Desafíos del Abogado moderno

EL DERECHO SE TRANSFORMA CONSTANTEMENTE con la complicación de la vida política y social que obliga a un mayor conocimiento de sus normas, el derecho ocupa la cúspide en la jerarquía de los valores del espíritu; por ello, la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia, debido a que de cada cien asuntos que pasan por el despacho de un abogado, cincuenta por lo menos, no son judiciales; entonces, se trata de dar consejos y orientaciones en materia de negocios, de familia y otros, a fin de prevenir conflictos futuros.

El crédito de un abogado no viene de los juicios que gana, sino de los que evita, porque «la abogacía moderna, como la medicina, se va haciendo cada día más preventiva que curativa»; resultando necesaria una mayor capacitación y perfeccionamiento a fin de agudizar la inteligencia en la comprensión de los problemas que se presenten y en la búsqueda de posibles soluciones.

El abogado tendrá probablemente nuevos desafíos, pero también se enfrentará a los mismos problemas que existen hoy y existieron antes: hacer justas las desigualdades, a fin de lograr la paz social y el respeto por la dignidad humana.

En ese sentido, las universidades deben proporcionar un muy buen nivel en la preparación académica de los profesionales, en el caso de los abogados, un mayor empleo de la oralidad, siendo necesario recurrir a la retórica y a la oratoria para obtener el conocimiento de técnicas específicas a fin de hablar con propiedad y argumentar debidamente lo que se sostiene.

El abogado, por su mismo nivel de formación, debe tener una filosofía social propia y sobre todo ser muy culto, más aún, debe «saber mucho de todo». En cuanto se refiere al derecho, éste debe ser constante en sus estudios y actualizarse siempre sobre nuevas leyes, decretos y reglamentos, además dominar las leyes sustantivas procesales y especiales, utilizar lenguaje forense en sus escritos, ser amable con sus clientes y tener un amplio dominio de las relaciones humanas.

Sin embargo, toda la ciencia no será suficiente si se pierde de vista lo esencial: el amor a la justicia, el respeto por las personas, honestidad intelectual y honestidad en el ejercicio de su profesión, sin renunciar al ideal de buscar una sociedad más justa y más armoniosa, donde reine la concordia, entendida como una virtud social que alude al buen entendimiento en el orden.

Por eso quiero concluir estas líneas con un deseo y una invocación, anhelando que nunca pierdan las ganas de estudiar y de ser mejores; y en virtud de ello, invoco como lo hacía Bachelar frente a los libros que estaban en su mesa de trabajo: «el hambre nuestra de cada día dánosla hoy», puesto que éste es el único apetito que la humanidad no debiera saciar jamás.■

Texto del artículo «El desafío del abogado», de © JUDITH CUEVA CALLE*, publicado en el diario El Tiempo, el 1 de octubre de 2009.

* Abogada, docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Alas Peruanas. Especialista Legal del Juzgado de Trabajo Transitorio de Piura.

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