El Egipto que no conocí
Aquella experiencia de no comprensión con la que partí de Egipto me viene hoy a la memoria. Ahora que, sorteando los esquemas que aún conservo sobre el mundo árabe o sobre el Islam, no puedo sino asombrarme del espíritu que ha guiado estos días a los jóvenes concentrados en la plaza Tahrir. Digo asombro porque aun habiendo estado allá no imaginé que esta revolución pudiese advenir de un pueblo que parecía sumido en la resignación. No pensé que fuese posible, ni siquiera porque aparte de visitar los restos de Ramsés, mi amigo tuvo a bien llevarme por los basurales donde miles de egipcios se juegan la dignidad y la vida. Con ese idealismo con el que algunos latinoamericanos nos expresamos a veces, comentaba: “lo bueno es que es un pueblo que tiene vida”. Y ciertamente lo era, pero las cosas debían cambiar y era yo quien no podía imaginar cómo los egipcios lo podían lograr.
Creo que ante el misterioso funcionamiento de la sociedad egipcia, lo que yo suponía en el fondo era que la situación no iba a cambiar sin atravesar los caminos recorridos por Occidente. Como si las aspiraciones comunes se valieran siempre de un mismo accionar. No parece haber sido así. Por ejemplo, ¿acaso Egipto ha tenido que pasar por una secularización “a la occidental” para cristalizar su aspiración a la libertad? Es cosa más bien sorprendente que musulmanes y cristianos hayan contribuido de manera conjunta a la causa de un país digno y democrático sin silenciar sus identidades religiosas. ¿Cómo comprender entonces este gesto del pueblo egipcio desde su propia singularidad? A la vez ¿cómo nombrar ese espíritu humano de libertad y de dignidad que en ocasiones como ésta parece dar testimonio de universalidad?
En suma, creo que gracias a Dios no solo Él es un misterio para el hombre, también la humanidad es un misterio para sÍ misma. Luego de la caída del régimen de Mubarak, mi experiencia con el pueblo egipcio me hace pensar que solo luego del reconocimiento del misterio que es el otro, y del asombro que sus acciones nos pueden producir, podemos esperar un verdadero reconocimiento de nuestras aspiraciones comunes.”
Imagen: (Getty) Egipcios regresan con sus pertenencias a Salloum, frontera con Libia.