EL DERECHO SE TRANSFORMA CONSTANTEMENTE con la complicación de la vida política y social que obliga a un mayor conocimiento de sus normas, el derecho ocupa la cúspide en la jerarquía de los valores del espíritu; por ello, la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia, debido a que de cada cien asuntos que pasan por el despacho de un abogado, cincuenta por lo menos, no son judiciales; entonces, se trata de dar consejos y orientaciones en materia de negocios, de familia y otros, a fin de prevenir conflictos futuros.
El crédito de un abogado no viene de los juicios que gana, sino de los que evita, porque «la abogacía moderna, como la medicina, se va haciendo cada día más preventiva que curativa»; resultando necesaria una mayor capacitación y perfeccionamiento a fin de agudizar la inteligencia en la comprensión de los problemas que se presenten y en la búsqueda de posibles soluciones.