Por Raquel Alegría
Acola es un centro poblado pequeño y cercano al pueblo de San Juan. Llegar a él desde Lima es muy sencillo, se debe tomar el transporte público hasta Puquio, capital del distrito de Lucanas en el departamento de Ayacucho. Al llegar a esta pequeña ciudad, es también fácil ubicar a los transportistas que van hacia el poblado de San Juan (anterior capital de distrito, por lo que es bien conocida), el viaje será de media hora aproximadamente, y una vez ahí, los mismos habitantes pueden indicar el camino a Acola, que a pie dura alrededor de 20 minutos en bajada.
Acola está habitado principalmente por los miembros de la Comunidad Campesina de Accola, ellos son sobre todo agricultores y en menor proporción ganaderos o pastores. Hay muy pocos pobladores que complementan sus ingresos con pequeños negocios, por eso existen algunas tienditas. Otras ocupaciones de los habitantes de Acola son la de tejedor, obrero y profesor. Por ejemplo, el señor presidente de la comunidad de Acola es a su vez profesor en el pedagógico de Puquio, brindándole ésta segunda actividad un ingreso de soporte. Ninguna actividad laboral es realizada exclusivamente, todas complementan el ingreso familiar general.
Acola es la sede de una comunidad campesina activa, que realiza periódicamente sus asambleas. Sin embargo, en la asamblea a la que asistimos puedo apreciar la presencia de un escaso número de comuneros, la mayoría eran bastante adultos (con respecto q lo que observé en la asamblea, una relación de 15 a 4 aproximadamente), como también lo es la población en general de Acola. Si se visita Acola no se observan muchos jóvenes. La profesora Cecilia, me comenta la preocupación que existe en el colegio secundario referente a la cantidad de alumnos es grande. Los jóvenes tienen mucho a dejar el poblado y peligran los puestos de trabajo de los profesores.
Para muchos la ausencia de comuneros en la asamblea es considerada un asunto de gran importancia porque pone en peligro la fuerza y la vigencia de la institución. Como ejemplo, de la falta de participación pudimos enterarnos, que existe una modalidad que permite pagar a un tercero para que realice sus tareas comunales.
También hay acolinos que ha migrado y residen en ciudades como Puquio, Ica, Nazca, Lima, etc. Algunos de ellos poseen aún tierras heredadas de sus padres, y las cultivan, siguiendo el calendario agrícola y la rotación de cultivos establecida por la asamblea de la comunidad campesina si las tierras pertenecen a esta. Ellos viven entre los dos lugares, según la época del año. Con esta migración de retorno se observa también la llegada de algunos jóvenes, nietos de comuneros.
A pesar de la crisis que está pasando la organización comunal debido a la disminución de adultos jóvenes entre sus miembros, y la disminución de la solidaridad entre comuneros, como lo explicare más abajo, la comunidad campesina es una de las pocas organizaciones que se mantienen fuertes en Acola y que dirigen en cierto modo algunas decisiones y actividades en conjunto, actividades como el reparto de tierras, el pedido de ciertos servicios o negociaciones con el gobierno como organización reconocida oficialmente, entre otras. Se aprecia colaboración entre la comunidad y el sistema de autoridades encargadas de la distribución de agua por medio de las acequias comunales. Y digo “en cierto modo”, pues de todos modos existen fricciones con otros grupos como los que no son comuneros y la municipalidad. Como ya se mencionó, la principal actividad de Acola es la agricultura, y la mayoría de lo que compete a la organización comunal está relacionado con la agricultura. Por otro lado, la ganadería depende de la agricultura, de los pastos y forrajes de alfalfa que de él se puedan obtener. La importancia de la comunidad, en consecuencia, es porque tiene la capacidad de poder prever y garantizar un mejor trabajo agricultor.
Tomando en consideración este aspecto es de entender que el mayor problema es el agua y las tierras comunales de pastos o bofedales (tierras para el pasteo colectivo) ya mencionado anteriormente. El agua del puquio, es decir, del manantial en un cerro que abastecía a Acola ha venido mermando ya hace varias décadas, por eso se hace necesario medir el uso, organizar la limpia de acequias y una canalización efectiva, y por último, una distribución justa y equitativa. Específicamente una racionalización el agua. Durante nuestra estadía no vimos exactamente estas actividades, sin embargo gracias a una conversación que tuvo nuestra profesora Cecilia con el alcalde hace poco, supimos que pronto se realizaban las elecciones en las juntas de regantes.
No se puede negar que existen grupos interesados en apoyar un posible proyecto de turismo como otros quienes creen que no hay motivos para relegar los problemas y proyectos ya existentes por un proyecto impredecible y que no es congruente con la realidad de Acola en estos momentos. Muchos comuneros mayores expresaron su preocupación por la pérdida de conocimientos tradicionales, por el descuido que ha permitido el cambio de la forma de escritura del nombre del pueblo y comunidad, originalmente Accola, y por la merma en la práctica de costumbres. Estas pérdidas son consideradas más importantes aún si se quiere basar el proyecto turístico en un turismo cultural enfocado en el patrimonio cultural tanto inmaterial como material.
Tanto madres de familia como comuneros han expresado la necesidad de que los jóvenes averigüen y aprendan las tradiciones y costumbres. Una madre de familia me comentó que veía este aspecto, de mantener la cultura tradicional viva, como crucial, pero que debía ser complementado con el estudio. Y a partir de la formación profesional incentivar el reconocimiento de éstas.
La preocupación también está que un número creciente de jóvenes que no tienen empleo. Muchas personas están agradecidas con el Proyecto Creciendo Wari pues brinda ingresos monetarios que pueden ser ahorrados e invertidos.
Existen varios proyectos que se busca sean realizados, más que nada proyectos productivos dirigidos por un grupo de representantes y que generarían ingresos colectivos. En la asamblea que hubo durante nuestra visita el 10 de Octubre, se hablo de la represa de Tinqijocha para proveer de agua a las zonas secas y para mejorar las tierras; de el proyecto de cultivo de pacay, durazno e higo; el proyecto del molino comunal para producir siete cereales en convenio con las municipalidades de San Juan y Uteq, que producen mucha cebada y trigo; se tiene también la propiedad comunal de Taja, donde se encuentra una ciudadela de calles de piedra que está siendo dibujada en planos. En la asamblea también se mencionaron otros proyectos como el del criadero de peces, pejereyes, en Tinqijocha, donde se piensa realizar incubaciones de peces; proyectos de reforestación con eucaliptos y de producción de miel de abejas, entre otros.
Estos proyectos que menciono, los recordó un miembro joven de la comunidad campesina de Acola, y afirmó también que los alrededores de Acola son olvidados, que si se conociera les darían también importancia como a la hacienda Viseca. Dado que lo mencionó dentro de la asamblea comunal, asumo que se refiere a la posibilidad de utilizar los recursos turísticos a favor de la comunidad. Además ve la necesidad de apoyarse en proyectos para otras actividades productivas al ser grave la escases de agua y teniendo en cuenta que el ganado que se tienen en Acola es en su mayoría solo de “criollitos” y que las vacas solo producen de 4 a 5 litros de leche en temporada verde.
Fuera de esto, se opina también que, si la mina volviera a producir, mejorarían el ingreso de los pobladores de Acola, dado que está en el camino que es usado por los lugareños para llegar a el poblado de Uteq. Este tránsito permite el ofrecer ciertos servicios. Una señora comunera que posee una tienda nos decía que ella junto con una amiga hacía buen dinero vendiendo comida y almuerzos a los mineros de la mina de Uteq. Y comentaba de lo que podrían reinsertar en Acola el funcionamiento de la mina. La frecuencia de viajeros, trabajadores y visitantes reinsertaría el comercio que existió antes, la demanda de productos y servicios sería crucial para que la economía monetaria creciera. Y es en efecto el ingreso monetario el que posibilita, muchas veces, una mejor calidad de vida.
Las expectativas con respecto a el impacto de los proyectos productivos y de infraestructura en Acola son grandes. Se espera que en 5 años la situación cambie, que la infraestructura urbana mejore, que los proyectos ya se muevan por si solos. Pero se afirma también que depende de la responsabilidad y compromiso de sus pobladores. Aunque se recibe ayuda del municipio se necesita del trabajo de gente, y se ha visto ya en los últimos años que la ayuda comunal ha venido bajando. Un comunero en la asamblea afirmó que ahora cuando se pide ayuda se reclama que se pague primero, que ahora todos quieren ser “mistis” y que va creciendo la idea de que la chacra es para los “cholos”.
El trabajo en la tierra cada vez se valora menos, las imágenes de éxito que se venden ahora por los medios de comunicación y por medio de las mismas campañas del gobierno, entre otros, fortalecen la idea de que lo mejor es ser micro empresario; además, el poco reconocimiento de la cultura andina, no solo como recurso turístico o económico, sino también como practica en sí misma, como medio y modo de vida digno y exitoso, repercute en el las ideas que tienen los mismos agricultores y ganaderos campesinos.
Podemos ver que existen muchos intereses en Acola, son interese integrales que no excluyen la posibilidad de obtener ingresos o mejorar mediante otros medios que no sean solo dirigidos a la producción agrícola. Sin embargo, es obvio que los proyectos tienen como principal objetivo mejorar la productividad, el ingreso y le experiencia colectiva, y como objetivo complementario, el ser reconocidos y el ser un destino para visitantes interesados en su cultura.