Martirio y beatitud de Enrique Angelelli: Argentina tiene su Romero
2:00 p m| 19 jun 18 (GC/TDA).- El papa Francisco reconoció el martirio del obispo Enrique Angelelli, asesinado en 1976 en La Rioja por la represión, y anunció su beatificación, en lo que constituye la primera víctima de la dictadura militar argentina en llegar a los altares. Angelelli fue un obispo que siempre se mostró comprometido con los derechos humanos y cercano a los pobres. Desde su asesinato se transformó en una figura emblemática de quienes pregonan una Iglesia cercana a los excluidos.
La novedad fue transmitida por el propio pontífice al obispo de La Rioja y vicepresidente segundo del Episcopado argentino, Marcelo Colombo, y la ceremonia de beatificación, que constituye el paso previo a ser declarado santo, podría realizarse más adelante este mismo año. Junto con Angelelli serán beatificados los sacerdotes Murias y Longueville, y el laico Pedernera, asesinados también por fuerzas paramilitares. Para la Iglesia, todos sufrieron el “martirio por odio de la fe”.
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La Iglesia católica argentina cuenta ahora oficialmente con los primeros cuatro mártires producto de la cruel represión de la última dictadura. El papa Francisco firmó el decreto que reconoce el martirio del obispo Enrique Angelelli, los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville y el laico Wenceslao Pedernera, asesinados en La Rioja en 1976.
La decisión del pontífice –tras años de estudio de estos casos en la Iglesia de La Rioja y el Vaticano- implica que todos ellos serán declarados beatos en los próximos meses, durante una solemne ceremonia en la provincia. Monseñor Marcelo Colombo venía promoviendo el proceso de beatificación de Angelelli, que se inició en 2014, y de los dos sacerdotes, que comenzó en 2011.
En 2014, la Justicia –tras la reapertura de la causa en 2010- había determinado que la muerte de Angelelli fue un homicidio y condenado al ex general Luciano Benjamín Menéndez y al ex comodoro Luis Fernando Estrella, por considerarlos autores mediatos. La causa contó con el aporte clave de archivos del Vaticano que remitió Francisco.
Monseñor Angelelli murió el 4 de agosto de 1976 en el paraje riojano de Punta de los Llanos, en un hecho que fue presentado inicialmente como un accidente automovilístico (un auto lo cerró, el coche volcó, el prelado quedó inconsciente y recibió un mazazo en la cabeza). Angelelli regresaba a la capital de la provincia junto a su secretario, el padre Arturo Pinto -que también quedó inconsciente-, luego de participar de un homenaje a los curas Murias y Longueville, portando tres carpetas con información que comprometía a jerarcas militares con la represión ilegal, y que no fueron halladas en el lugar.
Días antes, más precisamente la noche del 18 de julio, unos desconocidos que decían ser de la Policía Federal se presentaron en la casa de unas religiosas en la localidad riojana de Chamical, donde estaban cenando los curas Murias y Longueville. Les pidieron a estos que los acompañaran a la ciudad de La Rioja con el pretexto de declarar sobre unos detenidos. Pero fueron llevados a la base aérea local, donde los torturaron y finalmente, los llevaron a las afueras, donde los acribillaron. Sus cuerpos fueron hallados tres días después junto a unas vías por unos obreros.
Poco después, en la madrugada del 25 de julio, cuatro encapuchados golpearon la puerta de la casa de Pedernera, un campesino que había cursado hasta tercer grado y desempeñado como trabajador golondrina, organizador del movimiento rural católico y colaborador de Angelelli. Al abrir, recibió cuatro tiros delante de su esposa Coca y sus tres hijas: María Rosa, Susana y Estela, muriendo en el acto.
Al cumplirse 30 años de su muerte, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Jorge Bergoglio, celebró una misa en la catedral de La Rioja en su memoria. En la homilía señaló que Angelelli recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello. Y citando a Tertuliano dijo: “La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia”.
Entrevista a Marcelo Colombo, obispo de La Rioja (Tierras de América)
El Papa lo llamó por teléfono “pocos minutos después de haber firmado la declaración de reconocimiento del martirio” cuenta a Tierras de América Marcelo Daniel Colombo, obispo de La Rioja (Argentina) desde 2013, y designado arzobispo de Mendoza el mes pasado por Francisco. “Quiero darte la noticia de que hace unos minutos he firmado el decreto en relación con el martirio de Angelelli” sigue diciendo Colombo, y a continuación cita las palabras que escuchó por teléfono invitando a que “el 4 de agosto se festeje en La Rioja esta buena noticia”.
Después me dijo que preparara la beatificación lo antes posible, agrega, remitiendo a la carta que envió a los fieles de su diócesis el 8 de junio, donde habla de un Papa contento y emocionado. El mismo monseñor Colombo fue quien abrió la causa diocesana de beatificación de Angelelli –que terminó en octubre de 2016– “cuya muerte en un supuesto ‘triste accidente de tránsito’ fue aceptada por todos, aunque décadas después se empezó a comprender que en realidad el prelado –muy crítico con la dictadura militar– había sido asesinado porque buscaba las razones por las cuales habían asesinado a otras tres personas que él conocía”.
-Ahora Argentina también tiene su Romero. Asesinado –el obispo salvadoreño– por partidarios de la derecha nacionalista, como Angelelli, cuyo martirio fue reconocido después de muchos años –42 en el caso de Angelelli y 35 en el caso de Romero– y eliminados ambos “por odio a la fe”, como dicen sus respectivos decretos de martirio.
Ambos expresaban una convicción muy profunda sobre el protagonismo de los pobres, sobre la necesidad de una Iglesia más presente de modo testimonial; en ambos se ve el pastor que lee los signos de los tiempos y discierne junto a sus colaboradores y en comunidad, los caminos nuevos. También en ambos casos, la comprensión eclesial de sus muertes estuvo eclipsada por tantos elementos externos de naturaleza política que quisieron acallar el sentido de su entrega; se nota cómo en ambos casos se quiso hacer sentir miedo a pastores y fieles; ambas muertes fueron definitivamente no sólo un modo de acallar sus vidas sino también de “escarmentar” anticipadamente con el miedo a quienes pretendieran continuar ese modo pastoral de amar y servir al pueblo de Dios.
-Y ambos, Romero y Angelelli, fueron atacados –incluso después de su muerte– por algunos sectores de la Iglesia.
Hubo mucho miedo, mucha miopía, mucha incapacidad para leer los signos de Dios, mucho prejuicio.
-¿Y cuáles cree que son las diferencias más evidentes entre los dos martirios?
Si bien ambos hombres fueron intachables en sus vidas, santos pastores que captaron el sentido más pleno de su ministerio, en Romero se da como una suerte de “conversión” en la comprensión de su propia misión, de lo que estaba pasando en El Salvador, de lo que le tocaba hacer a la Iglesia; en cambio Angelelli tiene una vida más lineal en cuanto a su modo de ser, de ver y de sentir su propia misión y la de la Iglesia.
Desde joven se destacó como líder entre sus compañeros: bonhomía, amistad sacerdotal, compromiso con los sectores obreros y estudiantiles fueron parte de sus luchas desde cura joven. Como obispo auxiliar de Córdoba y como obispo de La Rioja profundizó en esas mismas dimensiones, enriqueciéndose con los nuevos desafíos que iba captando. Cuando llegó a La Rioja, todo ese “capital” de experiencia sacerdotal, humano y pastoral, lo puso al servicio de la construcción de una comunidad cristiana identificada con el Vaticano II y con los valores del Reino de Dios. En este sentido, podemos decir que fue un mártir del Concilio.
-Junto con Angelelli se eleva a los altares a los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville, y al laico Wenceslao Pedernera. Dicen que usted insistió mucho en esta “colegialidad de beatos” argentinos.
Juntos trabajaron por el Reino de Dios, juntos dieron la vida por el pueblo de Dios. Carlos Murias es un fraile franciscano conventual, entusiasta, lleno de vida, que se anima a vivir y vibrar con el magisterio de Angelelli, tomando parte en sus desafíos pastorales en los Llanos riojanos; Gabriel Longueville es un sacerdote diocesano francés, de la diócesis de Viviers, con una valiosa experiencia de vida ministerial allí que la pone a disposición del pueblo argentino, primero en Corrientes y luego en La Rioja. En Angelelli encontró un amigo y un testigo creíble que le enriqueció su comprensión del mundo de los pobres, especialmente la religiosidad popular y la capacidad de los pobres para llevar adelante sus vidas en medio de tantos sufrimientos y limitaciones.
Gabriel y Carlos desarrollaron una amistad y colaboración pastoral en la parroquia de Chamical y juntos fueron secuestrados y asesinados. Wenceslao era un trabajador rural que se enamoró de Cristo y su Evangelio ya grande, por “contagio” de su esposa que lo acercó a la vida de fe. Cuando conoció a Cristo, lo siguió de todo corazón en su empeño por un mundo mejor, en su solidaridad como campesino y vecino. De Angelelli recibió la invitación a trabajar y animar el modelo cooperativista cristiano.
Los cuatro estaban animados de ese espíritu cristiano de entrega total. La participación de un mismo proyecto eclesial y el padecimiento de la muerte por esa identificación con Cristo y los pobres les hace participar de eso que Ud. llama con tanto acierto una “colegialidad de beatos”.
-La vida de Bergoglio se cruza con la de Angelelli en varias oportunidades. ¿Puede recordarlas?
No podría contabilizar cuántas veces se encontraron. Pero algunas de esas veces fueron muy significativas: El 13 de junio de 1973 Angelelli había sido apedreado en Anillaco por un sector que no aceptaba sus propuestas en materia de trabajo rural según el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. “Nos cambian nuestras tradiciones; nos cambian la religión” decían los llamados Cruzados de la Fe, algunos inclusive musulmanes, no cristianos.
Ese mismo día, Angelelli recibió al P. Arrupe, famoso Superior General de los jesuitas por aquel tiempo, quien venía asistido por un joven sacerdote, Jorge Bergoglio y otros religiosos de la misma congregación. Angelelli les predicó un retiro; ellos tenían que reflexionar varias cosas, entre ellas la elección del futuro Provincial que sería el mismo Bergoglio. Como Provincial visitó varias veces el oeste riojano donde estaban los jesuitas trabajando: Famatina, Guandacol.
Cuando las amenazas de sectores de la derecha y paramilitares comienzan a sentirse con fuerza en 1975 y comienzos de 1976, Angelelli decide encomendarle la formación de sus seminaristas a la Facultad de San Miguel y es el P. Jorge Bergoglio que asumió ese encargo con mucha responsabilidad, estableciendo un vínculo de amistad profunda con esos tres muchachos que hoy son sacerdotes de esta diócesis; uno de ellos, el P. Quique actualmente es obispo auxiliar de Santiago del Estero.
-¿En qué medida ha dependido del Papa la próxima beatificación de Angelelli?
Es muy interesante escucharlo hablar a Francisco de Angelelli, su convicción sobre la santidad de Mons. Angelelli, su valor frente a los ataques y amenazas, su sincera y eclesial manera de vivir el Concilio, como obispo de una Iglesia que estaba siendo perseguida. Pero la verdad de estas vidas, la nobleza de su entrega, han surgido de las investigaciones, de los testimonios y pruebas ofrecidas.
El Papa fue muy respetuoso de las distintas instancias y pasos que iban dando las diferentes autoridades que intervenían, peritos, teólogos, cardenales, oficiales de la Congregación de las Causas de los Santos, etc. Todos sabíamos que esta causa estaba en el corazón del Papa pero ello era todavía un compromiso mayor que impulsaba nuestras energías y la de cada actor de este proceso.
ENLACE: Leer aquí la entrevista completa
Fuentes:
Tierras de América / Clarín / La Nación
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