Las fotografías seguían ahí, la silla,
Aquella en la que te sentabas hacer origamis de pasión,
La cocina olía a ti ( la tetera, que es un hervidor, ya no conversa )
En la sala -recuerdo- el parqué tenía tus pisadas, huellas cálidas y atardeceres longevos,
Llegué y estaba todo, hasta los rasguños del gato,
El último libro que leíste, que fue una pequeña novela inmensa, significativa, donde los personajes terminaban por huir, y donde dejaste escrito “después del amarillo, el marrón, y después del violeta, negro”
Repito- las fotografías seguían ahí, la silla, esa que encontramos en la mudanza, la que nos vio pasar, la que vio pasar a los personajes, la que ve ahora pasar a los incautos inquilinos, en un origami de papel, papel que se hace con tiernas manos, hasta que un arcoiris se desvanece
Las fotografías seguían, la cocina, tu aroma dulce, el postre, los dulces, y la sal, que nunca faltaba, junto con la tetera