Dios tiene un designio benevolente para la humanidad
Este “designio benevolente”, explicó Benedicto XVI, “no se ha quedado, en el silencio de Dios, en las alturas de su cielo: nos lo ha dado a conocer entrando en relación con el ser humano, al cual no ha revelado algo, sino a sí mismo. No ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, se ha comunicado a sí mismo, hasta llegar a ser uno de nosotros, a encarnarse“.
¿Cuál es el objetivo final de este plan misterioso? Es el de “recapitular en Cristo todas las cosas y esto significa que en el gran designio de la creación y de la historia, Cristo se alza como el centro del camino del mundo, como la columna vertebral de todo, que atrae hacia sí toda la realidad para superar la dispersión y el límite y conducirla a la plenitud querida por Dios”.
Pero este “designio benevolente”, ha explicado Benedicto XVI, “no se ha quedado, por decirlo de alguna forma, en el silencio de Dios, en las alturas de su cielo: nos lo ha dado a conocer entrando en relación con el ser humano, al cual no ha revelado algo, sino a sí mismo. No ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, se ha comunicado a sí mismo, hasta llegar a ser uno de nosotros, a encarnarse (…) Esta comunión en Cristo, por el Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se superpone a nuestra humanidad, sino el cumplimiento de los más profundos anhelos humanos, de ese deseo de infinito y de plenitud que habita en las profundidades del ser humano, y lo abre a una felicidad que no es temporal ni limitada, sino eterna”.
En esta perspectiva “el acto de fe es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios que se da a conocer, que manifiesta su ‘designio benevolente’ para la humanidad. Es dejarse aferrar por la Verdad que es Dios, una verdad que es amor. Todo esto conduce a (…) una ‘conversión’, a un cambio de mentalidad, porque el Dios que se ha revelado en Cristo y nos ha dado a conocer su designio, nos aferra, nos atrae hacia Él, se convierte en el sentido que sostiene nuestra existencia, en la roca en la que ésta encuentra estabilidad”.
El Santo Padre ha concluido recordando que el Adviento “nos pone frente ante al misterio luminoso de la venida del Hijo de Dios; frente al gran ‘designio benevolente’ con el que quiere atraernos a Sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y paz con El y nos invita una vez más, en medio de tantas dificultades, a renovar la certeza de que Dios está presente, de que ha entrado en el mundo, haciéndose hombre como nosotros, para llevar a la plenitud su designio de amor. Y Dios nos pide que también nosotros seamos una señal de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor quiere, siempre de nuevo (…) que su luz resplandezca en nuestra noche”.
Artículo publicado en el Vatican Information Service.
El amor misericordioso de Dios es tan respetuoso de la libertad del ser humano, que hace que su grandiosa creación no nos apabulle ni nos aplaste.
Desgraciadamente, más caso le hacemos al rampante periodismo y a la bocinglera publicidad que a la majestuosa y silente belleza de la creación de Dios.
Y el amor de Dios hecho hombre, lo ocultamos con los afanes navideños. ¿hasta cuando Señor?