La población cristiana en Medio Oriente.
Junto a los provenientes de India, ellos constituyen efectivamente la mitad de los casi 30 mil inmigrantes en la isla, 60 mil si se incluyen a los clandestinos. Un buen número de ellos son católicos. Llenan las pequeñas iglesias. Bautizan a sus hijos. Son el rostro nuevo y menos conocido de la presencia de la Iglesia, no sólo en Chipre sino en otras áreas de Tierra Santa y de Medio Oriente. Una vez llegados a Turquía, los inmigrantes desembarcan sin dificultad en el norte de la isla ocupada por los turcos. De allí pasan fácilmente la línea limítrofe, hacia la república greco-chipriota, que para muchos de ellos constituye una etapa hacia otros países de Europa.
Al extender la mirada hacia toda el área, sucede que mientras el Papa convoca a un sínodo y lanza vibrantes exhortaciones para que los cristianos de Medio Oriente – hijos de las antiguas Iglesias del área situada entre el Mediterráneo y el Golfo Pérsico – no abandonen sus tierras presionados por un Islam hostil.
Esta oleada migratoria es tan fuerte que con frecuencia los nuevos arribados sobrepasan numéricamente a los cristianos del lugar. Turquía es un caso aparte, pero también ilustrativo. Allí, en el último siglo, la presencia cristiana ha sido casi aniquilada. Para asegurar la supervivencia de las pequeñísimas comunidades católicos hay sacerdotes y obispos provenientes en su mayoría de otros países, en particular de Italia. El obispo de Esmirna y de Anatolia, Ruggero Franceschini, ha invocado que sacerdotes y voluntarios italianos vayan en “misión” hacia Turquía, a fin de mantener viva la presencia católica en este país.
Lo que más impacta en relación al fenómeno de la nueva inmigración cristiana en Medio Oriente, es que se concentra en los países del Golfo y en Arabia Saudita, donde los católicos ya son más de 2 millones y donde justamente el Islam ha tenido su nacimiento.
Imagen: (AP photo) Benedicto a la salida de la misa realizada en Nicosia.