“En otros tiempos, todos los cerros y todas las pampas de la puna fueron de los comuneros. (…) La puna grande era para todos. No había potreros con cercos de piedra, ni de alambre. La puna grande no tenía dueño. Los indios vivían libremente en cualquier parte: en las cuevas de los rocales, los cerros, cerca de los manantiales. Los mistis subían a la puna de vez en vez, a cazar vicuñas o a comprar carne en las estancias de los indios. (…) De verdad la puna era de los indios; la puna, con sus animales, con sus pastos, con sus vientos fríos y sus aguaceros. Los mistis le tenían miedo a la puna, y dejaban allí vivir a los indios.
– Para esos salvajes está bien la puna – decían”
– Para esos salvajes está bien la puna – decían”
(J. M. Arguedas, Yawar Fiesta. Lima: Horizonte, 1980:30)
La puna es un lugar encontrado a lo largo de la producción literaria de Arguedas, pero en este caso específico parece representar una suerte de terreno para la utopía. Es allí donde “los indios vivían libremente”: antes de la propiedad privada y de la explotación del gamonalismo, existe una etapa indiferenciada donde todos aprovechan por igual de la tierra y de los recursos naturales.
Es paradójico que se señale a los mistis como contenedores de un discurso peyorativo hacia los “indios” según Arguedas, cuando al afirmar que ellos tenían miedo a la puna también se los está considerando como incapaces de dominarla. Los comuneros aparentemente vivían en paz y en armonía, es en el momento de la intervención activa de los mistis en espacios que no le corresponden dentro del imaginario cultural que se rompe el tenue balance.