Austria pide reformas al Vaticano

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4.00 p m| LONDRES 08 set. 11 (THE TABLET/BV).- Alrededor de 300 párrocos católicos austríacos de los 2.000 de ese país, están exigiendo diversas reformas al Vaticano, como permitir el sacerdocio a las mujeres y a los hombres casados. El Vaticano, ya nombró a un representante para que calme las aguas, el cardenal Christoph Schönborn de Viena, uno de los líderes de la Iglesia europea.
La revista inglesa The Tablet, en su artículo “Austria’s moment of truth“, toma como punto de partida el entusiasmo y la alegría que se vivó en la JMJ de Madrid para explicar el ánimo en donde transcurren estos pedidos de reformas.

Los que asistieron a las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid parecen haber encontrado un mensaje verdaderamente inspirador. Fue un verdadero encuentro con el Señor resucitado que se manifiesta a través de su Iglesia, bajo el liderazgo del Papa Benedicto XVI. Si los problemas que enfrenta la Iglesia en todo el mundo pueden ser abordados en este espíritu, entonces, ciertamente, hay esperanza. Esto se aplica particularmente a la crisis actual en la Iglesia austríaca, ya que si no se maneja con delicadeza podría convertirse en un cisma catastrófico y extenderse rápidamente. Es una suerte que el hombre con la responsabilidad de apaciguarla, sea el cardenal Christoph Schönborn de Viena, uno de los líderes más capaces de la Iglesia, y que inevitablemente es visto como un posible sucesor de Benedicto XVI.

La razón que el movimiento de protesta -llamada “Iniciativa de los sacerdotes de Austria”- sea tan fuerte, es precisamente a causa de la verdad de muchas cosas que se están diciendo. Los sacerdotes están llamando la atención de la amplia y creciente desconexión entre las normas de la enseñanza oficial de la Iglesia Católica y la vida cotidiana adoptada por muchos de los clérigos y laicos. Las cuestiones planteadas incluyen control de la natalidad, la Santa Comunión para los divorciados que volvieron a casarse, el celibato sacerdotal y el tratamiento a los homosexuales. Esta distancia entre teoría y práctica es innegable, desde cualquier punto de vista que se vea. Para algunos, los compromisos desordenados de la práctica pastoral, se han estirado hasta el punto de ruptura.

Están en lo cierto cuando dicen que los católicos, y no sólo en Austria, son una Iglesia integra, sin hipocresía, sin doble lenguaje o negación patológica. Que es seguramente lo que también estaban buscando los jóvenes católicos que estuvieron en Madrid, y no una Iglesia que se hace de la vista gorda, viendo sólo lo que es conveniente ver, y que no está en buena forma.

El peligro inmediato para el cardenal Schönborn, por lo tanto, es que los esfuerzos para suprimir la iniciativa de los sacerdotes simplemente pidiendo disciplina, lo pondría en el lado equivocado haciéndolo defensor de lo indefendible. Por otro lado, los líderes de la iniciativa de los sacerdotes deben tener cuidado de no colocar a su cardenal –que en muchos aspectos es su amigo- en una posición incomoda. Cualquier exaltación en busca de un enfrentamiento rápido debería tomarse con calma. Roma no fue construido en un día, y la historia de la Iglesia muestra repetidamente que las ideas rechazadas por una generación pueden convertirse en la ortodoxia de la siguiente. Lo que falta en este momento es evidencia de que la Iglesia es capaz de seguir adelante, en medio de demasiados signos que indican que prefiere ir hacia atrás.

Mons. Egon Kapellari de Graz instó a los sacerdotes a ser pacientes, ya que los temas propuestos son “tareas que tenemos por delante y que tenemos que dominar en el largo plazo”. Nadie está mejor situado que el cardenal Schönborn para encontrar formas de superar el actual problema, que se ha convertido en una amenaza para la unidad de la Iglesia.

El pragmatismo pastoral y la ceguera nelsoniana pueden haber servido por algún tiempo, pero la siguiente generación quiere algo mejor, algo más honesto. No es justo que se les deje sin otra opción que dejar a la Iglesia en la indiferencia o en la desesperación, o de optar por un tradicionalismo peculiar y exigente. Eso no es lo que los jóvenes de Madrid buscan.

Imagen: Cardenal Christoph Schönborn

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