Se levanta el velo sobre un nuevo rostro de la Curia Romana
5.00 p m| 25 abr 13 (LA CROIX/BV).- El cardenal Francesco Coccopalmerio, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, esboza los contornos de una nueva Curia. Más coherente, más conectada con el Papa, con la que incluso él mismo se sentiría mejor acompañado. Sería una Curia más ligera y más eficiente.
Incluso sin anuncio oficial, emerge gradualmente el rostro de una nueva Curia romana, más eficiente y colegiada. Uno de sus promotores, el cardenal Francesco Coccopalmerio, canonista de renombre y presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, ha revelado algunos de sus rasgos en el Corriere della Sera del 22 de abril. Basándose en su experiencia como obispo auxiliar de la muy poderosa diócesis de Milán, entonces dirigida por el cardenal jesuita Carlo Maria Martini, el cardenal Coccopalmerio trabaja, desde las congregaciones generales en el proyecto de una Curia Romana mejor organizada y más consistente. La solicitud fue hecha por los Cardenales de forma masiva durante las reuniones previas al cónclave.
Un “moderador de la Curia Romana”, una especie de “director general”, podría ayudar a la secretaria de Estado, que orientaría sus propias funciones “hacia fuera, a la Iglesia universal”. Los poderes del “moderador” serían, a los ojos del cardenal Coccopalmerio, “limitados a la Curia”. Velaría para que los jefes de los dicasterios tengan acceso “directo y frecuente, por lo menos una vez al mes” al Papa, que no era el caso desde hace algún tiempo, bajo Benedicto XVI. “El Papa debe saber lo que hacen unos y otros”, explica el cardenal. Del mismo modo, los jefes de los dicasterios “deben reunirse regularmente entre ellos, en presencia -o no- del Papa” para alimentar a una visión común de su trabajo y “coordinar sus actividades”.
Tras el anuncio el 13 de abril, del “grupo de ocho cardenales” que representan los cinco continentes -el cardenal Coccopalmerio opina que esto “expresa la necesidad para el Papa de estar en contacto y en comunión con los episcopados del mundo entero”– podría crearse además un consejo de dos a tres cardenales, verdaderamente “romanos”, que ayudarían al Papa en la gestión cotidiana de la Iglesia.
Esta nueva Curia implicaría una redefinición de sus fronteras
Estos principios de reforma han sido también explicitados por monseñor Marcello Semeraro, obispo de Albano (Italia) y secretario del “Grupo de los Ocho”. Íntimo del Papa Francisco desde el sínodo romano del 2001, donde fue brazo derecho de Bergoglio, entonces relator general, dijo el 15 de abril, también en el Corriere que “la última reforma de la Curia fue en 1967, con constitución Regimini ecclesiae universae de Pablo VI, modificada por la Constitución Pastor Bonus de Juan Pablo II en 1988”. “Las estructuras deben adaptarse a las necesidades de la Iglesia de hoy”, dijo. Refiriéndose al “Grupo de los Ocho”, señaló que ve “un pequeño Sínodo regular que reúne obispos de todos los continentes”.
Esta nueva Curia, redimensionada y puesta en marcha, requeriría una nueva definición de parámetros, sobretodo en materia económica. Se corregirá la inconsistencia del presupuesto actual, fuente de pérdidas. Habrá que reagrupar, por tanto, la Prefectura para los Asuntos Económicos, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, y ciertas competencias de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano. Más allá de esta armonización se asoman cuestiones mucho más difíciles: no sólo una refundación del Instituto para las Obras de Religión (IOR), el banco del Vaticano, sino también la unificación de los aspectos económicos y de patrimonio de la Congregación para las Iglesias Orientales, y en especial de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, que se dice han construido, luego de cuatro siglos de historia, un rico patrimonio italiano de varios miles de millones de euros. Además, los temas de los distintos dicasterios podrían armonizarse: Justicia y Paz, Cor Unum, los migrantes y la salud podrían acercarse, así como los Consejos Pontificios para la familia y para los laicos. Algunos dicasterios podrían convertirse en “comités técnicos”.
Las acusaciones de “pauperismo” y “populismo”
Nada de esto será posible sin dolor. Desde ya, algunos están preocupados en Italia por señales de una “demolición del papado”, acusando al Papa de “pauperismo”, o incluso “populismo”. En el periódico Il Foglio del 19 de abril, el experto liturgista Mattia Rossi se hace portavoz de los desilusionados por el Papa Francisco. El ve en el “Grupo de los Ocho cardenales”, una especie de “grillismo vaticano”, similar a la actividad de Beppe Grillo, líder atípico del Movimiento de Cinco Estrellas, que rechaza la legitimidad de la clase política italiana. “Nunca antes un Papa se ha rodeado de un órgano consultivo”, dice Rossi, temiendo “un primado que se torna horizontal, honorífico”.
De hecho surge en este momento una nueva forma de gobierno de la Iglesia. Más sinodal y menos monárquica, más colectiva y menos piramidal, inspirado en el sistema de gobierno que ya opera en el seno de las órdenes y congregaciones religiosas, entre los que están los jesuitas. Un modo que no puede sino desafiar los numerosos “bastiones” locales, a menudo construidos simplemente sobre la inercia burocrática.
Texto de Frederic Mounier. Publicado en “La Croix”. Traducido por Buena Voz.