La religión no fue causa de la guerra en Bosnia; pero sí lo es de la reconciliación
–Iván: Yo acababa de graduarme en la universidad. Había vuelto a casa para buscar un trabajo y unos tres meses después la guerra estalló.
El shock no es fácil de describir. Estaba en la cama a las seis de la mañana cuando escuché los disparos antiaéreos contra los aviones que se aproximaban. Aquel día murieron seis personas de mi ciudad en cinco minutos, y cuatro de ellas no habían cumplido los 20 años.
El segundo shock fue ver todos aquellos refugiados que venían de la región de Mostar, algunos de ellos con 80 años, que nunca antes habían abandonado sus pueblos. Podías ver en sus ojos la confusión y el shock; no podían comprender lo que estaba pasando.
Los equipos médicos atendían sus heridas, pero podías ver el shock y cómo estaban aturdidos. No podía comprender qué necesidad había de todo aquello.
-¿Cuál fue la peor experiencia para usted, Mirela?
–Mirela: Lo peor para mí fue tener que dejar nuestra casa.
Había visto refugiados antes y sentía pena por ellos, pero, de alguna forma, creía que nunca me pasaría a mí. Sentía que no duraría mucho y que sobreviviríamos, pero cuando el autobús vino a recoger a las mujeres y a los niños y nos obligaron a salir de nuestras casas, entonces llegó lo peor. No quería dejar a mi padre y a mi hermano.
Dijeron que habían encontrado sitio en los hoteles de la costa adriática y que era algo bueno. Nos obligaron a irnos.
Para mí la peor experiencia fue ser refugiada y verme obligada a hacer cola para recibir harina, aceite y arroz. Fue humillante y degradante. Era demasiado joven para trabajar y quería estar activa y hacer algo, y lograr que nadie sintiera lástima de nosotros. Quería hacer algo.
-¿Cómo es la relación ahora entre la gente, después de más de diez años del fin de la guerra?
–Iván: Es difícil de decir. Hay una cierta desconfianza, pero puedo asegurarle que también hay buena voluntad en todos.
No creo que nadie que haya sufrido la guerra, aunque sólo sea un día, querría volverla a sufrir otra vez, cualquiera que sea el lado en que se encuentre, y estoy seguro que mi generación no tendrá otra. Hay, no obstante, desconfianza.
Siempre se da ese miedo de que lo que ha ocurrido una vez puede ocurrir una segunda vez.
He aprendido que hay una línea muy fina entre la guerra y la paz. Pensé que nunca ocurriría y aún así la viví y la sufrí, por eso se da este miedo de que pueda volver a ocurrir y, aún así, hay esta esperanza y buena voluntad en todos para que no vuelva a pasar.
-¿Cuál es la situación de los católicos en su país?
–Iván: Lo que estamos intentando ahora, desde hace casi diez años, es establecer una especie de mecanismo que prevenga la dominación de un grupo en particular, algo que no ha funcionado hasta ahora.
Ser croata y católico en Bosnia-Herzegovina es difícil actualmente porque somos una minoría, aunque haya ciertas zonas en las que la mayoría son católicos. Hay tan poco espacio aquí y en el 80% de Bosnia-Herzegovina, que los católicos croatas se volvieron una minoría por la guerra y la limpieza étnica, y estamos abogando de modo desesperado por alguna forma de protección frente a la dominación.
-¿Qué teme para el país?
–Mirela: Mi miedo y decepción se dirigen a la Unión Europea y sus actividades en Bosnia-Herzegovina. Sus discursos están llenos de promesas multiétnicas pero, siempre que los católicos croatas suplican por la reconstrucción de sus iglesias y pueblos, no tienen respuesta. No comprendemos cuál es el problema. Y por eso tenemos miedo del futuro.
Somos cerca de 450.000 católicos los que quedamos y cada año perdemos gente así que, en 10 años, ¿quién quedará?
Si la gente no tiene trabajo, ni posibilidad de practicar su religión, ni posibilidad de educar a sus hijos en su propia lengua, entonces no habrá razones para quedarse. Podemos pedir más sacrificios, ¿pero hasta cuándo?
– ¿Puede decirnos en pocas palabras qué es el proyecto Escuelas para Europa, y por qué es importante?
–Mirela: Es una luz en la oscuridad de Bosnia. Escuelas para Europa es un proyecto importante porque da a la gente, sobre todo a los católicos que todavía quedan en el centro y en el norte de Bosnia, una razón para quedarse y educarse aquí.
La minoría de población católica presionaba a la Iglesia católica para que hiciera algo, porque si no, especialmente los jóvenes, se irían.
Los jóvenes sufrieron durante la guerra y después de diez años nada ha cambiado a nivel económico. Tras el conflicto, no ha habido guerra pero tampoco ha habido paz. Así que la gente se ha ido cansando y ha querido encontrar un futuro mejor en cualquier otra parte.
-¿Cómo comenzó este proyecto?
–Iván: Los padres pensaron que un colegio con su propia lengua – el croata – sería la única oportunidad y la única razón para que sus hijos se quedaran.
El primer proyecto de estos colegios se llevó a cabo y se abrió en Sarajevo. La guerra todavía estaba en marcha. La ciudad era bombardeada cada día. El obispo Pero Sudar cuenta la historia del primer encuentro con los padres implicados en este proyecto: tenía lugar un fuerte bombardeo por lo que el obispo pensó que nadie aparecería porque era imposible abandonar los refugios.
Cuando llegó y vio el pasillo vacío se dijo: “Se acabó el proyecto”. Entonces una hermana franciscana se le acercó y le dijo: “Los padres le están esperando”.
El obispo le respondió: “¿Dónde están?”. “Están en el gimnasio”. “¿Por qué allí?” “Porque hay más de 500 padres”.
Así que bajo un fuerte bombardeo, 500 padres fueron a asegurarse de que habría un futuro para sus hijos. Así que este fue el primer signo de apoyo al proyecto.
-¿Entonces el Proyecto Escuelas para Europa es esencial?
–Mirela: En aquel momento nadie creía que estas escuelas darían futuro y vida no sólo para los croatas y sus hijos sino también para otros.
Estas escuelas muy pronto se convirtieron en las mejores escuelas del estado e incluso los niños ortodoxos y musulmanes pronto comenzaron a inscribirse en ellas. No asistían a las clases de religión pero sí a las otras materias, porque sus padres querían para sus hijos la mejor educación. Así que es de verdad un proyecto increíble y tiene mucho significado para la gente de aquí
-¿Cuántos colegios hay ahora?
–Iván: Hay colegios en Sarajevo, Zenitza y Tuzla. Había un colegio en Konitz, una pequeña ciudad cercana a Mostar, pero debido la emigración masiva de esta ciudad el colegio se cerró.
Imagínese que antes de la guerra había 7.000 familias croatas, pero ahora no hay ni dos niños. Esto ilustra el problema de que hablábamos. Ahora están preparando un nuevo colegio en Bihac. Así que en total hay cinco colegios.
–Ustedes mismos son padres. ¿Son signos como este símbolo de esperanza los que les ayudarían a quedarse en Bosnia-Herzegovina?
–Mirela: Esta es una pregunta difícil. Nosotros, como cualquier padre, siempre intentamos asegurar la mejor vida posible para nuestros propios hijos, pero hasta ahora hemos tenido esperanza.
Ahora bien, ¿sabe?, cuando se sufre la guerra, cuando eres padre con hijos, siempre tienes ese miedo. ¿Es bueno quedarse o es mejor irse a un país en el que las cosas estén mejor y donde es probable que no haya conflictos? Este es un pensamiento constante ante nuestros hijos. Si sólo estuviéramos nosotros, sobreviviríamos y lo afrontaríamos.
– ¿Cuál es su llamamiento a la comunidad internacional?
–Iván: Somos felices. Dios nos ha ayudado; Dios nos ha protegido en aquel momento en particular, pero hacemos un llamamiento a que la comunidad internacional considere una vez más las presiones a las que estamos sometidos para asimilarnos o para que abandonemos nuestro país, debido a que la idea política actual que guía a la comunidad internacional es que los católicos croatas no es necesario que se sientan acogidos en su propio suelo.
-¿A causa de su religión?
–Iván: Aquí, en Bosnia-Herzegovina, tenemos experiencia de trabajar con la comunidad internacional, y cada vez que alguien menciona la religión, o cualquier creencia – católica, ortodoxo o musulmana y la práctica de las mismas – los miembros de la comunidad internacional tienen miedo de la libertad religiosa para practicar la propia fe.
Tengo la impresión de que preferirían que no practicásemos ninguna religión, como si la religión fuese la causa de esta guerra. Creo que si eres un buen creyente – católico, ortodoxo o musulmán – nunca habrías comenzado una guerra.
Pienso que deberían animarnos a practicar nuestra fe y a encontrarnos en un terreno común para vivir en armonía y para no ver en la religión la causa de esta guerra.
– ¿Entonces no es la religión la que les ha dividido en el pasado?
–Mirela: La forma más fácil de explicar la guerra es culpar a la religión, pero en realidad la causa fue económica.
Somos un pueblo capaz de vivir unido. Nosotros – católicos, ortodoxos o musulmanes – hemos vivido juntos durante siglos.
Podemos vivir juntos de nuevo a pesar del conflicto. Tenemos amigos entre los ortodoxos o los musulmanes y entre los serbios. Por supuesto que hay miedo, pero podemos superarlo y podemos construir nuestro futuro unidos.
Sólo pedimos a la comunidad internacional que nos ayude a ser constructivos y a no echar la culpa a la religión por este conflicto porque la religión nunca lo causó.
Si se establece una constitución y una ley que proteja los derechos humanos, la libertad de religión y los derechos de las minorías, entonces no habrá ese miedo, pero esto todavía no se ha establecido de modo claro.
Imagen: Ubicación de Sarajevo en Europa.