UTEC Y SUS HABITANTES

Por: Giacomo Bassilio
Llegamos por la tarde, previo paso por el pueblo de San Juan, desde donde Américo Peñafiel, el alcalde, nos llevó carretera abajo hacia Utec. Una plaza quieta y algunas personas. Dimos un paseo, más bien una ojeada, por la plaza. Y entramos a la iglesia, remozada. Subí la torre, saqué mi cabeza por encima del campanario: Utec no se veía todo, había movimiento en el local comunal de la plaza. Estuvimos cerca, escuchando las voces, viendo conversar a la gente. Alguno se nos acercó. Y luego fuimos presentados ante la asamblea. No recuerdo bien qué dije, me acuerdo, quizás por lo sobrecogido, de los aplausos y de un hombre dándonos la bienvenida.

Terminada la asamblea, volvimos a San Juan, para recoger a Dámaris y a Víctor. Arriba, ellos ya habían almorzado. Abajo, nosotros también. Y por la noche, bajamos todos completos; Américo nos dejó en casa del señor que por la tarde nos había dado la bienvenida, Mario Pusa.

La primera mañana fuimos todos a desayunar a la casa en que había almorzado el día anterior. Allí estaba Nati, la cuñada del alcalde, pero también Raúl, su hasta entonces, para nosotros, desconocido esposo. Nos conocimos, que pasáramos, que nos sirviéramos, probablemente nos alcanzó algo, y empezamos a conversar.

Raúl era coracoreño, y luego de haber estado en varios oficios y en varios lugares, había llegado a Utec por la mina, para trabajar como chofer. Él, como trabajador, había sido dueño de acciones de la empresa minera, aunque las vendió a los últimos dispuestos a comprárselas y a prometer que funcionaría la mina, que habría trabajo. Pero la mina no funcionaba. Y Utec había tenido mucho más gente, mucho más comercio, muchísima producción, vida. La historia de la mina era larga, y era también, en gran parte, la historia de Utec.

Mucho tiempo atrás, donde hoy es Utec, solo había una pampa, donde los trabajadores de la hacienda descansaban de su trayecto hacia el pueblo de San Juan. Junto aquella pampa, se descubrieron vetas y pronto se edificó el primer campamento minero, la primera empresa; y empezó a funcionar la mina. A consecuencia de la actividad económica, algunos lugareños empezaron a asentarse en las inmediaciones del campamento, constituyéndose en los primeros habitantes de lo que más tarde sería Utec.

Casi todos los utiqueños “tienen que ver” con la mina: por trabajos, sean directos o relacionados; por haber venido de otras partes o descender de migrantes que llegaron hasta Utec en busca de trabajo. Casi todas las historias de todas las familias están relacionadas con el movimiento que implicó en distintos momentos la mina. Utec recibió durante su apogeo a personas de distintas partes: lugar “cosmopolita”, como nos dijeron. Es cierto que existen ciertos apellidos reconocidos como “netos” (como Peñafiel o Pusa), pero esto no parece significar que la procedencia o la ascendencia definan la condición de “utiqueño”.

La comunidad campesina es de creación relativamente reciente, posterior a la reforma agraria; con la que tuvieron que repartirse las tierras que hasta ese entonces habían pertenecido a la hacienda Viseca. Por aquel tiempo, aún funcionaba la mina y muchos obreros fueron inscritos en el padrón de la comunidad, esperando ellos conseguir algún terreno. Sin embargo, pronto fueron eliminados pues la tierra solo le sería otorgada a quien la trabajara, es decir, a los campesinos. Aquellos fueron los primeros comuneros, valga la redundancia, de la comunidad campesina de Utec.

Aunque hoy en día hay utiqueños no comuneros y no campesinos, en Utec la mayoría de residentes son comuneros, y de estos casi todos poseen alguna tierra asignada por la comunidad. En estas, siembran algo para el consumo propio, para la venta (en menor medida) o para el alimento del ganado (en caso de tenerlo). No todas las tierras de la comunidad campesina de Utec son iguales, se encuentran a distinta altura, disponen de más o menos agua. No en todas se puede sembrar lo mismo y algunas tierras son más apreciadas que otras por tratarse de sembríos y actividades más rentables. Y es la comunidad campesina la que se encarga de asignar las tierras, determinar el uso y de distribuir los turnos de agua. Las tierras bajas y cálidas de Viseca, junto al río, son quizás las más apreciadas porque allí es posible sembrar alfalfa, que sirve tanto para la venta como para alimento del ganado.

Se puede afirmar, entonces, que casi todos los utiqueños se dedican a la agricultura como actividad principal; aunque esto no significa que no se dediquen a otras actividades, incluido el comercio. Muchos de los utiqueños también poseen ganado, unos más, mucho más, y otros menos. La mayoría de personas con las que pude conversar afirmó tener algún ganado, desde cuatro hasta sesenta cabezas por aquí y otro tanto por allá. Son pocos, sin embargo, los utiqueños que se consideran a sí mismos ganaderos, es decir, que invierten la mayor parte de su tiempo y depositan sus expectativas en esta actividad. Mario Pusa, por ejemplo, envía todos los días alfalfa a Puquio. Raúl Mendoza, de otro lado, no es ni agricultor ni ganadero, aunque se encuentre incorporado a la comunidad.

Qué hacer para salir adelante

El problema es cómo progresar, qué hacer para que los jóvenes no vean su horizonte fuera. La agricultura no da sino apenas para subsistir, no permite, mucho menos, una buena alimentación; quizás solo durante la temporada de lluvias o de cosechas, pero no durante la mayor parte del año. Según evaluación del Ministerio de Salud, un tercio de la población infantil se encuentra en estado de desnutrición crónica. No hay dinero para atender la salud de los hijos, para comprar ropas u otros objetos. ¿Qué hacer?… Y la mina. Cuando había mina, había dinero, había comercio, había vida: negocios, productos, cine, estudiantes… El año pasado, la empresa minera Río Azul quiso “tratar” el relave, y, nos contaron, algunos utiqueños se mostraron entusiastas. Sin embargo, aquellos que no vendieron sus acciones, y hoy exigen el pago de sus intereses, denunciaron a la empresa, por lo que las labores se interrumpieron.

Las expectativas de los utiqueños están claramente marcadas por la experiencia de la mina. El final de esta es, sin lugar a dudas, un hito en la historia de Utec: Utec era uno antes de este fin, y fue otro luego del mismo. Un posible reinicio de operaciones de la mina, entonces, sitúa a los utiqueños ante esta parte de su historia: el volver a aquella “vida”.

Pero también hay otros caminos. El presidente de la comunidad de Utec considera que “Utec tiene futuro, futuro en agricultura”; el desarrollo se encontraría en la conformación de micro empresas dedicadas a la agricultura o, también, a la crianza de ganado por parte de los jóvenes: productoras de leche; alfalfa y forraje; siembra de tara. Nos dijo que él “apoyaría a toda la juventud”, que creía que debían agruparse junto con otros residentes de otras ciudades, con aquellos que “se han ido (…) pero nunca se han olvidado de su pueblo”, en sociedades de cinco personas como mínimo; que la comunidad les prestaría su apoyo. El presidente de la comunidad de Utec, asimismo, considera que la minería se hace necesaria, pero respetando; si no, no hay desarrollo: “que venga una empresa, que empiece a trabajar”.

El alcalde del distrito de San Juan, Américo Peñafiel, considera que el desarrollo se puede lograr incluyendo el turismo entre los proyectos, haciendo uso de la figura de José María Arguedas y promoviendo la restauración de la casa hacienda de Viseca en que este vivió. Para esto, habría que elaborar un circuito turístico desde el desvío de la carretera hasta la casa hacienda. Según el alcalde, la ubicación del distrito es favorable ya que, al encontrarse a medio camino entre Cuzco y Nazca, puede constituirse en una alternativa para los turistas que se dirijan de uno a otro punto; más aún, si la afluencia de viajeros aumenta debido a que la carretera es una rama de la interoceánica.

El alcalde, sin embargo, no es el único interesado en turismo. Un grupo de comuneros de Utec, campesinos y no campesinos, así como residentes en otras ciudades, crearon en el 2005 la Asociación Nueva Generación Hijos de Utec. Miembros de esta asociación nos dijeron que, en un inicio, la Nueva Generación había sido creada con fines culturales y que posteriormente surgirían la “Asociación de Productores Agropecuarios Nueva Generación” (APANG) y el interés por hacer de la hacienda Viseca un destino turístico y un lugar de esparcimiento. La idea es que, aprovechando del clima y del río, la casa hacienda Viseca se convierta en un lugar “campestre”, con un hospedaje, con juegos para los niños, con venta de comidas; en que puedan participar los miembros de la asociación y los miembros de la comunidad.

En esta línea, la APANG presentó a concurso un proyecto de crianza de cuyes, con lo que obtuvo, al ganar, veintisiete mil soles para la realización del mismo. Este proyecto serviría, según lo que miembros de la asociación nos dijeron, para demostrar a la comunidad que la Nueva Generación también los beneficia; pues una parte de los ingresos se destinarían a esta, en tanto la comunidad es dueña de los terrenos donde se asentaría el criadero. Este proyecto tiene enfrentados, actualmente, a la Nueva Generación, algunos comuneros y al alcalde del distrito. El problema consiste en el lugar dónde se ubicaría el criadero dentro de los terrenos de Viseca. La comunidad es dueña de estas tierras, y algunos comuneros desconfían sobre el propósito y los beneficios del proyecto. El alcalde, de otro lado, considera que el criadero de cuyes en Viseca no debe establecerse en las inmediaciones de la casa hacienda pues su proyecto, además, plantea la creación de un museo de sitio y de una sala de conferencias.

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