Sobre la caridad, nueva ética y antropología cristiana
Benedicto XVI ha recibido esta mañana a los participantes en la asamblea plenaria del Pontificio Consejo “Cor Unum” -cuyo presidente es el cardenal Robert Sarah- y que este año ha estado dedicada al tema “Caridad, nueva ética y antropología cristiana”. Reproducimos a continuación amplios extractos del discurso pronunciado por el Papa:
“Todo el ‘ethos’ cristiano recibe su significado de la fe como ‘encuentro’ con el amor de Cristo, que ofrece un nuevo horizonte y una orientación decisiva para la vida (…) La adhesión al Evangelio imprime a la caridad su forma típicamente cristiana y constituye el principio de discernimiento. El cristiano, especialmente el que trabaja en los organismos de caridad, debe orientarse por los principios de la fe, por la cual nos adherimos al ‘punto de vista de Dios’ a su proyecto para nosotros. Esta nueva visión del mundo y de la humanidad que ofrece la fe también proporciona el criterio correcto para evaluar las expresiones de caridad, en el contexto actual”.
“En todas las épocas, cuando el hombre no ha buscado ese proyecto, ha sido víctima de tentaciones culturales que han acabado por esclavizarlo. En los últimos siglos, las ideologías que rendían culto a la nación, a la raza, a la clase social han resultado ser idolatrías, propias y verdaderas. Lo mismo se puede decir del capitalismo salvaje con su culto del lucro, que se ha traducido en crisis, desigualdad y pobreza. En el día de hoy se condivide, cada vez más, un sentimiento común acerca de la dignidad inalienable de todo ser humano y de la responsabilidad, interdependiente y recíproca hacia el. Todo ello redunda en beneficio de la verdadera civilización, la civilización del amor. Por otra parte, por desgracia, sobre nuestro tiempo también se abaten sombras que oscurecen el plan de Dios. Me refiero, sobre todo, a una trágica reducción antropológica que replantea el antiguo materialismo hedonista, al que se suma, además, un “prometeísmo tecnológico”, de la unión entre una visión materialista del hombre y el gran desarrollo de la tecnología emerge una antropología de fondo ateo. Presupone que el hombre se reduce a funciones autónomas, la mente al cerebro, la historia humana a un destino de auto-realización. Todo ello prescindiendo de Dios, de la dimensión propiamente espiritual y del horizonte ultraterrenal. En la perspectiva de un hombre privado de su alma y por lo tanto de una relación personal con el Creador, lo que es técnicamente posible se convierte en moralmente lícito, todo experimento es aceptable, cualquier política demográfica consentida y cualquier manipulación legitimada. La amenaza más peligrosa de esta corriente de pensamiento es, de hecho, la absolutización del hombre: el hombre quiere ser “ab-solutus”, liberado de toda atadura y de cualquier constitución natural”.
“La fe y el sano discernimiento cristiano nos llevan, por tanto, a prestar una atención prófética a esta problemática ética y a la mentalidad subyacente. La justa colaboración con las instancias internacionales en el ámbito del desarrollo y la promoción humana, no deben hacer que cerremos los ojos frente a estas graves ideologías y los pastores de la Iglesia(…) tienen el deber de advertir de estos desvíos tanto a los fieles católicos como a todas las personas de buena voluntad y de recta razón. Se trata, de hecho, de una deriva negativa para el hombre, aunque se disfrace de buenos sentimientos en nombre de un supuesto progreso, o de presuntos derechos o de presunto humanismo. Frente a esta reducción antropológica: ¿Cual es la tarea de todos los cristianos, y especialmente de quienes se dedican a las actividades de caridad, y por tanto están estrechamente relacionado con muchos otros actores sociales? Ciertamente tenemos que ejercer una vigilancia crítica y, a veces, recusar financiamientos y colaboraciones que, directa o indirectamente, favorezcan acciones o proyectos en contraste con la antropología cristiana. Pero, de manera positiva, la Iglesia siempre está comprometida con la promoción del hombre según el designio de Dios, en toda su dignidad, de conformidad con su doble dimensión vertical y horizontal. A ello tiende también la acción también de los organismos eclesiales”.
“La visión cristiana del hombre es, efectivamente, un gran sí a la dignidad de la persona llamada a la comunión íntima con Dios, una comunión filial, humilde y confiada. El ser humano no es ni un individuo separado ni un elemento anónimo en la comunidad, sino una persona singular e irrepetible, intrínsecamente ordenada a la relación y la socialización. Por lo tanto, la Iglesia reafirma su gran sí a la dignidad y la belleza del matrimonio como una expresión de la alianza fiel y fructífera entre el hombre y la mujer, y su no a filosofías como la de género, está motivada por el hecho de que la reciprocidad entre hombres y mujeres es una expresión de belleza natural del Creador”.
“Frente a estos desafíos decisivos, sabemos que la respuesta es el encuentro con Cristo. En él, el hombre pueda realizar plenamente su bien personal y el bien común”.
Artículo publicado en la web del Vatican Information Service.