El clima de la Tierra tiene guardaespaldas. Por cada tonelada de dióxido de carbono que escupen los tubos de escape y las chimeneas de las centrales térmicas, 500 kilogramos quedan retenidos en océanos y bosques, auténticos sumideros de CO2. Sin embargo, esta ventaja puede acabarse.
Un estudio publicado hoy en Nature sugiere que, en los ecosistemas terrestres de latitudes septentrionales, desde Rusia a Canadá, la absorción de CO2 que se produce en primavera se anula con la liberación de este gas de efecto invernadero en otoño. El circo de la contaminación juega sin red.
Fuente: PúblicoEn las últimas dos décadas, la temperatura en latitudes septentrionales ha aumentado 0,8 grados centígrados en primavera y 1,1 en otoño. Hasta ahora, se pensaba que la dilatación de la primavera a causa del calentamiento aumentaba la actividad fotosintética, caracterizada por la fijación de dióxido de carbono y la liberación de oxígeno.
Sin embargo, un equipo de investigadores del Global Carbon Project, encabezado por Shilong Piao, del Laboratorio de Ciencias del Clima y el Medio Ambiente de París, ha demostrado que el aumento de las temperaturas en otoño intensifica la fotosíntesis, pero sobre todo la respiración de las plantas, el proceso en el que captan oxígeno y liberan dióxido de carbono.
Este estudio tira por tierra la esperanza de que los bosques del norte de Eurasia y América actuaran como un amortiguador frente al calentamiento global, y obliga a los científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC) a recalcular sus predicciones. Los propios autores de la investigación lanzan el guante en Nature a los miembros del IPCC: “El impacto asimétrico del calentamiento en otoño y primavera en el balance de carbono aporta una incertidumbre significativa a las futuras proyecciones”.
Un poco de esperanza
El investigador John B. Miller, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EEUU, advierte en Nature del peligro de la desaparición de los sumideros de carbono. “Desafortunadamente, no tenemos garantía de que los bosques y los océanos sigan absorbiendo el 50% de las emisiones de CO2, y si esta actividad desaparece, sufriremos las consecuencias totales de la utilización de combustibles fósiles”, señala Miller.
Sin embargo, el científico estadounidense abre una puerta a la esperanza: “Dado el aumento de la productividad de la biomasa en los trópicos, y la escasa observación de esta región, no sería de extrañar que allí existieran sumideros de carbono en expansión”. El futuro del planeta se encuentra en las selvas tropicales.
Los Bosques del norte no absorben CO2
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