Reproducimos dos artículos de El Comercio del 14 de noviembre de 2010
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Una sequía de años afecta a Canas y Espinar, en el Cusco. En tanto, los glaciares de esa región se deshielan a una velocidad impresionante. Dos consecuencias más del calentamiento global
Por: Nelly Luna Amancio Enviada especial
Domingo 14 de Noviembre del 2010
CUSCO. Julia Cusi Hancco es una campesina de 57 años y madre de 7 hijos. Ella señala las montañas y recuerda que antes estaban cubiertas de nieve y eran un rico depósito de agua. No se siente frío en la comunidad campesina de Pampamarca, en las alturas de la provincia de Canas, Cusco. A algunas horas de distancia, cientos de empresarios peruanos se reúnen en la CADE de Urubamba para debatir sobre competitividad y otros asuntos que ayuden al Perú a seguir creciendo económicamente. No intuyen lo que pasa en estas altas tierras andinas: el agua desaparece.
El cielo azul y las nubes como pinceladas blancas se extienden sobre un interminable manto amarillo: los pastizales secos. Julia Cusi dice algo en quechua, pero no le entendemos; no es necesario. La impotencia se lee en su gesto.
Alrededor de nosotros no hay agua, no hay pasto que verdee, sino apenas algunas diminutas parcelas cultivadas. No quiere fotos, solo quiere hablar. Estamos a 3.600 metros sobre el nivel del mar. Aquí antes había chacras y ninguna mosca, hoy impera el polvo y zumban insectos propios de zonas cálidas. El clima definitivamente ha cambiado, y con ello la vida y posibilidades de la gente.
DESPLAZADOS POR LA SED
Cuando Julia Cusi era niña, el tiempo se dividía en temporadas de lluvias y secanos, y ella pastaba sus ovejas acompañada por su perro. Se tenía claro cuándo era tiempo de siembra y cuándo se debía cosechar. Con el paso de los años, las lluvias fueron reduciéndose y el tiempo de sequía se prolongó.
Elar Santander Cusi (28), hijo de Julia, comenta: “Debería llover entre setiembre y abril, pero ahora solo llueve de diciembre a febrero”. A veces ocurre algo peor: llueve en un mes lo que debería llover en tres, y ello desata inundaciones, aludes, entre otros desastres naturales.
Las estaciones –aunque suene increíble– ya no existen en las provincias más altas del Cusco, como Canas y Espinar. No solo llueve poco, también hace más calor. “Los cambios de temperatura son bruscos, hoy puede hacer sol y en la noche una helada”, explica Elar.
La inestabilidad climática ha obligado a muchos a abandonar esta hoy seca y estéril tierra. La migración por causas climáticas es cada vez más frecuente: “se van a la ciudad del Cusco o a Puerto Maldonado a trabajar en la minería ilegal”. Los que no abandonan sus tierras intentan introducir nuevos cultivos, como el maíz, propio de alturas menores.
Elar, el hijo de Julia Cusi, dice que no quisiera irse, que le gustaría estudiar ingeniería para saber cómo traer agua desde una laguna cercana. En Pampamarca, de las cinco fuentes de agua que existían, subsisten dos. La laguna (ubicada a un par de kilómetros) redujo su volumen 20%, apenas en una década. Elar calma a su madre cuando ella dice, con miedo, que tal vez pronto ya nada quede.
MUERTE Y DESEMPLEO
A seis horas en camioneta desde Pampamarca está la comunidad de Ccamanocca, en Espinar, a 4.400 m.s.n.m. En los últimos dos años murieron al menos 20 niños a causa de las heladas.
Aquí viven Sebastián Llasa y sus 7 hijos. El viento levanta con fuerza el techo de calamina de su vivienda. Los manantiales en estas zonas también se están secando.
“La escasez de agua es cada vez más evidente”, dice Jesús Gutiérrez, gerente municipal de Canas, que ha regresado a su tierra tras 20 años y ha notado el déficit del recurso. “Creo que el 30% del presupuesto de la municipalidad debería destinarse a la construcción de reservorios u otros planes de adaptación contra la sequía; los más afectados son los campesinos que viven en las comunidades más distantes”, precisa.
El comunero Alejandro Quispe explica: “Antes no necesitábamos pasto mejorado, nos bastaba con el pasto natural, antes cosechábamos papas más grandes y el ganado daba más leche. Cuando era niño, mis padres tenían buenas cosechas, nosotros ya no. Los alimentos ahora los tenemos que comprar”.
Los campesinos han decidido olvidarse de la agricultura y apostar por la ganadería. Pero a los ganaderos también les va mal. En menos de cinco años, Moisés Arqqe Soncco pasó de tener 200 cabezas de ganado a solo 7. Los animales mueren por falta de forraje, de verdes pastizales, de agua. Así, el trabajo de pastor no tiene sentido en Canas; y ha surgido el desempleo.
LA NOCHE DE LOS MOSQUITOS
Los campesinos aseguran que con los años los días soleados se han incrementado y la temperatura ha aumentado. Con el calor los mosquitos han comenzado a aparecer.
Estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que el alza de temperaturas altera la distribución geográfica de las especies transmisoras de enfermedades tropicales, como la malaria. La OMS sostiene que con una mayor temperatura el mosquito transmisor de la malaria eleva su tasa de reproducción y aumenta su longevidad.
Los estragos del cambio climático ya se padecen y observan en la emblemática región del Cusco. Julia Cusi lo sabe; los empresarios reunidos en la CADE, en Urubamba, no.
CLAVES
En las comunidades de Espinar hay preocupación por el impacto que podría tener la construcción de la represa de Angostura, que captará las aguas del río Apurímac, una de sus fuentes de agua.
En Canas y Espinar, al menos 50% de la población no tiene acceso al recurso agua.
En algunas comunidades de Canas, los manantiales se han reducido hasta en 50%. Esto ha obligado a las comunidades a emigrar hacia otros lugares.