PUERTO BLEST, Argentina (Reuters) – En las orillas del lago Nahuel Huapi, entre las agrestes montañas de la Patagonia argentina, viven algunos de los árboles más antiguos del mundo.
(Reporte de Juan Bustamante, escrito por Kylie Stott, editado por Marion Giraldo)
El alerce de la Patagonia crece a un ritmo extremadamente lento, puede alcanzar una altura superior a los 50 metros y vive más de 2.000 años, lo que lo convierte en uno de los seres más antiguos de la tierra.
Para los científicos, que vienen a estudiarlos desde todas partes del mundo, los alerces ofrecen una excitante imagen de la historia.
El científico argentino Ricardo Villalba, quien contribuyó con el reporte del año pasado sobre cambio climático de Naciones Unidades que ganó el Premio Nobel, investiga qué dicen estos añejos árboles sobre los patrones del cambio climático.
Como otros árboles, los alerces forman cada año una nueva capa de madera sobre su corteza. Por ello, muestras tomadas directamente del tronco pueden dar indicios de cómo era el clima en cada uno de los años de vida del árbol.
“Esto nos ha permitido ver que en algunos sectores de Patagonia, el año 1998 fue el más cálido de los últimos 400 años,” dijo Villalba durante una reciente expedición.
“Las tendencias marcadas de calentamiento que han ocurrido en las últimas décadas no tienen precedente al menos en los últimos 400 o 500 años, que es lo que los registros nos permiten visualizar hasta el momento en el clima de Patagonia,” agregó.
Los anillos de los árboles muestran que las temperaturas durante el siglo XX fueron “anormalmente cálidas” a lo largo de los Andes del sur. Actualmente en su peor momento, la temperatura media del siglo pasado trepó 0,86 grados centígrados frente a la de los 260 años previos.
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En la cercana Estación Biológica de Puerto Blest, Villalba ha podido comparar sus resultados con los de otros científicos.
La evidencia de los anillos de los árboles es lo que los científicos llaman “data proxy,” ya que entienden que la información no es exacta pero que si es corroborada por otra “data proxy” -como la evidencia del retroceso de los glaciares-, puede ser utilizada para sacar conclusiones reales.
Los científicos también han podido usar sus datos para evaluar modelos compuratizados utilizados para predecir el cambio climático.
“En esta parte del mundo, hay un retroceso en las precipitaciones en la última década y un marcado aumento de la temperatura, lo que es totalmente lo que los modelos compuratizados predicen para el cambio global,” dijo el investigador Brian Luckman, de la University of Western Ontario y del InterAmerican Research Institute.
“Así que podemos usar estos resultados para verificar y para testear los modelos computarizados y ver si realmente dan una proyección real de lo que sucedió en el pasado y lo que sucederá en el futuro,” agregó.
Los anillos de los árboles también proveen de una perspectiva de largo plazo para el debate del cambio climático, como evaluar si el calentamiento global es una consecuencia de la actividad del hombre o es parte del ciclo natural de la tierra.
Cuanto más aprenden los científicos sobre los ciclos naturales y los patrones climáticos en el pasado, más posibilidades tienen de responder a ese interrogante.
Y los alerces aún tienen mucha información para dar.
“El alerce tiene la particularidad de permanecer, de ser muy resistente a la destrucción de la madera,” dijo Villalba.
“Con lo cual, uno puede encontrar material enterrado, o material subfósil que puede ser usado para extender estas cronologías en el pasado,” agregó.
Cuando estas cronologías estén compiladas, podrán proveer una nueva fuente de información, actualmente sólo disponible en muestras de aire en hielo glaciar, sedimentos oceánicos y polen antiguo.
Ello servirá para ayudar a los científicos a investigar el pasado, más allá de los registros humanos que comenzaron en 1856, cuando la Sociedad Meteorológica Británica inició su recopilación de datos alrededor del mundo.