Santiago Cueto (*), investigador de Grade y profesor de la PUCP, ha escrito un artículo en El Comercio, sobre los resultados para el Perú e la última prueba internacional en la que hemos participado. Reproducimos aquí sus opiniones.
A inicios de diciembre se publicaron los resultados del estudio internacional PISA, que evaluó el rendimiento de estudiantes de 15 años en matemática, lectura y ciencias. En nuestro país, gran parte de la discusión hasta el momento se ha centrado en una lectura parcial de los resultados y la búsqueda de responsables. Sobre esto último, PISA no está diseñada para establecer el éxito o fracaso educativo de gobiernos o programas específicos, sino que más bien funciona como un diagnóstico general del rendimiento de los estudiantes, asociando este a sus características y los contextos en que aprenden y viven.
Sobre el rendimiento de los estudiantes, PISA muestra que en promedio el Perú ha mejorado sustancialmente sus puntajes desde el 2001, y sin embargo seguimos hacia la cola de países participantes. Esto no significa que nuestro sistema educativo sea el peor o de los peores del mundo, como a menudo se ha dicho. PISA es una evaluación organizada por la OCDE para sus países miembros, y en ella se incluyen invitados con menor nivel de desarrollo como el Perú.
No es necesario exagerar los resultados, los existentes son muy preocupantes. Lo que se ha comentado poco es que PISA contiene otra información de sumo interés.
Uno de los resultados más impactantes es que la distancia en rendimiento entre los estudiantes de nivel socioeconómico alto y bajo es mayor en el Perú que en cualquier otro país evaluado. Este resultado confirma lo encontrado en otros estudios. Por ejemplo, un estudio internacional reciente de la Unesco y anualmente las evaluaciones del Ministerio de Educación encuentran resultados educativos más altos para estudiantes de nivel socioeconómico alto, de escuelas privadas, en zonas urbanas y con castellano como lengua materna. Por otro lado, PISA y estudios como Niños del Milenio muestran que los estudiantes con mayor rendimiento por lo general asisten a instituciones educativas con mayores recursos de infraestructura y personal, es decir, tienen mayores oportunidades educativas.
Este no es un problema reciente, por lo que la pregunta relevante es cómo lograr que la educación no sea un instrumento que perpetúe inequidades, sino que ayude al desarrollo de una sociedad más justa. Lo primero en esta línea debe ser seguir participando en evaluaciones y estudios que den datos sobre rendimiento, pero no basta con ver el ránking y el puntaje global, sino que se hace indispensable analizar factores asociados, de modo que con esa base se pueda diseñar políticas orientadas a elevar el promedio al mismo tiempo que se reducen inequidades como las mencionadas. Este debería ser un tema central en las propuestas educativas para la campaña presidencial que recién empieza.
(*) Niños del Milenio/Grade