El mar siempre es un amigo, aunque el mayor cómplice de los deseos
si deja un rasguño, un beso o un caricia en el cuello
el mar lo sabe, lo cuida, lo cela, como un guardián elefantiástico
A veces el océano que lo alberga olvida su papel embrionario, marsupial, el de un ualarú
Y entonces las miradas son las que se pierden en el mar, mientras el Océano yace en paz, oculto, tan viejecillo
Y entonces las botellas de otros siglos regresan con papeles, cartas o misivas que nos cuentan avatares, palpitares, cosas de la importancia
y un sueño salva a la gacela, y una estrella abrillanta las fondas gaditanas, las curvas costeras
haciendo que el camino termine zigzageando su silueta para que las voces humanas se conviertan raudamente en koalas
abrazadas unas a las otras, bajando el timbre vocálico, poniendo al día a la faringe silenciosa, y cómo no, a la saliva tibia,
y ya no hay más luces oscuras, ni vientos felinos, ni bullas gordas,
apenas el trazo mueve su muñeca en el mundo terrenal
pues el tiempo ha regalado un momento caprichoso para ser tratado, para incluir al mar, para molestar al sueño, con las cosas de la importancia