Los rezos medievales en la Iglesia contemporánea
6:00 p.m. | 29 nov 19 (RD).- Desde una sencilla observación sobre diversos aspectos que se renuevan (o no) en la Iglesia, y una noción de “hacer una relectura de muchos de los signos y de la forma en que entendemos a Dios”, un artículo de Andrés Rojas Saavedra -publicado en Religión Digital- plantea que es necesario hacer exégesis de las oraciones que utilizamos a diario y que tienen un modelo o una visión teológica medieval que ya está caduca en nuestro tiempo. El análisis va desde el Antiguo Testamento.
—————————————————————————
En un recorrido por YouTube encontré una noticia sobre la construcción de la nueva catedral de Valledupar (en Colombia). Uno de los sacerdotes interventores de la obra en una entrevista dijo: “estamos construyendo una catedral moderna, no un templo al estilo gótico o de los años 1600 o 1500. Es una arquitectura de nuestro tiempo”.
Me llamó mucho la atención, tanto que me motivó a escribir el tema de este artículo. Unos días atrás había leído un artículo en Religión Digital sobre los ornamentos suntuosos. Según el autor, ya no decían nada al mundo contemporáneo, tal vez un poco radical, pero pude entresacar algo interesante de la lectura, y es, que las capas y los ornamentos de estilo romano, con filacterias de oro, pomposos adornos que usan muchos cardenales, obispos y hasta sacerdotes ya no tienen ninguna razón de ser en una sociedad que está recuperando el sentido de la sencillez en sus vidas, reclamando humanidad en los líderes o que por lo menos debería ir contracorriente de las modas extravagantes al estilo de Lady Gaga.
Volviendo al cauce, pensaba que además de construir los nuevos templos con la arquitectura de nuestros tiempos, es bueno construir nuevas liturgias y nuevas teologías de nuestro tiempo; esto significa hacer una relectura de muchos de los signos y de la forma en que entendemos a Dios, con las luces de los signos de los tiempos. Por eso, que creo que es necesario hacer exégesis de las oraciones que utilizamos a diario y que tienen un modelo o una visión teológica medieval que ya está caduca en nuestro tiempo.
En el Antiguo Testamento
En las Sagradas Escrituras vemos un cambio en el modo de oración. Si nos fijamos en el Antiguo Testamento, a pasos gigantescos, encontramos cómo las plegarias, las súplicas, las alabanzas, los cánticos y los salmos tienen características comunes. En su mayoría los escritores veterotestamentarios piden la intervención de Dios para cambiar ciertas realidades contrarias al pueblo de Israel.
Dicho de otro modo, para que la balanza del destino se ponga del lado de los Israelitas y aplaste a los pueblos enemigos, ejemplos hay muchos, entre ellos el salmo 79: “Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve. La han talado y le han prendido fuego; con un bramido hazlos perecer”.
Las oraciones sálmicas están cargadas muchas veces de un deseo de venganza, que el Señor cambie la suerte, que sean eliminados los malvados, que los perseguidos puedan estar en paz. “Capital de Babilonia, ¡criminal! ¡Quién pudiera pagarte los males que nos has hecho! ¡Quién pudiera agarrar y estrellar tus niños contra las peñas!” (Salmo 136).
Pero las oraciones también son cantos de victoria, agradeciendo a Dios el triunfo del éxodo o la salvación frente a la inminente muerte. “Tu diestra relumbra por su fuerza; tu diestra, Yahveh, aplasta al enemigo. En tu gloria inmensa derribas tus contrarios, desatas tu furor y los devora como paja” (Éxodo 15, 6-7) o “Ananías, Azarías, Misael, bendecid al Señor, cantadle, exaltadle eternamente. Porque él nos ha arrancado del infierno, nos ha salvado de la mano de la muerte, nos ha sacado del horno de llama abrasadora, nos ha rescatado de en medio de la llama (Daniel 3, 88).
La oración de Israel se vive conforme a ciertos momentos, propios del ciclo teológico deuteronómico: el pueblo peca y se aleja del favor de Dios, luego viene el castigo, el arrepentimiento y con él las súplicas de perdón para adquirir el favor de Dios. Dios escucha y los salva del castigo, se renueva la alianza y el pueblo entona un himno de acción de gracias.
Existen también himnos comunitarios para pedir la paz, la lluvia, la salud, por un nuevo rey, etc. Pero encontramos también oraciones personales para dar gracias por un milagro, como por ejemplo Ana, que era estéril y ahora deja de ser la burla de sus coterráneas: “Mi corazón exulta en Yahveh, mi cuerno se levanta en Dios, mi boca se dilata contra mis enemigos, porque me he gozado en tu socorro” (1 Samuel 2, 1). Por la salud como Tobías: “¡Bendito seas tú, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! Te bendigan los cielos, y tu creación entera, por los siglos todos” (Tobías 8, 5).
En los profetas y en algunos salmos escuchamos la voz de los oprimidos y los perseguidos que también imploran el favor de Dios frente a la opresión y la injusticia: “¡Oh juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa. Cantad a Yahvé, alabad a Yahvé, porque ha salvado la vida de un pobrecillo de manos de malhechores” (Jeremías 20, 12-13).
En el Nuevo Testamento
Ya en el Nuevo Testamento encontramos a Jesús, como modelo de hombre de oración, los Evangelios no escatiman en poner a Jesús en sintonía con el Padre a través de su intimidad con Él, muchas veces en la montaña o invocándolo antes de cualquier milagro, alzando los ojos al cielo o como lo presenta el Evangelio de Juan interviniendo en medio de la asamblea o de los discípulos con largos discursos dirigidos a Dios.
Lucas presenta varios cánticos del Antiguo Testamento, con un matiz cristológico y que pone en boca de grandes protagonistas como María, Zacarías, Simeón, Pedro, Pablo, etc (estos últimos en el libro de los hechos de los apóstoles). El maravilloso cántico de María es una relectura del cántico de Ana en el libro de Samuel que ya vimos anteriormente, pero además tiene referencias a algunos salmos. Evoca la actitud de los perseguidos frente a Dios, sumidos en una profunda esperanza.
El Evangelio de Lucas tiene una versión distinta a la de Mateo del Padrenuestro, la oración que ha sido considerada el modelo de todas las oraciones. Para Lucas, alejándose un poco de la visión dual del mundo (platonismo) que comprende el universo con dos mundos en conflicto, el terrero y el celestial, omite o más bien desconoce cualquier referencia al cielo en toda la oración. Es decir, en Lucas no hay: “que estás en el cielo” “que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo”, ni siquiera “líbranos del maligno”.
Pero Lucas también presenta diferencias notorias en el relato de la transfiguración, la nube misteriosa los cubre. A diferencia de Mateo, en el que la nube pareciese estar por encima de los discípulos y nunca se acerca (cfr. Mateo 17, 1- 9; Lucas 9, 28-36).
Ciertamente me siento confundido cuando Lucas es el único que trae el relato de la subida de Jesús a los cielos, relato que no tiene par en ningún otro libro, solo en la obra lucana, claro que con notorias diferencias entre el Evangelio y Hechos. ¿Será un añadido? ¿Un texto bisagra? No será tema de discusión en este momento.
La oración cristiana tiene un carácter escatológico cargado de esperanza, un acontecimiento gozoso: Cristo, que ya está entre los cristianos, que anima, mueve y conforta a los cristianos a pesar de las penumbras. Jesús recalca la confianza y la insistencia del orante, una oración que es sencilla, que nos pone desnudos ante Dios, donde no valen los títulos y los logros religiosos (cfr. Lucas 18, 9-14). Dios no se deja manipular por el Fariseo que se muestra mejor que los demás por cumplir la ley.
La oración de los cristianos se convierte en la súplica confiada de los pobres y pecadores, que reconocen su dependencia al Padre. Una oración que es unitaria, no tiene una visión negativa del ser Humano. Los sinópticos ponen a Jesús en el éxtasis final de su existencia la petición de apartar el sufrimiento, puesto que lo propio de Dios no es la muerte ni la enfermedad, sino la vida (Cfr. Marcos 14, 36 y paralelos).
En Jesús se pone fin a la venganza, invita por el contrario a orar por lo enemigos y por quienes nos persiguen, su oración nunca se vio contrariada ni siquiera en el momento de la cruz, cuando perdona y clama al Padre por la restauración de la dignidad de sus verdugos.
La Edad Media
Pero durante la Edad Media surgieron oraciones pesimistas, dualistas y trágicas que infundían miedo y terror en los orantes. Estas oraciones llegan hasta nuestros días y sus rezagos siguen en muchos ambientes formulando nuevas oraciones con el mismo modelo medieval.
El problema es que nosotros no hacemos exégesis de lo que rezamos, nos hemos vuelto mecánicos, creyendo que hay oraciones especiales para manipular a Dios. Las tragicómicas evocaciones religiosas están muchas veces cargadas de supersticiones.
Proponer un cambio en las oraciones es demasiado complicado, porque tocamos las fibras inamovibles de una Iglesia que ha enseñado a mover todo, menos los rezos. Para entender un poco más el dilema es necesario recurrir al ejemplo de una de las oraciones más extendidas: “Salve Regina”, un himno medieval que se convirtió en oración y que hoy es una de las más difundidas.
Presenta varios problemas, el primero la visión negativa de la creación, la concepción de pecado que nos ha privado (hasta el día de hoy según la oración) de la relación con Dios. “A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas”. Cargado de un negativismo frente al presente de la historia, concluye la primera parte hablando de la existencia humana como un destierro. La Virgen ha retirado su mirada del universo, porque le ha causado estupor que solo el llanto de los hijos y su sufrimiento hará que vuelva a ellos “sus ojos misericordiosos”.
Las oraciones populares
Hasta nuestros días llegan otras oraciones que tienen una carga negativa del ser humano, con una visión medieval que pide castigar el cuerpo y los sentidos, para alcanzar la iluminación espiritual. Oraciones cargadas de sufrimiento y de desesperanza, como por ejemplo la oración de la coronilla de la Divina Misericordia, un rezo ampliamente difundido: “Por Su Dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”. La visión expiatoria de la muerte de Cristo, hace que de alguna manera le recordemos a Dios, que tuvo que enviar a su Hijo para morir en una cruz y que por eso merecemos ser escuchados.
Oraciones con títulos como “oración para casos difíciles”, “oración para conseguir empleo”, “oración para dificultades económicas”, me parecen un crudo ejercicio de piedad solamente como un recetario para aliviar males. Muchas de las oraciones giran en torno a asegurar el modo de vida capitalista y consumista, para que algo tan importante como la vida de Jesús (su sangre) sea derramada sobre objetos, carreteras, casas, etc. para protegerlas del robo o del peligro, es decir, en el fondo, es una oración paranoica, cargada de un sentimiento de inseguridad para no perder riquezas y bienes, contraria totalmente al Evangelio.
Hablo de la oración llamada la Sangre de Cristo: “Con el Poder de la Sangre de Jesús sellamos tierra, puertas, ventanas, objetos, paredes, pisos y el aire que respiramos, y en fe colocamos un círculo de Su Sangre alrededor de toda nuestra familia” (fragmento de la oración). De por sí ya la escena es aterradora, ¿se han puesto a imaginar todos cubiertos de sangre?
Oraciones incoherentes, como la popular jaculatoria que se ha ido introduciendo al final de cada misterio del Santo Rosario, que algunos ponen su origen en Fátima: “Oh mi buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”. No tiene razón de ser. ¿Qué se pretende con dicho rezo? ¿Que suban todas las almas o solo las que son necesitadas de la misericordia de Dios? ¿Qué almas serían salvadas? ¿Nos libramos del infierno rezando la oración o rezando el rosario?
Muchas otras oraciones tienen las mismas características trágicas, que están lejos de la concepción bíblica de la relación con Dios, ya superada la visión dualista del mundo y del hombre que tampoco es cristiana. Pero qué hacer ante el drama de la pobreza y la enfermedad que hace gritar al pobre, pidiendo la compasión divina. Este tipo de oración es la súplica confiada de aquel que espera todo del Padre, muchas veces no buscan la intervención milagrosa, pero sí la fortaleza para afrontar el sufrimiento.
Por último debemos superar la visión pasiva que se tiene de la oración: solo se recurre a ella para pedir favor, no para tener un diálogo cercano con el creador. Nos falta mucho por caminar, empecemos ya.
Fuente:
Texto tomado de Religión Digital