En noviembre de 2016 todavía EEUU estaba en el coche del Acuerdo de Paris. Trump se bajó tan rápido como entró a la Casa Blanca en enero de 2017 y lo acaba de formalizar en agosto ante las Naciones Unidas que ya había anunciado que no renegociará el acuerdo a pedido del gobierno del presidente de los EEUU. Para entonces, de acuerdo con la AEI ya se había estancado el aumento de CO2 por producción de energía eléctrica resultante de una mayor eficiencia y mayor participación de fuentes más limpias. Trump ha prometido ensuciar lo avanzado levantando restricciones para el funcionamiento de plantas de electricidad a carbón.
“World Energy Outlook (Perspectivas de la energía en el mundo, WEO-2016) basándose en distintos escenarios y casos prácticos, y contando con la oportunidad adicional en 2016 de realizar el primer examen exhaustivo de la nueva era inaugurada por el Acuerdo de París. Todos los compromisos climáticos de esa cumbre, que afectan a unos 190 países, han sido examinados en detalle e incorporados a nuestro escenario principal.” Hoy hay que desechar sus conclusiones más optimistas sobre las posibilidades superar la meta de limitar el calentamiento global a 2°C.
En el ínterin Francia, Alemania y China se han puesto a la cabeza en la lucha contra el cambio climático. California, el estado más grande y rico de la unión se ha sumado a ellos, sin embargo, hay todavía que hacer un balance de las consecuencias de la defección de los Estados Unidos. El estimado preliminar es que las metas han de reducirse entre un15% y un 20%.
En Latinoamérica los proyectos energéticos están congelados. La caída del precio del petróleo y la corrupción en Brasil acabaron con el sueño del Presal[1] como fuente de ingresos, pero independiza en el mediano plazo al socio latino del BRIC de fuentes externas de energía, lo que le da una ventaja geopolítica. En Argentina el proyecto de Vaca Muerta (gas de esquisto) está en nada. En Chile las represas del sur quedaron en planes y hoy avanzan en proyectos de energía limpia. Bolivia sigue apostando a la producción de gas y a su exportación a Brasil y Argentina principalmente. Venezuela es el sucio más rico, no puede vender más en un mercado saturado y sus reservas “infinitas” solo pierden valor.
En el Perú el gas se ha convertido en la fuente principal de producción de energía eléctrica, seguido de las hidroeléctricas, mientras las energías alternativas no significan más del 4%. La política energética sigue a la deriva.
Flavio Figallo R.
[1] Efecto de la ruptura del continente primigenio Gondwana el presal guarda una inmensa cantidad de petróleo y gas frente a las costas de Río de Janeiro.