20/11/25: Un ornitorrinco llamado informalidad. El caso del Perú

UN ORNITORRINCO LLAMADO INFORMALIDAD: 
Informalidad, productividades e ingresos en el Perú

Efraín Gonzales de Olarte[1]

La informalidad es como el ornitorrinco, se la puede reconocer fácilmente, pero describirla y analizarla es bastante peliagudo y, aún más difícil, es poderla disminuir. El ornitorrinco es un animal que tiene un pico parecido a un pato (de ahí su nombre), para reproducirse la hembra pone huevos y los recién nacidos se alimentan de la leche de su madre, un espécimen realmente ambiguo, mezcla de mamífero, ave y reptil, es decir en proceso de evolución genética. Los informales tienen cierto parecido, pues parecen estar en evolución socio-económica, pueden ser independientes o asalariados, pero no están registrados en el Estado, por voluntad o necesidad, en consecuencia, no se benefician o no se pueden beneficiar de las ventajas de la formalidad, es decir, son y no son, gracias a lo cual subsisten con bajas productividades, bajos ingresos y bajos niveles educativos en países con estados débiles y extremas desigualdades económicas, es decir, viven en una ambigüedad funcional a un capitalismo aun subdesarrollado.

Etimológicamente, informalidad significa falta de incorporación en las normas establecidas, legales, económicas o administrativas. En el Perú más del 70% de la fuerza laboral y casi el 20% de la producción es informal. Es pues un gran problema de desigualdad productiva y de empleo.

A diferencia del enfoque legalista, partimos de la idea que la informalidad se funda en las bajas productividades tanto de los productores como de los trabajadores informales. Por esta razón, para la mayor parte de ellos, los costos de su formalización son relativamente altos en relación a sus ingresos, dada su baja capitalización o sus bajas calificaciones laborales y educativas, por ello no se formalizan. Aunque hay otro grupo de informales que si tienen las productividades que les permitiría formalizarse, pero no lo hacen porque si pagan impuestos y/o seguro social, los servicios que van a recibir del Estado a cambio, no compensan los costos de la formalidad, es un simple cálculo económico sobre la calidad y acceso a los servicios del Estado.

En nuestra investigación hemos puesto a prueba la hipótesis que la informalidad depende de las productividades laborales y de los ingresos derivados de dichas productividades. Para verificarla, hemos estudiado esta relación en 101 sectores productivos provenientes de la tabla insumo-producto que elabora el INEI para el Perú el año 2018. Estos sectores van desde los diversos productores agropecuarios, pasando por las minerías, las manufacturas y los servicios, en un nivel de detalle que hasta ahora no se ha hecho en el Perú.

Los resultados han corroborado nuestra hipótesis, a mayores productividades y, en consecuencia, mejores ingresos, la informalidad es menor y viceversa. Así, los sectores con menores productividades y con alta informalidad laboral son: los pequeños productores agrícolas, los que producen artículos de cuero, los confeccionistas de ropa, los que proporcionan servicios personales y los pequeños comerciantes. En cambio, los sectores con mayores productividades y menor informalidad son: petróleo, metales, siderurgia, electricidad, establecimientos financieros, es decir sectores que tienen mayores dotaciones de capital y trabajadores con mayores niveles educativos, lo que les permite obtener mayores productividades.

Quizás ahora podemos comprender mejor la ambigüedad socioeconómica del ornitorrinco informal. Quisieran ser formales y obtener ganancias capitalistas y salarios altos, pero no pueden porque no cuentan con los requisitos para ser formales: productividades adecuadas. Para sobrevivir tienen que mantenerse en el limbo de la informalidad.

Por cierto, no hay que olvidar que los sectores productivos están localizados en distintos lugares del país. Los departamentos con mayor informalidad son; Huancavelica, Puno, Cajamarca y Ayacucho, es decir los más agropecuarios, de servicios diversos y comercio. En cambio, los de menor informalidad están en: Callao, Lima, Ica, Moquegua y Arequipa, departamentos con industria moderna, gran minería, agro-exportación y servicios, con gran intensidad de capital y altas productividades.

Mientras las productividades laborales no aumenten, la informalidad seguirá existiendo y, aun cuando se den mayores facilidades legales para la formalización, el fenómeno no tiene una base económica para aspirar a una formalización mayor. Por ello, se requieren de políticas de desarrollo sectorial/regional, y nuestro análisis en 101 sectores, con sus respectivas localizaciones, permitiría promover el incremento de las productividades a productores pequeños de la agricultura tradicional, pequeña manufactura, comercio y servicios personales, de manera más específica y localizada. Estas políticas deberían generar programas de apoyo crediticio, mejora educativa y laboral de los trabajadores, acceso a tecnologías modernas, acceso a información económica. Los principales promotores de dichas políticas deberían ser los gobiernos regionales en coordinación con el gobierno central.

Desafortunadamente estas políticas, han sido postergadas durante las últimas décadas y se insiste en la formalización legal como vía, para la formalización, la cual no ha dado resultados, como lo señalan las estadísticas.

Lima, noviembre 2025

 

[1] Resumen del documento de trabajo 546: Efraín Gonzales de Olarte “Informalidad, productividades e ingresos en el Perú: Análisis sectorial”. Departamento de Economía PUCP, 2025. https://repositorio.pucp.edu.pe/server/api/core/bitstreams/97daeab6-655e-4f2d-bf2a-0cfc48a3fd68/content

26/10/25: EL RETORNO DEL ESTADO: Bienvenidos al nuevo paradigma

EL RETORNO DEL ESTADO Y EL DESPLOME DEL NEOLIBERALISMO: Bienvenidos al nuevo paradigma

Efraín Gonzales de Olarte

El país que exportaba el neoliberalismo – Estados Unidos- se está convirtiendo progresivamente en un país estatista, proteccionista y populista de extrema derecha. Sin embargo, el Estado como agente económico, imprescindible para el desarrollo, se mantuvo en aquellos países de economía mixta, como la gran parte de países europeos, en China y comenzó a volver en aquellos países del mundo que se plegaron a los dogmas neoliberales, como reacción ante sus resultados indeseados y negativos.

Las razones del fracaso neoliberal fueron varias: a. La gran recesión y la crisis financiera global de 2008, que se originó en la desregulación de los mercados financieros en Estados Unidos, que estuvo a punto de colapsar el sistema capitalista americano y el Estado tuvo que intervenir masivamente para el rescate de sus bancos. b. El incremento de las desigualdades en aquellos países donde se aplicó las recetas del Consejo de Washington, que originó secuelas de crecimiento económico favorable al capital y desfavorable al trabajo, lo que generó malestar social y presión política para una intervención redistributiva del Estado. c. La deslocalización de industrias hacia países con mano de obra más barata, generó desempleo y precariedad laboral en los países desarrollados. Que generó movimientos políticos de izquierda y derecha populista abogando por una mayor protección estatal de la industria y del empleo local y nacional. d. En varios países latinoamericanos las recetas del FMI fueron peores que la enfermedad, debido a su extremismo neoliberal, que generaron recesión y desempleo, como fue el caso de Argentina, frente a lo cual se hizo patente la necesidad de intervención estatal.

Sin embargo, a parte de estas dificultades de corte más bien económico, hay una serie de problemas que requieren o requirieron, casi de manera forzada la intervención estatal, porque los mercados por si solos no lo pueden resolver y se requiere planificación y coordinación, inclusive entre estados. Estos son:

  1. El cambio climático, que requiere de medidas dirigidas por el estado, incluso a nivel planetario, para cambiar la matriz energética, para pasar a economías descarbonizadas, lo que requiere de grades inversiones en infraestructura y en investigación que el sector privado no está dispuesto a asumir o es incapaz de hacerlo. La respuesta es subsidios a energías limpias, regulaciones verdes, y sobre todo grandes inversiones públicas.
  2. El COVID 19, puso a prueba la fortaleza del Estado en cada país, pues, los gobiernos tuvieron que organizar sistemas de salud para enfrentar la pandemia, impulsar la investigación de vacunas, proporcionar subsidios y préstamos a personas y empresas para evitar el colapso económico. Así apareció el Estado como protector de última instancia.
  3. La disrupción en las cadenas de suministro durante la pandemia mostró la vulnerabilidad de la dependencia de otros países sobre todo para bienes críticos (medicamente, vacunas, semiconductores, tierras raras), lo que ha llevado a que los gobiernos establezcan políticas de reubicación de empresas, subsidiándolas por motivos de seguridad nacional, es el caso de Estados Unidos y China.
  4. La irrupción de la revolución informática, con la inteligencia artificial, la computación cuántica, la ciberseguridad y los semiconductores, hoy hacen parte de la confrontación geopolítica. Los estados de los grandes países, China, EEUU, Alemania, Japón, etc. están invirtiendo enormes presupuestos públicos para promover I+D. Esto constituye un cambio de óptica frente al Estado “neutral” promovido por el neoliberalismo.
  5. Otro tema complejo es la necesidad de regulación de los denominados gigantes tecnológicos (varios de los cuales tienen cifras de negocio bastante mayores al PBI de países intermedios) cuyo poder de mercado es una permanente amenaza a la competencia, la privacidad y, hasta cierto punto, la democracia. Lo que lleva a la necesidad de implementar nuevas formas de regulación antimonopolio y de gobernanza digital.

Todo lo que venimos de comentar apunta en una dirección inequívoca, la creciente necesidad de una mayor participación de los estados nacionales, la coordinación entre ellos y, en algún momento habrá que ir pensando en cómo se establece un “Estado mundial” para manejar y gobernar un mundo más complejo, en el que se combina intereses económicos, con intereses políticos, y la persistencia del Estado-Nación como base del funcionamiento de la vida en el planeta. Es tiempo de pensar en una combinación globalización con estado global. Todo un desafío, en un mundo en el que la propiedad privada es una piedra angular del funcionamiento económico y social, en un mundo donde las libertades negativas se harán más importantes, en el que la estructura de mercados requerirá de regulaciones audaces, quizás basadas en la inteligencia artificial. Obviamente, el tema mayor será quien tiene el poder y cómo se maneja.

En este contexto: ¿cómo es el Estado en el Perú? Achicado por la ideología neoliberal, asaltado por la corrupción en todos sus niveles, y con un estado de derecho al borde del colapso, el Estado peruano es hoy un espectro y no está a la altura de los fenómenos que están sucediendo en el mundo.

Por ello, frente a este mundo complejo del siglo XXI, la posibilidad de un Estado moderno capaz de gobernarnos a los peruanos, de gobernar los mercados y de promover un desarrollo basado en la alianza de empresas-estado-universidades-sociedad civil, es actualmente una meta inalcanzable. La realidad es que el Perú es un país fragmentado, polarizado, mediocre, y con élites bastante precarias, lo que hace que tengamos un futuro definido por otros países, otras empresas, otros estados.

Lima, octubre 2025

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07/09/25: Informalidad laboral e ilegitimidad política: una combinación fatal

INFORMALIDAD ECONÓMICA E ILEGITIMIDAD POLÍTICA: UNA COMBINACIÓN FATAL

Efraín Gonzales de Olarte

El Perú ha llegado a tener una situación insólita y peligrosa: la combinación de una fuerza laboral informal en un 70% del total y una ilegitimidad política del 95%. Por un lado, tenemos una inmensa cantidad de trabajadores con escasos derechos socioeconómicos y con bajas productividades que les reportan bajos ingresos y están al borde de la pobreza. Su desarrollo humano -mejorar sus condiciones de vida y acceso a servicios públicos- es un anhelo inherente a su precaria condición. Es obvio que, ante la posibilidad de un cambio de gobierno, estos informales es probable que tengan expectativas de mejora de sus niveles de vida, siempre que el próximo gobierno pudiera dar mejor educación, salud y seguridad salud y si tuviera una política económica que genere empleo, que promueva una mayor inversión privada y pública, es decir, que de esperanza de la posibilidad de crecimiento con redistribución.

El problema es que un escenario así en el Perú de 2026 es improbable.

La razón es que el gobierno y el congreso actual -cuyas legitimidades apenas llegan al 5%, según todas las encuestas- han hecho todo lo posible para que el próximo gobierno sea probablemente peor y, lo más preocupante, es que han generado un marco legal que favorece la ilegalidad, la violencia social, la corrupción, es decir, han generado un contexto social que está tornando arriesgado vivir en el Perú.

Lo curioso es que esta crisis moral tan grande y tanta incompetencia del gobierno no afecta el desempeño económico, pues la economía crece dentro del modelo económico y de las reglas neoliberales, lo que obviamente, no reduce la informalidad ni las desigualdades. Esta es la razón por la que, pese a todas la tropelías legales y morales de sobre todo el congreso, la gente sigue haciendo su vida, aunque sin mucha esperanza de cambio.

A esto hay que incorporar la imparable violencia promovida por las bandas delincuenciales, los mineros ilegales, los funcionarios corruptos, que ha convertido al Perú un país catalogado entre los más peligrosos del mundo. Frente a tan crítica coyuntura, el gobierno no sólo no es capaz de confrontar dicha violencia, sino que la provoca en consonancia con el congreso. Este es otro frente al cual deberá acometer el próximo gobierno.

Es en este ambiente deprimente que se llevarán a cabo las próximas elecciones. La pregunta es por quién votar, o por quién votarían los informales. Hay dos posibles respuestas: 1. Votar por alguien que promueva la formalización, es decir, que promueva un proceso de cambio económico e institucional para lograr incorporar a esta fuerza laboral no sólo en la SUNAT (pagar tributos) y en SUNAFIL (tener registro laboral). Votar por esta posibilidad sería equivalente a votar por un verdadero cambio. 2. Votar por alguno de los 43 “partidos, movimientos o simplemente asociaciones con fines de medrar del estado”, varios de los cuales entran en la definición de organizaciones informales, tanto por la forma como se inscribieron y por su poca transparencia legal e institucional. Es probable que, dada la atomización electoral existente, esta sea la intención del voto informal, no sólo porque la informalidad laboral se refleja en la informalidad del 90% de estos “partidos y movimientos electoreros” y, sobre todo, no hay razones estadísticas para creer que un partido o movimiento pro formalización pueda ganar las elecciones. En cierta medida, la informalidad atomiza la intención de voto, justamente porque los informales no tienen arraigo ni político, ni institucional (no hay sindicatos de informales), ni tienen líderes.

Esto significaría que después de las elecciones del 2026 tendremos la misma informalidad, o quizás mayor, y el gobierno que venga tendrá la misma ilegitimidad que el actual. La economía seguirá su curso, dependiente de factores exógenos (precios de las exportaciones primarias, de la agroexportación y de la evolución de la coyuntura internacional, tan volátil hoy) y el estado seguirá funcionando de manera inercial.

La mediocridad de los políticos, la medianía de los trabajadores informales y las normas legales vigentes (incluida la Constitución modificada en un 29%) no permiten avizorar un mejor futuro para los peruanos y para el Perú. Ojalá me equivoque.

Setiembre 2025

17/07/25: Reindustrialización, populismo y autoritarismo en Estados Unidos

REINDUSTRIALIZACIÓN, POPULISMO Y AUTORITARISMO EN ESTADOS UNIDOS

Efraín Gonzales de Olarte

Quién hubiera pensado que, a estas alturas de la globalización y apertura de mercados inspirados en el neoliberalismo, un presidente estadounidense se le ocurriría imitar el modelo de industrialización por substitución de importaciones (ISI) promovido por el estado que, en América Latina. no tuvo éxito. Pero obviamente, son dos realidades y tiempos distintos. En los años cincuenta del siglo pasado la industria más avanzada se basaba en innovaciones mecánicas, que requerían de grandes economías de escala y estaban localizadas, hoy la industria se basa en la electrónica, la informática y la inteligencia artificial y las escalas son flexibles y están deslocalizadas.

En aquellos años la meta de la ISI para los países latinoamericanos era sustituir progresivamente la importación de vehículos, de electro domésticos y finalmente de maquinaria pesada, mediante la industrialización, e ir complementando o abandonando las exportaciones primarias, para resolver el problema del deterioro de los términos de intercambio, que, según la CEPAL hacían más pobres a los países del sur y más ricos a los países desarrollados. La idea era convertirse en países industrializados y desarrollados. Pero es necesario también recordar que la ISI se sustentó en estilos populistas de gobierno, es decir el modelo económico tenía como correlato un modelo político complementario.

Lo cierto es que la ISI no se convirtió en el modelo de desarrollo esperado. El resto es historia. Por ello, llama la atención las propuestas arancelarias y el nacionalismo de Donald Trump en su segundo mandato, que se podría resumir en una intención de: “reindustrialización por substitución de importaciones” (RISI). Obviamente, estamos en otra época y el mundo es distinto. Una de las principales razones que aduce Trump para su propuesta es el importante déficit comercial de su país, lo que significa que buena parte de los bienes de consumo y de capital de los estadounidenses provienen del exterior, principalmente de la China y según su peregrina idea, los países se han aprovechado de EEUU.

En consecuencia, quisiera que EEUU deje de importar y para ello el camino es aplicar aranceles de todo tamaño que, por el momento, van de 25% al 50%, que constituirían un incentivo para que los capitalistas puedan invertir en sectores industriales protegidos por dichos aranceles. Además, amenaza con imponer aranceles de hasta 200% a empresas americanas que produzcan en el extranjero o que quieran invertir en el exterior. Es decir, transitar al nacionalismo populista.

Dado que EEUU es el país con el PBI más grande del mundo: 29.2 billones de dólares[1], con tecnologías avanzadas y, sobre todo, con el mayor poder bélico, el presidente Trump asume que tiene la fuerza suficiente como para reconfigurar el comercio global en función de los intereses estadounidenses y, quizás con mayor precisión, en función de los intereses de sus grandes empresarios y de él mismo. Sin embargo, olvida que EEUU tiene apenas el 4.4% de la población (331millones de habitantes) y que el mercado mundial es mucho más grande (8.8mil millones), como para pretender ser un mercado indispensable. Pero también, ambiciona ser el líder mundial indiscutido, con ideas que provienen de su sinuosa experiencia empresarial, que no concilia con la complejidad de la política e institucional de su país, lo que lo presenta como un autócrata caprichoso y soberbio.

Sin embargo, hay varios problemas que pueden limitar su idea reindustrializadora o que no la harían tan viable:

En primer lugar, Trump no tiene una estrategia para la RISI, tiene una idea sin sustento, ni en la teoría económica y menos en la historia comercial del mundo sobre el impacto de los altos aranceles, razón por la cual ha ido cambiando de manera oscilante las tasas arancelarias, en función de criterios no muy técnicos, incluso algunos incongruentes como imponer aranceles a Méjico y Canadá, porque supuestamente introduce fentanilo a los EEUU, o imponer aranceles de 50%  a Brasil, porqué el Estado brasileño está juzgando “injustamente” a su amigo Bolsonaro, anterior presidente de tendencia conservadora y autoritaria, similar a Trump. Es obvio que el tema de los aranceles parece ser el medio para convertirlo en el “jefe (chief) de los estadounidenses y del mundo”, que nos hace recordar de como comenzaron los tiranos del siglo pasado en Alemania, Italia o Rusia.

Segundo, Trump piensa que los países se van a someter a sus caprichos, cree que todo el mundo necesita de EEUU y esto no parece ser el caso. Por un lado, China le ha plantado la cara con aranceles recíprocos, lo mismo piensan Brasil, por otro lado, la mayor parte de países ha diversificado su comercio, en especial con China que se ha convertido en un socio comercial más dinámico y más creíble que EEUU, en consecuencia, salvo Méjico y Canadá, los otros países serán afectados de menor manera en el corto plazo, y, en el largo plazo, buscarán otros socios comerciales.

Tercero, si bien aranceles altos favorecen la inversión dentro de EEUU, el trasladar fábricas o construir nuevas requiere de infraestructura, mano de obra calificada y tiempo. Lo que implica que, en el corto y mediano plazo, se incrementará la inflación y existe una alta posibilidad de recesión.

Cuarto, a diferencia de la ISI latinoamericana, la RISI estadounidense cuenta con un mercado interno muy grande, lo que significa que existe una demanda establecida, que en lugar de ser satisfecha por una oferta importada, la sustituirá por la producción doméstica. Sin embargo, dicha producción no garantiza una mayor capacidad exportadora de EEUU, pues necesitará de grandes aumentos de productividad de las nuevas industrias y servicios, para ser competitivos pues tendrán que afrontar barreras por los aranceles aplicados a productos estadounidenses por los países afectados por la política comercial de Trump.

Quinto, una serie de empresas de EEUU dependen de suministros de insumos (semiconductores) de otros países, que no es fácil sustituirlos en el corto plazo.

Siempre hay la amenaza que los aranceles sean utilizados para devaluar el dólar, y hacer competitivas las exportaciones estadounidenses y de paso reducir el valor de la inmensa deuda externa que tiene el gobierno estadounidense. En todo caso, esta sería una carta escondida.

La pregunta crítica es saber si Trump va a lograr imponerse como un autócrata en su país y cómo un líder mundial. Nos parece que dependerá de dos entornos.

En el ámbito interno de EEUU veremos si su sistema institucional de “checks and balances” frenará sus ímpetus autoritarios y de sus decisiones en los bordes constitucionales. También, veremos si, el sistema político estadounidense es capaz de impedir o de controlar sus decisiones unilaterales. Además, los resultados económicos, que ya se avizoran con el incremento de la inflación, tendrán efectos sobre las elecciones del próximo año que cambiaría la composición del Congreso, hoy dominado por los republicanos.

En el ámbito externo, es probable que varios países menores, que dependen del mercado estadounidense para sus exportaciones (Vietnam, Indonesia) tratarán de adaptarse a los requerimientos de Trump. Pero los países grandes como China, India, Brasil, Canadá y la Comunidad Europea es probable que responderán en función de sus intereses, que no serán los de Trump.

El tiempo lo dirá, pero estamos frente a una amenaza que pretende cambiar el orden mundial en función de intereses estadounidenses, e incluso ir más allá de convertirse en el modelo político a seguir por los sectores conservadores y autoritarios, hoy que la democracia trastabilla.

17.07.2025

[1] La unión europea tiene un PBI parecido 29.2 y la China 23.8 billones de dólares, tomando en cuenta la paridad del poder de compra (PPP)

 

 

04/06/25: De Francisco a León XIV: ¿Quo vadis, mundus?

DE FRANCISCO A LEÓN XIV: La iglesia de las periferias en el siglo XXI

 Efraín Gonzales de Olarte

La Iglesia católica (IC) es de las pocas instituciones que continúa vigente después de más de dos mil años de existencia. Durante estos dos milenios el mundo ha conocido transformaciones tecnológicas, económicas, sociológicas, culturales e ideológicas, cuyas velocidades se acrecentaron progresivamente a partir de los siglos XV y XVI y se aceleraron notablemente con el advenimiento del capitalismo y de la revolución industrial. Frente a estos cambios la IC se mantuvo casi inalterada en sus relaciones con la sociedad por lo menos hasta fines del siglo XIX, dada su doctrina cristiana trascendente y su organización institucional que data del medioevo. En 1891, el Papa León XIII emitió la Encíclica Rerum Novarum, con la cual la IC se comenzó a relacionar con la sociedad a partir de principios morales relacionados con cómo estaba funcionando la sociedad capitalista en su etapa industrial, tomando partido por la situación de los obreros que trabajaban en las fábricas en condiciones inhumanas.

Desde entonces, la IC ha ido generando el “Pensamiento Social de la Iglesia” a través de una serie de encíclicas que la fueron aproximando a los problemas sociales y económicos de las sociedades modernas. En los últimos años el Papa Francisco -el Papa del fin del mundo- promulgó dos encíclicas profundamente relacionadas con los tiempos que vivimos: la Laudato Si (2015) (cuidado de la casa común) y Fratelli Tutti (2020) (hermanos todos). La primera tiene que ver con el cuidado de la “casa común”, nuestra tierra y sus amenazas ambientales, generadas por los efectos negativos del excesivo crecimiento económico basado en energías contaminantes y, la segunda, trata de la fraternidad y la amistad social en un mundo que ha derivado en un individualismo extremo y en la   confrontación y la guerra. Ambas encíclicas proponen que no puede haber cuidado del planeta sin cuidado de las personas y relacionan la justicia ambiental con la justicia social.

Las encíclicas integran fe, razón y acción para promover la dignidad humana, el bien común y la justicia social. Cada encíclica propone una serie de acciones concretas para superar los problemas ambientales, económicos y sociales vigentes, basadas en los valores fundamentales como la verdad, la justicia, la solidaridad y la caridad.

Los llamados a la acción de Laudato Si van por la conversión a estilos de vida sobrios y solidarios, en contra del excesivo consumismo, estilos de vida sostenibles, la adopción de políticas públicas para proteger el medio ambiente, y la promoción de economías circulares y tecnologías éticas. Fratelli Tutti se basa en la parábola del Buen Samaritano; llama a la proximidad de todos, sobre todo de los marginados (migrantes, pobres, descartados), con base en políticas públicas al servicio del bien común que garanticen los derechos humanos, trabajo decente y justicia social, no con base en el populismo ni en la economía basada en el lucro como fin supremos y el rechazo a la violencia, no a la guerra y construir una paz activa mediante la justicia, el perdón (sin olvido) y la memoria histórica.

Todas estas propuestas de acción son en el fondo llamados a establecer nuevos códigos éticos, a renovar la moral individual y pública, sin los cuales el mundo actual tiene un pronóstico reservado en cuanto a su viabilidad como civilización y la sostenibilidad del planeta en las próximas décadas. Pero también, es el medio para la vigencia de la IC, en un mundo regido por las ganancias, las rentas de recursos naturales, el individualismo libertario, la secularización y la pérdida de la espiritualidad cristiana.

Es en estas circunstancias en que es elegido Papa, el Cardenal peruano-americano Robert Prevost, y le toca la inmensa tarea de continuar con la agenda dejada por el Papa Francisco, que es al mismo tiempo proteger a las personas (sobre todo los marginados), salvar al planeta y salvar a la Iglesia. Esto significa seguir promoviendo la IC de las periferias, en este turbulento siglo.

Además, el Papa León XIV deberá incluir en sus preocupaciones la influencia de la Inteligencia Artificial, que, si bien puede ser un poderoso activo para mejorar el bien común, puede también ser muy nociva, si no se desarrollan bases éticas para su uso y para mejorar el mundo, en lugar de empeorarlo.

La crisis social, la crisis ambiental y las amenazas tecnológicas imperan en un mundo saturado de egoísmo, de nacionalismos, de inmensamente ricos, de autócratas, que aceptan la pobreza como un resultado natural del sistema y por la que casi no se puede hacer nada, por falta de caridad y de la sensibilidad que tuvieron Cristo y San Francisco de Asís. ¿Alea jacta est?

Junio 2025

 

21/11/24: Ni desarrollo ni democracia: La “promesa peruana” incumplida

DESARROLLO Y DEMOCRACIA: La “promesa peruana” incumplida

Efraín Gonzales de Olarte

Las relaciones entre crecimiento económico y democracia se fundan en las correspondencias entre economía y política. Por un lado, la economía de mercado se caracteriza por su desigualdad intrínseca y el crecimiento económico tiende a mantener o incrementar dichas desigualdades, a menos que el Estado intervenga para reducirlas. Por otro lado, en la democracia todos somos iguales: un ciudadano un voto.

Estamos, pues, frente a un sistema dual, en el que la economía capitalista se basa en la desigualdad de capitales, de productividades, de ingresos y de oportunidades. Y el Estado democrático, que nos representa como sociedad, se convierte en un igualador de capacidades y oportunidades para poder garantizar viabilidad y sostenibilidad social.

Veamos qué factores generan crecimiento económico y los que generan democracia. El crecimiento económico depende del ahorro/inversión, las innovaciones tecnológicas, la mejora del capital humano (educación, salud, cultura y experiencia), de las productividades y de la demanda efectiva. La democracia depende del pasado histórico (Path dependency) de cada país, de clases medias robustas, desigualdades moderadas, instituciones políticas estables, Estado de Derecho, políticas públicas inclusivas. Se trata de un complejo conjunto de componentes que históricamente se han ido constituyendo, aunque con variados resultados tanto en el crecimiento como en la democracia.

El crecimiento económico es una condición necesaria para la democracia, pero no es suficiente, se requiere que el crecimiento sea distribuido equitativamente a la población, ya sea porque el modelo económico es intensivo en capital humano y genera una clase media robusta o ya sea porque el Estado interviene a partir de sus políticas sectoriales y sociales para generar oportunidades de desarrollo tanto para emprendedores como para trabajadores. Es aquí, en la mezcla de una economía inclusiva y un estado redistribuidor, donde el crecimiento se convierte en desarrollo económico, que es la condición sine quanon para una democracia estable. Esta combinación ha sido exitosa en los países europeos y algunos países latinoamericanos como Uruguay y Costarrica.

En América Latina el desarrollo económico ha sido intermitente e inestable, razón por la cual también sus democracias han sido también perturbadas y frágiles. Sin embargo, existen dos enemigos de la consolidación democrática y del desarrollo: las desigualdades productivas y sociales persistentes en el tiempo y las democracias delegativas y las populistas.

Las desigualdades persistentes de las productividades, de la riqueza y de los ingresos generan, desaliento, incertidumbres y a menudo conflictos sociales, que no abonan a la consolidación social y económica. La igualdad democrática choca con las desigualdades socioeconómicas y generan inestabilidad económica y política, que impide construir modelos o procesos de desarrollo inclusivos con los cuales la gente se identifique y los haga suyos. Es decir, si el crecimiento macroeconómico no genera desarrollo humano de todas las personas, la democracia resulta siendo un cascarón sin sustancia.

Las democracias delegativas -analizadas por el politólogo argentino Guillermo O’Donell)- son la deformación de la democracia representativa, pues genera concentración de poder en el ejecutivo, debilita las instituciones, reduce los mecanismos de rendición de cuentas (accountability horizontal), se basan en el plebiscitarismo y desprecia los límites legales. Al cabo de un tiempo generan gobiernos autoritarios, como es el caso de Venezuela. Finalmente, sus resultados son negativos tanto en la economía como en la política.

Los gobiernos populistas, según el historiador francés Pierre Rosanvallon, son una respuesta a las crisis de legitimidad y representatividad de las democracias modernas, y considera al populismo como una forma empobrecedora de la democracia, aunque reconoce que surge de problemas reales, como el desencanto con las democracias representativas. Los populismos plantean soluciones simplistas que a menudo llevan a crisis fiscales e inflación, además son peligrosos porque eliminan el pluralismo, destruyen las instituciones democráticas y producen gobiernos autoritarios.

En América Latina y en particular en el Perú, hemos tenido democracias delegativas y populistas como las de Alberto Fujimori que siguiendo la ideología neoliberal, generaron crecimiento económico con desigualdades socioeconómicas y regionales, con alta informalidad laboral, lo que debilitó las representaciones políticas y al cabo de algunos años generó una crisis de representación y atomización política, que hace difícil aspirar a la “promesa peruana” de construir un país con desarrollo y con democracia.

11/06/24: Dictadura congresal y centralización del poder en el Perú

DICTADURA CONGRESAL Y CENTRALIZACIÓN DEL PODER

Efraín Gonzales de Olarte

Por definición, las dictaduras son centralistas y desdeñan el carácter democrático de la descentralización del Estado. Lo que está sucediendo en el Perú es un proceso de reducción de la democracia y el crecimiento paralelo de una dictadura del Congreso y la subordinación del gobierno a dicho poder. En consecuencia se está creando un poder centralizado basado en la eliminación o modificación de cualquier atisbo de equilibrio de poderes, de funcionamiento de instituciones importantes como el Jurado Nacional de Elecciones, de la ONPE, o la  JNJ, la modificación de la Constitución con el propósito de cambiar las reglas para impedir la alternancia política, la creación del Senado para que los actuales congresistas creen que pueden ser senadores, y últimamente la prohibición de movimientos regionales para aumentar sus chances de ser elegidos como autoridades en los diferentes niveles de gobierno, pero sobre todo para obligar a los electores regionales que voten por la gavilla de mediocres, cacasenos y cínicos que hoy están en el Congreso, sobre todo APP y FP.

Obviamente, esto es claro proceso de concentración del poder, propio de las dictaduras. El problema es que se trata de una dictadura bastante extraña pues no hay un dictador personificado, no hay un partido con poder político y con ideas de qué hacer con el poder, sino una agrupación de rufianes con angurria de poder, lo que significa que las posibilidades de la arbitrariedad, el desorden y la anarquía están a la vuelta de la esquina. Es una dictadura basada en intereses personales de gente que ha visto en la debilidad de nuestras instituciones y en una ciudadanía asustada, la posibilidad de medrar de los recursos del Estado, algunos para enriquecerse de manera ilícita, otros para usar el poder para dar empleo a sus parientes y amigos. En consecuencia, es una dictadura que es y será incapaz de pensar en la tremenda crisis de pobreza, desigualdad, informalidad y de la creciente incapacidad de las reparticiones del Estado para cumplir sus funciones con eficacia y honradez.

Lo poco que habíamos avanzado en estabilidad jurídica, expectativa de crecimiento económico, reducción de la pobreza y cierta esperanza de un futuro mejor, está siendo destruido por esta dictadura distópica, cuyos integrantes han perdido la vergüenza, la dignidad, los mínimos códigos morales que hacen funcionar a los países civilizados. Nos están llevando a la barbarie y a la destrucción del país.

De esta situación se han dado cuenta los jóvenes, por ello se están yendo o se quieren ir del país (ver encuesta del IEP), personas y empresas con recursos financieros también se están yendo. Para ellos el Perú no tiene futuro con este gobierno, con este congreso y con la sociedad civil que se ha quedado paralizada. Es decir, estamos perdiendo el futuro.

Para las regiones y las poblaciones del Perú profundo la inconstitucional supresión de los movimientos regionales es un arma de doble filo. Por un lado, ha de crear mayor animadversión al Congreso y al gobierno, que puede terminar en violencia, por otro lado, podría ser aprovechado por la treintena de partidos y “partiduchos” que quieren participar en las elecciones del 2026, siempre que la gente recuerde quién es quién. La pulverización de la política terminará en la elección de personas ávidas de medrar del Estado y no por opciones políticas. Es decir, se está generando una dinámica social, que los actuales congresistas creen que los podría favorecer.

Pero lo más terrible de este conjunto de normas aprobadas en el último año es la legalización de actividades delincuenciales como la minería ilegal, la tala de bosques, y la posibilidad de favorecer a los delincuentes comunes al no permitir allanamientos de sus antros y moradas. Claramente una confesión de parte de los que quieren aprobar el proyecto de ley.

Sin embargo, hay pequeñas posibilidades de cambio si la ciudadanía se sacude del marasmo y del miedo. Una posibilidad es la desobediencia civil a varias de las normas aprobadas, lo que podría generar una toma de conciencia sobre lo que viene. Otra es el derecho a la insurgencia dado el carácter dictatorial que ha asumido el Congreso. La otra es volver a las calles, para pedir empleo, mayor lucha contra la pobreza y la derogatoria de todas las “reformas” constitucionales hechas sin referendo y todas las leyes que están acabando con el futuro de los peruanos, sobre todo de los jóvenes. Felizmente, hay movimientos regionales que reaccionarán sobre esta medida anticonstitucional (art 2°) de impedir la libertad de asociación y participación política.

Lima, junio 2024

 

09/04/24: Micro economía y política: como se jodió el Perú

MICRO ECONOMÍA Y POLÍTICA: CÓMO SE JODIÓ EL PERÚ

Efraín Gonzales de Olarte

Nunca pensé que el mercado llegaría a la política, hoy la crisis política peruana se debe a que los políticos, los funcionarios, los gobernantes, han convertido su accionar en un mercado de prebendas, de intercambio de favores monetarios o de puestos de empleo o de poder. Por ello, es más fácil entender lo que está pasando en el Perú con un análisis microeconómico que con los modelos de la Ciencia Política. Cada cual trata de maximizar sus ingresos, sus ganancias, sus rentas y su estabilidad laboral. Desgraciadamente, el papel del político y del gobernante se ha degradado a sólo sus apetitos e intereses personales, no hay ideología política (votan juntos los que se denominan conservadores, izquierdistas, liberales e incluso los independientes) sólo hay intereses económicos particulares.

Estos comportamientos mercantiles de políticos y funcionarios están siendo posibles gracias al monopolio del poder en dos sentidos: Por un lado, tienen la capacidad de arreglar las normas a su conveniencia y no tienen competencia ni control, en la medida que prácticamente ha desaparecido el balance de poderes, al ejecutivo no le conviene fiscalizar al legislativo, porque de hacerlo sería vacado y viceversa, el poder judicial está disminuido y tiene poca capacidad de control y no digamos el penoso Tribunal Constitucional y el Defensor del Pueblo. Por otro lado, al haber cambiado la Constitución y otras normas importantes han concentrado el poder en el Congreso, cuyo poder es ahora monopólico. Como es conocido, el monopolista tiene el poder de fijar precios, salarios y ganancias, sin que nadie pueda competir con él.

¿Cómo llegamos a esta situación? Hay cuatro grandes factores: la degradación de las instituciones políticas y sociales, la irrupción del predominio de la economía de mercado y la reducción del Estado impulsada por la ideología neoliberal, la estructura política definida por la Constitución de 1993 y como resultado de fondo el debilitamiento progresivo de los principios éticos en todos los niveles de la sociedad.

La hiperinflación del primer gobierno de Alan García debilitó la mayor parte de instituciones políticas, sindicales, empresariales y sobre el Estado, generando una profunda crisis que dio lugar a la devaluación de los partidos políticos y a la proliferación de movimientos electorales, uno de los cuales dio pase al gobierno de Alberto Fujimori, quien se dio maña para hundir a los partidos políticos doctrinarios llamándolos “mazamorra negra”, hoy no hay una sola agrupación política que podamos llamar partido. Sin partidos políticos y sin organizaciones laborales y sociales la política se va convirtiendo en una carrera para llegar al gobierno y medrar y corromper. Prueba de ello es que todos nuestros expresidentes están investigados o encarcelados por actos de corrupción y más 1300 (de un total de 1800) gobernadores alcaldes están siendo investigados por actos de corrupción.

Los treinta años de neoliberalismo le dio al mercado y al sector privado toda la responsabilidad de desarrollar al país y al Estado de hacer solo lo mínimo en un país con desigualdades históricas, el resultado es que hubo crecimiento sin redistribución, las ganancias subieron por el ascensor y los salarios por las escaleras y se generó una informalidad laboral que alcanza al 70% de la PEA. La macroeconomía anduvo bien, pero la microeconomía (las economías de las familias peruanas) no. Obviamente, un país con desigualdades sociales, con informalidad y con una gran pobreza rural es un caldo de cultivo para movimientos electoreros populistas y clientelistas y para la corrupción.

La Constitución de 1993 y las normas electorales fueron causantes de la inestabilidad de los gobiernos desde el 2002, pues la elección simultánea de ejecutivo y legislativo no aseguraba la gobernabilidad, pues casi siempre el nuevo presidente no tenía mayoría en el Congreso y tenía que negociar mayorías para llevar a cabo sus políticas y, en el caso de PPK y Castillo, la oposición simplemente no los dejó gobernar y se planteaba claramente las posibilidades de negociaciones turbias. Si se eligiera primero al presidente y luego al congreso, las posibilidades de gobernabilidad serían mayores, pues el gobierno ganador podría tener mayoría en el Congreso. Adicionalmente, el voto preferencial ha sido obviamente el mecanismo generador del mercado político, pues para tener un cargo político (presidente, congresista, gobernador, alcalde) es necesario invertir o tener quien financie la campaña (no olvidar que en las últimas elecciones hay evidencias claras que varios candidatos fueron financiados por narcotraficantes, mineros ilegales), que luego tienes que recuperar la inversión o pagar la deuda. En consecuencia, el marco jurídico es, en parte, el origen del mercado político actual.

Cuando todos estos procesos se fueron combinando se fue creando progresivamente una cultura proclive a la corrupción, en la medida que los propios presidentes (Fujimori, García, Toledo, PPK, Castillo) dieron el ejemplo de cómo aprovechar el poder para fines propios. Ejemplo que fue seguido en todos los niveles de gobierno y, en casi todas las reparticiones del Estado, es evidente que la ética pública se perdió casi totalmente, y la mejor expresión son los congresistas actuales y varios funcionarios investigados por la Fiscalía y por el Poder Judicial. Cuando la crisis llega al nivel ético y moral es muy difícil, aunque no imposible, recuperar los códigos morales mínimos: no mentir, no robar, no engañar, no matar. Creo que en el Perú hay mucha gente que no ha perdido la moral, pero que están asustados por la delincuencia convertida en política.

Para salir de este atolladero habría que pensar cómo hacemos para atacar los orígenes de esta crisis: reinventar los partidos políticos, mejorar el modelo económico, rehacer la Constitución recientemente manipulada y buscar liderazgos institucionales y personales basados en la recuperación de la moral pública y pensar seriamente en el “bien común” como meta de la política y de la gobernanza.

Abril 2024

 

30/03/24: El modelo de Washington y el desarrollo económico

EL MODELO DE WASHINGTON, EL NEOLIBERALISMO Y EL DESARROLLO ECONÓMICO. El caso peruano 1990-2020

Por Efraín Gonzales de Olarte

Editorial. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú

Año: octubre 2023

En estos tiempos de problemas muy coyunturales, hemos perdido la visión de largo plazo, la visión del desarrollo económico, y nos olvidamos del modelo económico “primario-exportador y de servicios” generado en el Perú durante los últimos 30 años. Este modelo ha tenido un período de gran auge seguido de la crisis actual, sin embargo, no ha resuelto los problemas de las desigualdades sociales y regionales, la informalidad, las bajas productividades y el acceso a oportunidades para todos. Lo que ha repercutido en un lento desarrollo humano.

En este libro he abordado el análisis del ciclo económico y político reformista neoliberal que se inició en 1990 y ha llegado a su fin. El Perú aplicó de manera drástica las recetas neoliberales propuestas por los organismos de Washington en los años 90s para superar la profunda crisis heredada del gobierno de Alan García. El principal resultado fue crecimiento sin redistribución, con gran informalidad y con grandes desigualdades. Es decir, “El modelo de Washington” basado en la ideología neoliberal, ha sido otro de los modelos de desarrollo aplicados en el Perú, que no ha llegado a convertir el crecimiento en desarrollo, capaz de resolver los principales problemas de la mayoría de peruanos.

En el libro se ha analizado los distintos modelos de desarrollo aplicados en todo el mundo y muestra porqué algunos países lograron construir modelos exitosos –por ejemplo: los países del sud-este asiático- y otros no -buena parte de los países latinoamericanos y particularmente el Perú-. Las principales características de los modelos exitosos de desarrollo han sido: construyeron procesos de crecimiento basados en la industria exportadora, el principal factor de crecimiento fue el capital humano, todo ello basado en el establecimiento de instituciones económicas y políticas estables y en un entendimiento del Estado con el sector privado empresarial por largo plazo.

Una conclusión importante es que no es posible copiar modelos de desarrollo, cada país debe construir su propio modelo en función de sus experiencias anteriores, tratando de superar los factores que impidieron el éxito de uno u otro modelo. Para ello, obviamente se requiere de acuerdos políticos, económicos e institucionales duraderos, en democracia. Es decir, la polarización y fragmentación social y política no puede llevar al desarrollo.

Hoy tenemos el desafío de recuperar la institucionalidad para recuperar la capacidad de pensar en un modelo de desarrollo integrador y sostenible.

07/03/24: LA QUIMERA DEL DESARROLLO ECONÓMICO EXITOSO

¿Cuándo un modelo desarrollo económico es exitoso?

Efraín Gonzales de Olarte

En el Perú y en buena parte de América Latina hasta ahora no se ha encontrado el modelo de desarrollo económico capaz de resolver los principales problemas de sus habitantes: ingresos y empleo decentes, satisfacer las necesidades básicas y sociales de cada familia, acceso a servicios educativos, de salud e infraestructura básica, asegurar pensiones para la vejez, y la posibilidad de integrarse fácilmente a la sociedad del conocimiento, todo ello manteniendo un medio ambiente saludable. Es verdad que los estándares del desarrollo van aumentando constantemente, en la medida que aumenta el conocimiento, aparecen nuevas tecnologías, la constante expansión de la sociedad de la información y las aspiraciones crecientes de todos para alcanzar mayores niveles de vida y de cultura.

En América Latina se ha ensayado varios modelos de crecimiento: primario-exportador, primario-exportador y semi-industrial, industrialización por substitución de importaciones, primario-exportador y de servicios. En cada tipo de modelo la intervención del Estado ha sido variable, en el primero y el último su presencia ha sido limitada y la iniciativa privada ha constituido el motor del crecimiento, mientras que en los otros el Estado fue el promotor. Además, todos estos modelos han sido impulsados por gobiernos democráticos o alternativamente por gobiernos autoritarios, sino dictatoriales. Es decir, no ha habido estabilidad en los modelos de crecimiento por largas décadas y tampoco democracias duraderas, salvo excepciones como Costa Rica y hasta cierto punto Uruguay. Después de la segunda guerra mundial, el resto de países ha tenido períodos de crecimiento seguidos por etapas de crisis, pero la tendencia del crecimiento promedio ha sido bastante modesta en comparación con los países asiáticos, especialmente los del sud este.

El denominador común de estas tendencias ha sido la inestabilidad económica y política, que no ha permitido generar consensos nacionales para buscar el modelo de crecimiento económico que lleve al desarrollo social y humano. Obviamente, la pregunta que se plantea es: ¿por qué? No es fácil responder a esta pregunta, pero hay varios factores que pueden explicar este fenómeno tan complejo.

En primer lugar, hay factores históricos como la herencia colonial que generó la continuidad de economías primario exportadoras y Estados centralistas. El atraso económico de España y Portugal frente a los países que iniciaron la revolución industrial, impidió algún tipo de industrialización en el siglo XIX, la industrialización de varios países de América Latina sólo comenzó a raíz de la crisis de 1929, generándose la primera ola de industrialización para substituir los productos que ya no se podían importar. Luego vendría la industrialización por substitución de importaciones (ISI), posterior a la segunda guerra mundial, promovida por la CEPAL, que tuvo una década de auge y después entró en crisis, En todo caso fueron procesos de industrialización tardía, cuya principal característica fue producir para el mercado interno y no como los países asiáticos cuyos modelos de crecimiento fueron de industrialización para la exportación.

En segundo lugar, ninguno de los modelos de crecimiento logró resolver el problema de la desigualdad en la distribución de la riqueza y de los ingresos, al contrario, en cada fase de crecimiento económico las desigualdades se incrementaron. El problema central de las desigualdades de ingresos es que generan estructuras de demanda también desiguales, es decir, los que tienen altos ingresos tienen capacidad para importar los bienes industriales y servicios que deseen, en cambio los de bajos ingresos, que son la mayoría, sólo pueden comprar los productos nacionales como alimentos, ropa y algunos servicios y como su demanda agregada es relativamente pequeña no constituye una base para alentar el incremento de las inversiones para aumentar la oferta. De otro lado, las desigualdades son un freno para el desarrollo de los mercados de trabajo y capitales, que se desprende de la baja tasa de inversión. Además, las desigualdades generan tensiones sociales entre los que tienen mucho y los que tienen poco o nada. Ningún modelo de crecimiento y ningún gobierno ha logrado resolver este gran problema. Por ello, cada vez que hay una crisis de crecimiento, salen propuestas políticas de signo contrario para corregirlas, en consecuencia, se genera un péndulo entre políticas pro-mercado y políticas estatistas, generando una inestabilidad que hace perder el norte del desarrollo de largo plazo.

En tercer lugar, dada la discontinuidad de los modelos de crecimiento y las desigualdades inmanentes, la construcción de instituciones económicas, políticas y sociales ha tenido las mismas tendencias: han sido cambiantes frente a cambios en las coyunturas económicas y políticas, no han logrado reducir las desigualdades, por ejemplo: a partir de políticas sociales con metas de largo plazo en educación, salud, infraestructura básica y cultura. Sin embargo, las instituciones económicas (BCRP, SUNAT, SBS, etc.) han sido más estables que las instituciones que manejan las políticas sociales y las instituciones políticas, lo que muestra que los intereses económicos predominan sobre las necesidades sociales. Por otro lado, los partidos políticos, se han ido debilitando y se han ido desconectando de las necesidades de sus electores y del carácter igualador de las políticas estatales, es decir, las preferencias colectivas han perdido sus representantes al llegar al gobierno, con resultados económicos y sociales inciertos para todos.

Frente a este panorama complejo e inestable, uno se pregunta ¿qué se puede hacer para buscar un modelo de desarrollo capaz de resolver los principales problemas de las personas y de la sociedad? Además, ¿Quién debe o podría promover los cambios en base a propuestas que sean convincentes para los electores y los ciudadanos?, pero sobre todo que tengan credibilidad que lo que se promete se ha de realizar. La debacle en América Latina comenzó cuando los partidos que ganaban las elecciones con promesas populistas, al llegar al poder se convirtieron en neoliberales, este fue el caso de Menem en la Argentina y de Fujimori en el Perú. Es decir, se rompió la esencia de un pacto electoral: la credibilidad que progresivamente fue decreciendo y también el rol de los políticos en la promoción del desarrollo.

Las experiencias internacionales de éxito en el desarrollo han tenido varios ingredientes: 1. Mantener una estabilidad política e institucional por largo tiempo. 2. La generación de confianza en el modelo de desarrollo, cualquiera que sea, basado en que sus resultados favorezcan a las mayorías. Uno apoya lo que le favorece. 3. Construir un modelo de crecimiento capaz de aumentar constantemente las productividades, en base a la innovación tecnológica y al empuje del capital humano, acompañado de un Estado capaz de asociarse con el empresariado y, al mismo tiempo, tener una robusta política redistributiva apoyada tanto por el empresariado como por la sociedad civil. Crecimiento con redistribución es la fórmula, es decir una economía mixta en la empresariado y Estado cooperan y que se asocia a un modelo político democrático, con instituciones fuertes y descentralizado.

Obviamente, cada país debe buscar de construir su propio modelo de desarrollo, pero para ello se requiere de consensos, confianza y estabilidad política por 30 o 40 años, es decir por dos generaciones por lo menos. Todo un desafío para la América Latina tropical.

6.03.2024