Antecedentes ante inminente encuentro entre el Papa y el Patriarca Kirill
8.00 p m| 19 nov 13 (ALETEIA/BV).- El 12 de noviembre, al margen de una conferencia en Roma, el metropolita Hilarion, que preside el Departamento para las Relaciones Eclesiásticas externas del Patriarcado de Moscú, anunció que podría darse pronto un encuentro que se espera hace buen tiempo, entre el Papa y el Patriarca de Moscú y de todas las Rusias. Explicó, que podría tener lugar en un país neutro.
La noticia ha suscitado un gran revuelo y curiosidad, ya que las relaciones entre el Vaticano y la Iglesia ortodoxa rusa han sido siempre delicadas y las tensiones aumentaron después de la caída de la Unión Soviética en 1991 y el fin de las restricciones comunistas a la religión. El Papa Juan Pablo II siempre quiso visitar Rusia, pero el patriarca Alejo II, predecesor de Kirill, siempre dijo que no permitiría la visita hasta que no se resolvieran las disputas entre las dos Iglesias ¿Pero qué es lo que separa a la Santa Sede del Patriarcado de Moscú?
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La historia
En el 330 d.C el emperador Constantino decidió hacer de Constantinopla la “nueva Roma” y convertirla en la capital del Imperio. En el 381, el obispo de la ciudad pretendió un primado de honor justo después del de Roma. Después de que el emperador Teodosio se estableciera en Constantinopla y a su muerte el Imperio se dividiera en Imperio de Occidente e Imperio de Oriente aumentaron las pretensiones del obispo de Constantinopla, que en el Concilio de Calcedonia del 451 obtuvo la confirmación de su puesto de honor y una jurisdicción efectiva en varias diócesis, decisión adoptada después de la salida de los legados romanos y nunca reconocida por el Papado.
En Constantinopla se desarrolló poco a poco la convicción de que el obispo de la ciudad debería tener sobre el Patriarcado una autoridad absoluta, aunque se debería haber reconocido, a nivel honorífico, inferior al del obispo de Roma, que tenía una autoridad absoluta en los territorios de Occidente. Otros factores jugaron a favor de la separación, como la diversidad cultural latina respecto a la greco-oriental, la mentalidad teológica distinta y la política de los emperadores de Oriente, que no veían con buen ojo que la Iglesia de su Imperio dependiese de una autoridad extranjera y apoyaban y fundamentaban las pretensiones de varios patriarcas.
Después de un breve cisma entre 863 y 867 llevado a cabo por el patriarca de Constantinopla Fozio, el cisma definitivo se dio en 1054 con el patriarca Miguel Cerulario, que no rompió las relaciones con Roma, porque de hecho ya no existían, pero hizo fracasar todo intento de retomarlos y volvió abrir la polémica contra los ritos y los usos latinos comenzada por Fozio.
Las diferencias entre la Iglesia católica y la ortodoxa son numerosas, pero uno de los motivos principales de desacuerdo es el hecho de que los ortodoxos no reconocen el primado de jurisdicción del Papa sobre todos los cristianos. Entre las dos Iglesias falta, por tanto, la comunión, lo que impide a sus sacerdotes administrar la misma Eucaristía. En Rusia los católicos son menos del 1% de la población.
Hasta el siglo pasado no se han realizado encuentros entre los líderes de la Iglesia católica y la ortodoxa. El primer encuentro de un Pontífice con un Patriarca ortodoxo se dio en 1964, cuando Pablo VI se reunión con el patriarca de Constantinopla Atenagora. En aquella ocasión se retractaron de los anatemas que se habían lanzado las respectivas Iglesias en 1054. Seguidamente se realizaron contactos con otros patriarcas ortodoxos, pero no ha habido nunca un encuentro entre un Papa y el patriarca de Moscú y de todas las Rusias. El Patriarca de Moscú representa a la más grande y numerosas de en entre las iglesias autocéfalas ortodoxas del mundo, con casi 150 millones de fieles.
A comienzos del III milenio las relaciones entre los católicos y los ortodoxos de Rusia eran todavía más difíciles. En 2002 el Vaticano transformó las administraciones apostólicas en diócesis, suscitando las protestas oficiales de la Iglesia ortodoxa rusa y una serie de manifestaciones anticatólicas, tras las que un obispo y cuatro sacerdotes católicos fueron expulsados del país.
Proselitismo
Uno de los problemas existentes entre la Iglesia católica y el Patriarcado ortodoxo ruso es la acusación de proselitismo dirigida por parte de la Iglesia ortodoxa rusa a la católica, que usaría actividades caritativas como instalaciones para los niños con el fin de difundir la fe católica entre los ortodoxos.
“Haciendo cuestión de honor no predicar la Buena Noticia allí donde el nombre de Cristo ya había sido invocado, para no edificar sobre un fundamento puesto por otros”, escribía san Pablo en la Carta a los Romanos (Rm 15, 20). Rusia es un país de larga tradición cristiana, y la aplicación de las palabras del Apóstol de los Gentiles bloquean casi cualquier enfoque proselitista.
La acusación de querer hacer proselitismo entre los fieles ortodoxos es por tanto infundada, como destacó hace años el entonces arzobispo de Moscú, monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, sustituido hoy en el cargo por monseñor Paolo Pezzi. “No queremos invadir el territorio de nadie, no queremos robar fieles a nadie. Afirmamos sin embargo con fuerza el principio de que todo hombre tiene derecho a elegir su propia fe. Por otra parte, si el Patriarcado de Moscú puede tener sus parroquias en Italia y en otros países de Europa, parroquias en las que prestan servicios sacerdotes que en muchos casos no hablan casi el ruso, ¿por qué la Iglesia católica no debería tener el derecho de existir y actuar en Rusia?” afirmaba monseñor Kondrusiewicz.
El patriarca de la época, Alejo II, era muy explícito sobre esta cuestión. “Los documentos sobre el proselitismo católico, en su núcleo fundamental, son el resultado de una investigación escrupulosa y objetiva de la situación real”, sostenía. Según su punto de vista “los verdaderos objetivos del clero católico en Rusia” eran los de “ampliar lo más posible el ‘radio’ de la propaganda en la población del país, que tiene una antigua tradición cristiana y convertirla a su propia fe”.
La Iglesia Ucraniana
Otro factor de desacuerdo es la situación de la Iglesia greco-católica ucraniana, Iglesia de rito oriental y lengua litúrgica ucraniana que mantiene la comunión con la Iglesia de Roma. Es el llamado “uniatismo”, son las Iglesias de rito oriental que han aceptado volver a la plena comunión con la católica romana manteniendo los propios ritos, cultos y tradiciones y una amplia autonomía eclesiástica.
El uniatismo ha sido motivo de polémica entre la ortodoxia y es el catolicismo: para los ortodoxos las Iglesias “uniatas” son un instrumento del proselitismo latino, para los católicos son un justo reconocimiento del papel universal que el obispo de Roma tiene en la Iglesia por voluntad divina.
Después de la II Guerra Mundial la cuestión del uniatismo parecía dormida, sobre todo porque las Iglesias greco-católicas se encontraban principalmente en países con regímenes comunistas, las estructuras habían sido suprimidas por ley y las comunidades, las estructuras y el clero habían sido incorporadas, a la fuerza, a las Iglesias ortodoxas. Con la caída de los regímenes del socialismo real estas Iglesias recuperaron la visibilidad, reivindicando el derecho a existir públicamente y reclamado la restitución de las iglesias y de todos sus bienes.
También en este tema el patriarca Alejo II fue muy duro: “el conflicto entre ortodoxos y greco-católicos en Ucrania está lejos de una solución positiva. No ha sido normalizada la postura de las diócesis ortodoxas de Ucrania Occidental, donde a nuestros fieles se le niega la posibilidad de rezar en sus propias iglesias y donde las injurias y las persecuciones por la sola pertenencia a la ortodoxia son manifestaciones habituales”. En los últimos tiempos [las declaraciones se remontan al 2002] se han constituido nuevas diócesis católicas en la regiones al este y al sur de Ucrania, donde la mayoría de la población es, por una tradición secular, fiel al Patriarcado de Moscú. Está claro que este tipo de iniciativas, tomadas por Roma, por decisión unilateral, llevan solo al enfriamiento de las relaciones”.
Perspectiva
La apertura a un encuentro entre el Papa Francisco y el Patriarca Kirill hace concebir esperanzas de una mejora de la situación entre las Iglesias a las que representan, que ya ha experimentado una gran mejoría gracias al esfuerzo de Benedicto XVI.
En realidad, también Kirill fue, en el pasado, muy crítico con respecto a la Iglesia católica, sobre todo con el tema del proselitismo, pero cuando inauguró el Concilio de los obispos de la Iglesia ortodoxa rusa, el pasado 2 de febrero, habló de una tendencia positiva, en las relaciones entre su Iglesia y la Iglesia católica en los últimos tiempos, por el “claro reconocimiento de la necesidad de unir fuerzas en defensa de los valores tradicionales cristiano y contrarrestar algunas amenazas de la modernidad, como la secularización agresiva, que amenaza las bases morales de la vida social y privada, la crisis de los valores de la familia y la persecución y discriminación de los cristianos en el mundo”.
También Francisco, en la entrevista que concedió a las revistas jesuitas hace un par de meses, se refirió de forma positiva respecto a los hermanos ortodoxos, elogiando rasgos en la gobernabilidad de su institución: “Debemos caminar juntos: la gente, los obispos y el Papa. Hay que vivir la sinodalidad a varios niveles. Quizá es tiempo de cambiar la metodología del sínodo, porque la actual me parece estática. Eso podrá llegar a tener valor ecuménico, especialmente con nuestros hermanos ortodoxos. De ellos podemos aprender mucho sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre la tradición de sinodalidad”.
Según monseñor Pezzi, en el futuro sería posible la unidad de las dos Iglesias “si los ortodoxos reconociesen el primado del Papa de Roma”.
Fuente: ALETEIA