Marcos Alarcón (PUCP)
Félix Ataucure (I.E. 3052 El Técnico)
Existe consenso en asignarle a la Revolución Francesa un papel central en la historia de Occidente. Tanto es así que, de acuerdo a una división clásica, esta revolución inaugura la llamada Edad Contemporánea. No obstante, permanecen hasta la actualidad una serie de debates historiográficos en torno al carácter de esta revolución que pueden caracterizarse de la siguiente manera: si la Revolución Francesa fue en esencia una revolución política de una burguesía que derrocó un antiguo régimen feudal o si, por el contrario, fue una explosión política de demandas libertarias ante un régimen de carácter despótico más que feudal.
Más allá de estos debates, ¿cuál es la importancia de la revolución francesa? ¿Esta reside en que ella instauró la normalidad del cambio? Hasta ese momento, el cambio había sido visto como algo excepcional, efímero y casi siempre indeseable. La aceptación de la normalidad del cambio significó una transformación cultural fundamental. Así, se inaugura la idea de que un cambio político a corto plazo es inevitable y de que los sistemas políticos no son estructuras rígidas y eternas, sino que pueden cambiar eventualmente. Se consolida progresivamente la idea de que el cambio político constante a corto plazo es inevitable, lo que permite el surgimiento de tres instituciones como expresión y respuesta a esta novedad: las ideologías, las ciencias sociales y los movimientos políticos.
La Revolución Francesa estremeció a Europa y a sus colonias desde su inicio. Y el virreinato del Perú, perteneciente al imperio español en aquel momento, no se mantuvo al margen de las noticias y rumores que se suscitaron a lo largo de mundo. Los pobladores de aquella época se mostraron sumamente interesados por conocer lo que acontecía en Europa. No era una cuestión de menor importancia, pues lo sucedido en Francia, considerada hasta ese momento el paradigma cultural de la época, iba en contra de los principios que regían entonces la vida política y social de las monarquías absolutistas europeas y sus colonias ultramarinas.
“Prise de la Bastille” de Jean-Pierre Houël
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