Emili Turú: “Las escuelas católicas serán el único contacto de muchos niños con la Iglesia”
– En los países más secularizados, para muchos niños y jóvenes la escuela va a ser su único contacto con la Iglesia. En muchos casos, la familia no lo va a ser y la sociedad no lo va a facilitar, por lo que la clave está en la escuela. Supone un privilegio y una responsabilidad acerca de la imagen de Iglesia y el tipo de evangelización que estamos ofreciendo.
Nuestras aspiraciones son discretas, pues no podemos suplir a la familia, pero somos conscientes de que suponemos el único contacto con la Iglesia. Si este contacto es positivo, el recuerdo va a permanecer. Puede abrir posibles relaciones posteriores con la Iglesia en movimientos juveniles o en las parroquias. La estrategia que se está desarrollando favorece, primero, la educación para la interioridad. No partimos de una sociedad cristianizada donde lo que se dice es conocido. Damos por supuesto un conocimiento que ya no existe. La apertura a la trascendencia debe ser un primer paso imprescindible, sobre todo en una sociedad en la que el riesgo de superficialidad es permanente.
– ¿Hay interés en los jóvenes por el mensaje cristiano que les proponen?
– Hay en todo el mundo sed de espiritualidad, aunque tal vez no de religión. Cuando estuve en la JMJ, pregunté a los jóvenes sobre lo que les había impactado más, y todos decían que fue el momento de silencio en la Adoración. Esto confirma esta sed. Tal vez no se acuerdan de lo que dijo el Papa, pero de aquel momento se acordarán toda la vida. Hay una búsqueda de profundidad.
El valor de los no ordenados
– ¿Considera que la jerarquía eclesiástica valora lo suficiente a los religiosos que optan por no ser sacerdotes?
– Hay que destacar la importancia de ser hermano hoy en la Iglesia. Es una vocación peculiar no suficientemente reconocida ni valorada. La Vida Religiosa (VR) laical es el 86% de la VR total. Un 80% son religiosas y el 6% restante, hermanos; los otros son religiosos clérigos. A los religiosos hermanos se nos ve como una rareza, como incompletos, porque parece que el culmen de la VR debe ser la ordenación sacerdotal. La Vida Consagrada nació laical, los fundadores se resistieron a ser ordenados. Lo que al principio fue una excepción, que era ser sacerdote, ahora es la mayoría. En medio del fuerte clericalismo de la Iglesia, se nos mira de forma extraña; no se entiende, incluso entre algunos en la Curia, que no nos hayamos ordenado.
Nosotros entendemos que tenemos nuestra propia misión en la Iglesia y que va incluso más allá de lo que hacemos, muchas veces se nos identifica por el trabajo que hacemos. Ser hermano es una vocación propia que tiene todo el sentido en la Iglesia y que es una forma de vida místico-profética, con mucha libertad frente a la institución eclesial. Nosotros hacemos los votos ante Dios, a diferencia del sacerdote, que promete obediencia al obispo y se vincula a la institución. Tenemos un margen de libertad y creatividad que se debe preservar y reconocer.
Para nosotros es esencial la vida comunitaria. Es hermosísimo ir por el mundo y que te llamen “hermano”, te pone en una relación horizontal de fraternidad. El aspecto de ser hermanos en esta Iglesia tan clerical es profético, tanto en la Iglesia como en la sociedad. No optamos por un estatus, sino por la fraternidad horizontal. En nuestro caso, además, es siguiendo el estilo de María. Los primeros maristas nacen para renovar la Iglesia, pretenden una Iglesia de rostro mariano. Hoy queremos promover una Iglesia de comunidades abiertas con un protagonismo laical.
– ¿Por qué cada vez hay más religiosos que quieren, además, ser sacerdotes?
– Se ha identificado la VR con ser al mismo tiempo presbítero. Hay superiores generales preocupados por esto. Hay congregaciones que nacieron laicales, como las franciscanas, que hoy son clericales en su mayoría. Hay una parroquialización de la VR, muchos religiosos sacerdotes se han convertido en párrocos. Así, la vida comunitaria no es significativa, ni los votos, en el contexto de la VR, tienen mucho sentido. Tiene que haber un mayor reconocimiento eclesial de los hermanos. Pese a que el propio Papa habla de su valor, y también Juan Pablo II lo dijo, en la práctica no son suficientemente conocidos. En los seminarios dudo que se sepa lo que es la VR laical. Algunos obispos, en algunos países de misión, no entienden que no nos ordenemos.
– ¿A ustedes por qué les buscan los jóvenes que deciden entrar en la congregación Marista?
– Porque el signo de la fraternidad les resulta más significativo que la ordenación ministerial.
– Antes de los años 60, los maristas eran unos 9.000 hermanos. Hoy, unos 3.500. ¿Cómo lo afronta?
– La congregación está muriendo en algunas partes del mundo y va a desaparecer, y en otras zonas se está desarrollando; en África tenemos más de 100 jóvenes en formación. La realidad varía según las regiones. Yo veo la situación con esperanza. Hay un ciclo descendente que va a llegar a estabilizarse. Después de estos 50 años de Vaticano II se ha vivido una crisis muy fuerte, y aún estamos una oscuridad en la que no sabemos qué tipo de VR está naciendo. Hay, sin embargo, intuiciones y se va avanzando. Hay regiones en las que teníamos que tocar fondo para renacer.
¿En qué regiones pueden desaparecer?
– En algunas áreas de Europa, como la zona norte. En otras áreas estamos descendiendo, pero no se sabe qué va a pasar en los próximos años. No hay que ser profetas de calamidades. El mayor descenso coincide con los países más secularizados e industrializados.
– ¿Qué se hace en esta situación con las obras del Instituto, como los colegios?
– Ahora está ocurriendo lo que, desgraciadamente, no sucedió en el pasado. Hemos entendido que la misión es conjunta entre hermanos y laicos. En el pasado, cuando no había suficientes hermanos, la escuela se cerraba o se pasaba a una diócesis o al Estado. Hoy entendemos que, aunque no hubiera esta reducción de hermanos, se pueden gestionar estas situaciones de manera distinta.
Hay países, como España, donde gestionamos los colegios con estructuras independientes a las comunidades de hermanos. En estas estructuras, hermanos y laicos compartimos la máxima responsabilidad hasta los últimos niveles. Si un día ahí no hubiera un hermano, se podría continuar con una conexión al Instituto y fidelidad al carisma y a la identidad. Esa es la tendencia en muchas partes del mundo.
– ¿Cómo se decidió usted a tener presencia en las redes sociales de Internet?
– Hay que estar porque, sobre todo en nuestro caso, los niños y los jóvenes están ahí. Me doy cuenta de que, en mi papel como superior general, lo que digo o hago tiene un eco especial (en Twitter: @etfms). Por otro lado, siento la urgencia de que haya una educación para usar Internet. Abre un campo de posibilidades maravillosas, pero también hay unos agujeros negros que pueden suponer infinitas pérdidas de tiempo, superficialidad e incluso peligros, como la pornografía o la pedopornografía.
Imagen: Emili Turú