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Colonizar Marte es una apuesta de mi generación contra todo pronóstico de la actual. Algunos vimos desde un aula y a través de un televisor philips “tropicalizado” en deshilachadas imágenes en blanco y negro, la llegada a la Luna. Algo que desde los 15 años esperábamos ocurriese. Era la primera señal para caminar rumbo a Marte. No sabíamos nada entonces, el extraño licor de la conquista del espacio inaugurado por el spuknik y Laika, nos embriagaba aún en este rincón de un planeta que nacía a la idea de la globalización desde los ojos de Gagarin y Glenn. Todo era fantástico, todo era posible. El fin del mundo y el viaje interestelar.
La guerra fía terminó y colonizar la Luna dejo de ser importante para los políticos. Baikonur y Cabo Cañaveral dejaron de mirar hacia afuera.
Hoy nuevamente la imaginación vuelve a mirar al espacio y Marte es de nuevo una opción. Las razones no son las de la aventura, sino las de la necesidad. Este, nuestro planeta, se muere de irremediable egoísmo. Necesitamos otro para poder salvarlo. No me parece casual que en este contexto llamen nuevamente a la reserva, a los que queremos conquistar el espacio por el solo hecho de estar ahí. Me apunto.