso que es con otros, en el que existen momentos diferentes de profundización.

No se trata de algo masivo, donde todos hacen lo mismo y lo mismo es para todos, ni de algo intimista que no considera el contexto que se vive y, además, aísla; se trata de ir avanzando y respondiendo de acuerdo al proceso en el que se encuentra.


Compromiso: Revalorización de lo Sacramental

Jesús fue un apasionado del Reino y, por ello, de la persona a la que ama y quiere restituir su dignidad de hijo e hija amados de Dios. La dinámica de la Encarnación por la que el Verbo se hace carne y sangre, por la que se hace historia, por la que se hace niño y joven, por la que se hace pobre, y habitó entre nosotros, rompe aquella tensión existente entre lo sagrado y lo profano; el acto redentor de Jesucristo ha consagrado la realidad entera; al entrar en contacto con el tiempo, el Dios de la historia ha consagrado todo a nuestro alrededor: todo nos grita que Dios está a nuestro favor, en medio de nosotros.

Todo esto tiene una consecuencia en la economía salvífica: toda la realidad es “instrumento de lo sagrado”, toda la realidad es sacramento de Dios. De este modo, Jesucristo, “rostro humano de Dios y rostro divino del hombre”, es el sacramento del Padre; al verlo a Él, vemos al Padre; al entrar en contacto con Él y seguirle, asumimos el proyecto del Padre, el Reino.

Lo sacramental como experiencia vital genera un nuevo modo de aproximarse a la realidad con unas exigencias concretas, que tienen como centro el ideal del Reino: Dios que sale al encuentro de la persona para amarla, dignificarla, santificarla, de modo que en Jesucristo, el hombre nuevo, el ser humano es sacramento también.

Esta sacramentalidad exige de nosotros tomar mayor conciencia de nuestra labor entre los jóvenes, puesto que la Pastoral Juvenil no trataría ni de entretener a los jóvenes para que hagan “cosas” ni ser un paliativo que ocupe sus tiempos, sino que, por un lado, dejamos que ellos nos hablen de Dios desde sus vidas, sin olvidar que ahí está nuestro punto de partida (¡y siendo así nosotros evangelizados!); y, por otro lado, acompañamos para que ellos hagan más visible la civilización del amor, habiendo hecho un proceso donde el otro es un referente de Cristo.


Fuente:

Extracto de pliego “La perspectiva del Reino en la pastoral juvenil. Proyecto histórico y valoración de lo sacramental” de Enrique Vega Dávila (Teólogo laico, agente de Pastoral Juvenil y profesor en el Seminario de Chosica). Publicado en la revista Vida Nueva.

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