La encuesta del mes de Mayo (2008) del Instituto de Opinión Pública de la PUCP – a 507 personas, hombres y mujeres mayores de 18 años de 31 distritos de Lima Metropolitana- nos revela una información valiosa para la reflexión sobre las percepciones en torno a valores y convivencia (1) . Quisiera detenerme en un par de datos sobre la percepción de la confianza, la cual considero un poderoso indicador de desarrollo. En el primero, a la pregunta: ¿diría Ud. que puede confiar en la mayoría de la gente o, en la actualidad, es muy difícil confiar en los demás?, el 89% responde que “es muy difícil confiar en los demás”, y 10% señala que “se puede confiar en la mayoría de la gente”. En el segundo, cuando se pregunta “cuánto confía Ud. en los siguientes grupos de personas”; en un polo aparece el 93% que responde: “su familia”, y en el otro, un 12% : “personas que conoce por primera vez”.
Esos datos nos informan de una crisis de confianza en nuestra sociedad cuyos costos son diversos, constituyéndose así en problemas críticos para avanzar en un desarrollo alternativo. A nivel económico, la no confianza en otros extraños debilita las posibilidades de crear empresa más allá de la familia. Fukuyama afirma que “a las empresas familiares a menudo les cuesta crecer hasta llegar a convertirse en empresas grandes, impersonales, gestionadas profesionalmente con una propiedad pública dispersa. En definitiva, esto impone límites al crecimiento económico” (2). Pero también la no confianza genera un costo a nivel político. La falta de confianza con los extraños hace que las relaciones de confianza más firmes están reservadas para la familia y los amigos íntimos, creando así condiciones para la corrupción política. Asimismo, la falta de confianza socava uno de los capitales más valiosos como es el llamado y aún discutible “capital social”, entendido, siguiendo a Fukuyama, como “las capacidades de las personas de trabajar en grupo, de establecer lazos de cooperación para lograr determinados objetivos comunes sobre la base de un conjunto de normas y valores compartidos” .
Alrededor de organizaciones como la escuela, uno de los pilares claves para el desarrollo, se construyen redes sociales cuyo potencial en la generación de confianza y cooperación es muy significativo para las comunidades locales; sin embargo, como lo advierte Fukuyama- “El problema que encaran la mayoría de las sociedades con bajo nivel de confianza no es la carencia absoluta de capital social, sino más bien el hecho de que el radio de confianza promedio de los grupos cooperativos tiende a ser reducido”. La lucha de sectores de padres de familias, docentes y alumnos por denunciar la corrupción revela una crisis de confianza al interior de las escuelas y es una reacción de una parte del tejido social articulado en torno a las escuelas que busca reivindicar valores y normas de transparencia y el uso lícito de los recursos públicos.
(1) Ver
(2): Fukuyama, F. (2003) Capital social y desarrollo: la agenda venidera. Atria, R. y Siles, M. Capital social y reducción de la pobreza: en busca de un nuevo paradigma. (33-48) Chile: CEPAL. http://www.eclac.cl/publicaciones/xml/6/11586/Primera_parte.pdf
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En contraste con el pesimismo que han generado los resultados de diversas evaluaciones en el ámbito educativo, los primeros datos de esta encuesta nos presentan una percepción relativamente optimista en un mediano plazo hacia atrás y hacia delante: 43% opina que la calidad de la educación está mucho mejor o algo mejor que hace 10 años, pero este porcentaje asciende a 63 % cuando se opina sobre lo mismo para los siguientes 10 años. Probablemente, el sector educación sea uno de los pocos donde se evidencie un optimismo de mediano plazo en comparación con otros sectores. La crisis educativa es de tal magnitud que aún medidas improvisadas y complejas pero que contienen ciertos aspectos positivos y son realizadas en un mismo periodo, pueden estar generando una expectativa en la población. Pero como sabemos, el optimismo tiene doble rostro: crea un estado un estado de ánimo tanto para apoyar más medidas como también una frustración grande si las expectativas no se llegan a cumplir. Esperamos que este relativo optimismo no se desperdicie en un sector que necesita hoy más que nunca respirar confianza.
También es significativo advertir en la percepción de los encuestados el nivel de identificación de los problemas que enfrenta la educación, entre los cuales compromete a dos actores como los maestros y su mala formación (28%) y, por otro lado, los políticos y su poca voluntad para enfrentar la problemática educativa (21%). Otro problema está en relación con una variable más estructural como es la falta de presupuesto en el sector (25%). Es necesario en estos tiempos en donde se apunta al docente como el gran responsable de la catástrofe educativa, el reiterar la corresponsabilidad entre ambos actores; urge que la clase política deje de ver lo educativo pensando solo en las próximas elecciones y no en las próximas generaciones.
La encuesta nos aporta una valiosa información para ahondar en uno de los factores más críticos de la educación básica como es el desempeño profesional del docente y del director en función a los aprendizajes. Así, la percepción más cuestionable nos remite a la poca capacidad pedagógica del docente para asegurar que todos en sus clases hayan aprendido. El 75% de los encuestados manifiestan que el docente avanza en sus clases sin esa preocupación. A su vez, el 89% muestra estar de acuerdo con que debe ser obligación del director garantizar que todos los estudiantes aprendan. Por consiguiente, mejorar las competencias profesionales en el aula es crucial para a la vez mejorar la calidad educativa; no obstante, las evaluaciones de lápiz y papel a los docentes no incluyen dicho aspecto así como las últimas capacitaciones; y, sobre ello, cabe preguntarnos qué aportarán los procesos de municipalización educativa. En ese sentido, requerimos empoderar más al usuario de este servicio público para que de alguna forma pueda evaluar el servicio que recibe; por ello, nos parece muy valioso que el 91% de los encuestados estén de acuerdo con que los alumnos evalúen periódicamente la enseñanza que reciben. Llama la atención que hasta ahora se ha invertido en evaluaciones externas para “medir” la calidad educativa a partir de pruebas estandarizadas, pero poco hemos hecho para escuchar las voces de los propios alumnos.
Luis Sime Poma
Opinión publicada en el Informe del Instituto de Opinión Pública de la PUCP, Febrero 2008. Ver versión completa de encuesta Sigue leyendo →