“Los Dos Papas” de Netflix: Ficción que roza la realidad
6:00 p.m. | 11 feb 20 (CW/RD).- Es ficción. Esa debe ser la premisa para apreciar lo que desea transmitir la película de Netflix “Los Dos Papas”, y no quedarse en simples juicios que validen cada escena. Sin embargo, que sea ficción no quita que esté basada en la realidad (y que muestre mucho de ella). La parte principal del filme detalla un encuentro entre Francisco y Benedicto XVI (ficción), meses antes que el papa alemán renunciara a su cargo (realidad).
En un diálogo que se hace cada vez más emotivo y que explora los pesares en las conciencias de cada uno, quedan reflejados también dos paradigmas de Iglesia con sensibles diferencias que al final parecen reconciliarse e incluso complementarse. Ha tenido buena aceptación entre la crítica y espectadores, además que ha trascendido también entre un público no católico. Reunimos comentarios que valoran diferentes perspectivas y mensajes abordados en el film.
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Ficción pontificia (Rita Ferrone en Commonweal)
“Cualquier travesía por más gloriosa que sea puede comenzar con un error”. Esa es la observación hecha por el cardenal Jorge Mario Bergoglio en la escena inicial de “Los Dos Papas”, película de Fernando Meirelles, mientras predica a una multitud de gente pobre en un barrio marginal de Buenos Aires. Esa frase señala los temas centrales de la película: cambio, reconciliación y esperanza para el futuro. La escena, rodada en Argentina, se muestra muy intensa por la energía de las personas y el lugar. Un caleidoscopio de color y movimiento pronto se convierte en un momento de quietud y atención enfocada mientras Bergoglio habla. Está de pie en medio de toda esta gente: no por encima de ellos, sino con ellos. Y ellos están escuchando.
¿Pero cuál es el error? La primera respuesta posible que ofrece la película es que Bergoglio (interpretado por Jonathan Pryce) ha decidido renunciar a su cargo al frente de la iglesia de Buenos Aires. Está cansado y aburrido de la tendencia que la Iglesia está tomando, y quiere dejarla. Como sus repetidas cartas al papa Benedicto XVI quedan sin respuesta, planea un viaje a Roma para presionar al Papa en persona para que le permita retirarse.
Y no se imagina que, al mismo tiempo, el papa Benedicto está contemplando su propia renuncia. Lo que impide a Benedicto retirarse, sin embargo, es su temor a que Bergoglio lo suceda. En el cónclave del 2005 en el que Benedicto fue elegido, Bergoglio fue un serio contendiente. El público olvidó este hecho durante el cónclave de 2013; muchos presumieron que Bergoglio salió de la nada. Pero la perspectiva del ascenso de Bergoglio no se le escapó a Benedicto. Él mantuvo un ojo (y un archivo) sobre él. Y no le gustó lo que vio: demasiada voluntad de torcer las reglas y muy poco respeto por la tradición. Benedicto llega a considerar a Bergoglio como su némesis, alguien con quien discrepa tan fundamentalmente que teme lo que podría pasarle a la Iglesia si el argentino ascendiera a la Cátedra de Pedro. Benedicto (interpretado por Anthony Hopkins) decide enfrentar sus temores. Justo cuando Bergoglio se prepara para ir a Roma, Benedicto lo convoca a una reunión cara a cara para sus propios propósitos. “Debe haber recibido mi carta después de todo”, murmura Bergoglio, sin darse cuenta de que hay otra agenda en juego.
Esa es la parte cómica. Y de hecho “Los Dos Papas” está lleno de momentos de humor, surgidos del choque de opuestos, expectativas frustradas y convergencias inesperadas. (Un momento de risa: la banda sonora que acompaña la entrada solemne de los cardenales en la Capilla Sixtina para el cónclave de 2005, de repente hace sonar los acordes de “Dancing Queen” de Abba. ¿Un guiño para Frédéric Martel?). Sin embargo, también es un asunto serio. El encuentro entre Benedicto y Bergoglio se convierte en una conversación de tres días sobre la que se desarrolla la trama central de la película.
El primer encuentro entre los dos hombres tiene lugar en un jardín perfectamente cuidado en la residencia de verano del Papa, un fuerte contraste con las calles bulliciosas de Argentina que acabamos de ver. Y por supuesto esto es un montaje. Todos los clichés sobre las diferencias entre los dos papas se derrumban. Benedicto vive en un aislamiento real. Es severo, incluso censurador. Le preocupa proteger la tradición y la verdad con una “V” mayúscula. En un recordatorio de que las indignidades de la vejez están sobre él, Benedicto recibe órdenes de su reloj de “Seguir moviéndose” cada vez que se detiene en su camino. Sin embargo, es claramente un personaje duro, y su fuerte voluntad se exhibe plenamente. El Papa encarnado por Hopkins sabe que el cambio está en el horizonte, pero se resiste con cada fibra de su ser.
El Bergoglio de Pryce es el perfecto complemento para todo esto. Con ingenio y simpatía, y ayudado por un asombroso parecido con Francisco, Pryce rápidamente ayuda a establecer el contraste entre su personaje y Benedicto. Bergoglio evita el lujo y vive con sencillez. Como un verdadero hijo de Argentina, le apasiona el fútbol y baila el tango. Disfruta de su comida. Sobre todo, le gusta estar con la gente. (En un momento dado, Benedicto llega a la escena y se sorprende al descubrir que Bergoglio se ha hecho amigo del jardinero; juntos están ensalzando los méritos del orégano). En todo momento, y como era de esperar, Bergoglio lleva sus zapatos negros de diario y su famoso maletín negro desgastado. El maletín contiene su carta de dimisión, que pondrá bajo las narices de Benedicto en cada oportunidad, algo que se vuelve más hilarante cada vez que se repite (y se repite a menudo). Su tenaz persistencia en llevar a cabo su misión es un indicador de su propia fuerza de voluntad. No se rinde fácilmente.
A medida que el encuentro avanza, Benedicto procede a desafiar a Bergoglio en su historial, mientras que Bergoglio pone una animada defensa de sus decisiones y prioridades. La discusión que sigue es un rápido repaso de los asuntos de principios filosóficos en los que los dos papas tienen la reputación de estar en desacuerdo, o al menos de tener enfoques prácticos claramente diferentes. Pero esto es tratado de manera sencilla. En ningún momento “Los Dos Papas” se convierte en una película de ideas; no se intenta trazar los matices de sus puntos de vista. Meirelles se aferra firmemente a la fórmula probada de poner dos personalidades opuestas una contra la otra.
Sin embargo, a medida que pasan más tiempo juntos, sus intercambios se vuelven más personales, más íntimos y más humanos. Aprendemos a través de flashbacks sobre cómo el joven Bergoglio decidió convertirse en un sacerdote jesuita. En un momento decisivo de su vida, una conversación casual con un sacerdote reflexivo al que nunca había visto antes y que, por cierto, se estaba muriendo de leucemia, inclina la balanza. ¿La conversación inesperada con un amable desconocido es quizás el error que abre un glorioso viaje?
Pero el viaje no es tan glorioso. A través de los flashbacks, conocemos al joven Bergoglio (interpretado por el consumado actor argentino Juan Minujín). Hay escenas desgarradoras sobre los acontecimientos que ocurrieron durante la dictadura. Bergoglio fue en efecto asesorado por una comunista, una mujer de un laboratorio de química alimentaria a la que respetaba profundamente. Su hija fue secuestrada por el régimen, y ella misma fue luego arrestada y asesinada.
Vemos los errores que comete Bergoglio al ser nombrado provincial de su orden a temprana edad. La película muestra la verdadera historia de cómo ordenó a dos jesuitas que dejaran su ministerio en el frente entre los pobres durante la Guerra Sucia, por miedo a su seguridad, y su suspensión cuando se negaron. Lo que no preveía era que esta suspensión se interpretaría como un levantamiento de la protección de la Iglesia; los dos hombres fueron pronto arrestados, detenidos y torturados.
Muchos años después, uno de estos sacerdotes le perdonó; el otro nunca lo hizo. Nos enteramos de la lucha de Bergoglio con la culpa por no haber hecho más para salvar a los que eran el blanco del régimen. Vemos cómo lleva dentro de sí mismo su propia conciencia de pecado e indignidad al exiliarse en Córdoba, Argentina, donde su comunidad lo ha enviado después de un tumultuoso y divisorio período.
Benedicto, que ahora se muestra conmovido, escucha e intenta consolar a Bergoglio. Comparte su propio sentido de soledad espiritual, y revela su decisión de renunciar al papado. Al final de la escena, Benedicto se siente movido a confesar sus propios pecados, y pide la absolución sacramental, que Bergoglio le da a pesar de estar profundamente sorprendido por lo que ha escuchado.
Los papeles están ahora invertidos. Bergoglio olvida presionar a Benedicto para que acepte su dimisión como arzobispo e intenta en su lugar disuadir a Benedicto de renunciar al papado. ¿Por qué? ¡Porque la tradición lo exige! ¡El reformador no quiere tanto cambio después de todo! Mientras tanto, Benedicto, pierde su resistencia ante la perspectiva de Bergoglio como su sucesor. Tal vez el hombre de Buenos Aires es justo la persona que la Iglesia necesita como pontífice. ¡El defensor de la tradición se convierte en el que rompe con la tradición! Y así debemos entender que los dos hombres se han mirado en el corazón con compasión. Eso lo cambia todo.
Todo esto, por supuesto, es ficción. A pesar de la resolución emocionalmente satisfactoria de la película, debemos recordar que nada de esto sucedió realmente. La conversación nunca tuvo lugar. La confesión y el perdón no se buscaron ni se recibieron. Benedicto nunca apoyó a Bergoglio en el cónclave de 2013 (según muchos periodistas, favoreció a Angelo Scola de Milán y a Marc Ouellet de Quebec), y en cualquier caso un Papa que se retira no elige a su sucesor. No hay pruebas de que Benedicto estuviera particularmente preocupado por la posibilidad de que Bergoglio se pusiera en su lugar, o que cambiara de opinión al final. Aunque Francisco ha mostrado gran amabilidad y atención hacia su predecesor, tampoco han tenido una relación de amistad.
La ficción más preocupante, sin embargo, es la confesión de Benedicto a Bergoglio. Meirelles silencia el diálogo, así que no escuchamos lo que dice. Pero parece que debemos creer que Benedicto confiesa haber reasignado a sabiendas sacerdotes abusadores, algo que no está argumentado en su biografía. La admisión de culpabilidad es precedida por una vaga referencia a Marcial Maciel, el infame abusador sexual que fundó los Legionarios de Cristo. El papel de Ratzinger en ese caso, sin embargo, fue bastante diferente del que implica la película. Lejos de ignorar a Maciel, Ratzinger, en su calidad de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, se esforzó en que fuera removido del ministerio; fue Juan Pablo II quien se resistió. Como Papa, Benedicto finalmente se deshizo de Maciel, sentenciándolo a “una vida de oración y penitencia”.
¿Es posible que Ratzinger reubicó sacerdotes abusadores mientras era arzobispo de Munich? Todo es posible, y ciertamente este tipo de cosas sucedieron en muchas diócesis. Pero no es un hecho conocido que Benedicto lo haya hecho, y en un tema como este, una admisión de culpa está lejos de ser un adorno artístico inofensivo. Más bien es “material radioactivo”.
Obviamente, Meirelles quería dramatizar una relación en la que dos hombres reconocen sus pecados y se confían mutuamente el hecho de sentirse indignos por el gran cargo que han sido llamados a desempeñar. Y a muchos espectadores les gusta ver a los antagonistas llegar al perdón y la reconciliación. La dinámica imaginada entre los dos hombres es el aspecto más atractivo de la película, el más hilarante, y también el más cargado de significado, y la escena de la confesión es parte de ella. Sin embargo, sugerir la complicidad en los escándalos de abusos sexuales sin un anclaje sólido, de hecho, complica innecesariamente las cosas. ¿No había algo que Benedicto sintió remordimiento de representar en su lugar?
Se despliegan travesías gloriosas, a pesar de todos nuestros errores. Y a veces, la tradición y el progreso se encuentran y se abrazan. Ese es el mensaje edificante de “Los Dos Papas”. Si tan solo pudiera suceder en la vida real de Roma.
Dos maneras de entender la Iglesia (Pedro Miguel Lamet)
La polémica despertada por la producción de Netflix “Los dos papas” no ha hecho sino despertar mayor interés por el film del brasileño Fernando Meiralles, que está siendo visto tanto por creyentes como por ateos, indiferentes, viejos y jóvenes.
La intención del director Meiralles no es la literalidad y la autenticidad de los diálogos, sino el contenido de los mismos. Quiere presentarnos a dos hombres admirables que ven el mensaje evangélico desde ópticas distintas: Ratzinger como representante de la verdad inmutable, y Bergoglio como el amor evangélico por encima de la ley.
Ambos, con sus caracteres distintos, sus pasados difíciles, sus aficiones, sus errores importantes. Esto humaniza y acerca las figuras de los dos papas, salpicándolas de anécdotas, humor y experiencias vitales. Esta es quizás la razón por la que este film está cosechando el interés de gentes incluso que no se interesan por asuntos de Iglesia. Los diálogos son excelentes y el espectador disfruta al ver a dos papas hablando de todo como “seres humanos”, como tú y como yo… (leer aquí el artículo completo).
Las diferencias entre Ratzinger y Bergoglio junto a su relación de sucesión (Sergio Rubin)
En la película Benedicto XVI muestra un gran remordimiento por supuestamente no haber combatido con la suficiente energía los casos de abusos sexuales cometidos por miembros del clero. En verdad Ratzinger sufrió en tiempos de Juan Pablo II que no se investigara al fundador de los Legionarios de Cristo, el sacerdote mexicano Marcial Maciel, acusado de múltiples abusos y que llegó a tener varios hijos.
No obstante, ni bien asumió como pontífice, expulsó a Maciel del ejercicio del sacerdocio e intervino su comunidad. Además, se convirtió en el primer Papa en afrontar con energía el flagelo de los delitos sexuales en la Iglesia. Con él comenzaron a delinearse los protocolos de actuación ante una denuncia (como la separación del cura y la denuncia ante la Justicia, entre otros) que luego Francisco profundizaría… (leer aquí el artículo completo).
“Los dos Papas”: qué es real y qué ficción en el nuevo éxito de Netflix (BBC)
La historia, interpretada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, recurre al patrón de dos personajes encontrados en su diferente visión del mundo. A medida que la trama avanza, no solo empatizarán, sino que lograrán cambiar la visión del otro y mostrar una concepción nueva del mundo.
“Los dos papas” presenta dos visiones contrapuestas del dogma, de la vida y de la fe que se cruzan de forma casi arquetípica en la aspiración de un mejor futuro para la crisis de la Iglesia católica.
Pero quizás uno de los elementos que más confusión ha traído es el hecho de que se trate de una obra de ficción “inspirada en hechos reales”: ¿qué es ficción y qué realidad en la cinta de Meirelles?… (leer aquí el artículo completo)
“Los dos Papas”: escuchen a los ancianos (J.J. Beteta en Cinencuentro)
El panorama actual de la Iglesia en Perú y otros países muestra el surgimiento de movimientos político-religiosos conservadores y, principalmente, fundamentalistas. En este contexto, “Los dos papas” viene a ser una película que cuestiona suave y cuidadosamente a esas tendencias.
De un lado, es ligera, fresca y entretenida, lo contrario a los temores y prejuicios terroríficos que utilizan esos grupos en relación con las mujeres y los gays. De otro lado, es crítica con el conservadurismo y propone un cambio, basado en un enfoque empático, tolerante y a través de personajes conflictuados; lo que va en contra del dogmatismo e intolerancia de estas tendencias.
Pero, sobre todo, es una película que se focaliza –aunque no con el énfasis suficiente– en el cambio de comportamiento personal, antes que en las modificaciones doctrinarias (aunque sin rehuir el debate sobre estas). Este énfasis en el cambio de comportamiento va directamente en contra de la sobre ideologización y la agresividad de estas corrientes sectarias, dentro y fuera de la Iglesia.
El talante dialogante y mesurado de la película se corresponde con la personalidad de Bergoglio y sus limitaciones –en tanto obra cinematográfica– seguro que también son un reflejo de los defectos de Francisco. Los años y la experiencia acumulada durante una vida hace a los protagonistas de esta obra, sino más sabios, al menos más comprensivos. En tal sentido, viene al caso el mensaje –por cierto, poco difundido– de Francisco en su encuentro con organizaciones nativas amazónicas en Perú: “Escuchen a los ancianos”… (leer aquí artículo completo).
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Fuentes:
Commonweal / Religión Digital / Cinencuentro / Foto: Venkatarangan