Confieso que vi una libélula emancipada
y la indisciplina de una hiena que se resistía a aniquilar a Sudamérica
Confieso que el capellán es un coatí
y que el país, una alpaca por explorar
Aparecen expresiones graciosas de los canguros
los asnos dulcemente escriben una nueva Biblia
era necesario rehacerla desmarcando las líneas cebrísticas
Cómo no, el leopardo nos asombra despertando ráfagas de luz
y los documentos abordan los registros de la iguana
aparecen los desiertos de los camellos
y el agua líquida del pez espada
que con justicia aplica la ley justa del león estudioso
Eternamente el océano levanta uno ramo de delfines
y una sonrisa suelta el elefante y también su tatarabuela
Quisiera que ninguno se extinga o se hormigueen
Quisiera que el alacrán converse con la parihuana
Quisiera que el azúcar moreno bañe a la gaviota
y que los bosques mariposeen sus hojas diariamente, fuertemente, nuevamente
de los nevados las lágrimas del cóndor llenan las lagunas de los patos
y la ventana de los tucanes nos dicen “no muramos”
como desterrados
Confieso que veo todo esto
Y confieso que soy hombre