El Sudeste Asiático en el X Congreso Internacional de Etnohistoria: ¿Es la etnohistoria exclusivamente andina?
El pasado mes de septiembre participé en el X Congreso Internacional de Etnohistoria, evento académico al que había sido gentilmente invitado junto con otros investigadores del Sudeste Asiático por una de las organizadoras, Mercedes Prieto de FLACSO. La invitación fue para mí una agradable sorpresa, ya que mi experiencia en el Perú había sido que la etnohistoria prácticamente era tratado como un sinónimo de “historia andina”. Mientras que en otros cursos, como Historia social o Historia económica, se buscaba tratar temáticas de muchas partes del mundo (cierto es, con un muy fuerte énfasis en el mundo euroamericano), aquello relacionado a la etnohistoria siempre se caracterizó por enfocarse de manera exclusiva en los Andes. Es cierto que leíamos a grandes etnohistoriadores europeos, estadounidenses o japoneses, y que ocasionalmente hacían referencia a casos fuera de los Andes, pero el contenido mismo siempre se relacionaba a lo andino, entendido en su sentido más amplio. Tras mi participación en el evento me he quedado con la impresión de que si bien sigue existiendo una pugna entre los etnohistoriadores participantes respecto de cuál debe ser el enfoque de la disciplina–los comentarios en los pasillos de FLACSO indican que habría una facción conservadora tradicional que buscaría mantener el enfoque en los Andes, mientras que otra facción renovadora impulsaría que la etnohistoria entre en diálogo con otras regiones–la resistencia de aquella terminará por ceder ante los que buscan abrir el diálogo con otras regiones.
Hay motivos para ser optimistas respecto de esta apertura en la etnohistoria. Si bien es cierto que la temática andina dominó el Congreso, hubo una buena cantidad de paneles que incluyeron temáticas de otras partes, principalmente la Amazonía y Mesoamérica. Por supuesto, es perfectamente posible que estas regiones ya hayan sido incorporadas desde hace tiempo al horizonte geográfico mainstream de la etnohistoria sudamericana. Pero la señal más clara del avance de una mirada progresista en la etnohistoria, sin embargo, fue la inclusión de una conferencia magistral (entre cuatro) que trataba también de las Filipinas: Del Códice Sahagún al Códice Boxer: oportunidades y retos de la etnohistoria transpacífica temprana moderna de Ricardo Padrón, de la University of Virginia. El Códice Boxer es un muy importante manuscrito colonial español de Filipinas, conocido sobre todo por las muy detalladas ilustraciones a color en las que se representa a los diversos pueblos del archipiélago. El tener a un especialista de las Filipinas entre los conferencistas magistrales de un congreso de etnohistoria en Sudamérica es una excelente señal de que nuestro medio académico está madurando, dejando atrás el aislacionismo para pasar a interactuar en pie de igualdad con el resto del mundo.
Por supuesto, el panel en el que participé–titulado No ser (o ver) como el Estado: grupeidad y resistencias cotidianas el sureste asiático–fue en comparación una contribución mucho más modesta a esta evolución. Fue apenas uno entre más de cien paneles, y si bien los asistentes nos dieron comentarios muy útiles e interesantes–por los que estoy muy agradecido–estaría faltando a la verdad si dijera que la asistencia fue nutrida. Tuvimos dos ponencias sobre Tailandia: Meixi Ng vio las maneras en que las identidades étnicas indígenas se entrelazan con políticas y proyectos educativos, mientras que Gioconda Coello se enfocó en las contraconductas para hacer realidad un budismo socialmente comprometido. Por su parte, Matt Galway habló sobre la historia de la identidad étnica cham en la actual Vietnam meridional desde antes de su conquista por los Viet hasta la actualidad; y yo traté de las diferentes maneras en que dos princesas musulmanas filipinas se apropiaron de discursos estadounidenses de modernidad para negociar sus relaciones con Estados Unidos y los filipinos cristianos en la década de 1920. Pero el hecho de que nos hayan invitado a presentar un panel que girara exclusivamente sobre el Sudeste Asiático–y que lo hayan aceptado–es también otra pequeña señal de aires renovadores en la etnohistoria.
Me voy del X Congreso Internacional de Etnohistoria con un cauteloso optimismo de que esta subdisciplina se abrirá cada vez más a otros horizontes geográficos, especialmente siguiendo el espíritu del lema de esta iteración: miradas renovadas y conectadas. No cabe duda de que la etnohistoria sudamericana está en un constante proceso de renovación, pero con este Congreso se ha buscado dar el salto a la conexión con el resto del mundo; y no solo con la Amazonía y Mesoamérica, sino con Filipinas, Vietnam y Tailandia. Ojalá que atrás queden los días en que en el Perú entendíamos “etnohistoria” como sinónimo de “historia andina”, y que más bien madure a ser como la historia cultural, social, económica, de las ideas, de la ciencia y tecnología, etc.; es decir, que no esté atada a ninguna región en particular, sino que se nutra y enriquezca de casos y debates de todas partes del mundo. Lo contrario sería de un provincialismo aislacionista absolutamente incomprensible para mí, y me imagino que para muchos más.
También aprovechamos la visita a Quito para almorzar con Mathias Valdez, argentino especializado en el Sudeste Asiático y radicado en Ecuador.