“Revolución cultural” pide el Papa a Universidades eclesiásticas
7:00 p m| 6 feb 18 (RD/VI/BV).- Instituciones más misioneras, con mayor capacidad para dialogar a 360 grados, para mostrar las conexiones entre las diferentes disciplinas científicas y para crear redes en el mundo, son las ideas que resaltan al leer Veritas Gaudium, nueva constitución apostólica que reforma y actualiza los estudios en las universidades y facultades eclesiásticas en el mundo.
Publicada el 29 de enero, desde el título se hace evidente su nexo con la exhortación Evangelii Gaudium del 2013, que representa la guía del Pontificado de Francisco. Y no hay duda que por su naturaleza interdisciplinaria y misión evangelizadora, las propuestas de Veritas Gaudium bien podrían ser acogidas por cualquier universidad católica.
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“La tarea urgente en nuestro tiempo –explica el Papa– consiste en que todo el Pueblo de Dios se prepare a emprender ‘con espíritu’ una nueva etapa de la evangelización. Esto requiere un proceso decidido de discernimiento, purificación y reforma. Y, dentro de ese proceso, la renovación adecuada del sistema de los estudios eclesiásticos está llamada a jugar un papel estratégico. De hecho, estos estudios no deben sólo ofrecer lugares e itinerarios para la formación cualificada de los presbíteros, de las personas consagradas y de laicos comprometidos, sino que constituyen una especie de laboratorio cultural providencial, en el que la Iglesia se ejercita en la interpretación de la performance de la realidad que brota del acontecimiento de Jesucristo”.
Frente a los grandes cambios de nuestra época, frente a la crisis antropológica y medioambiental, se necesita cambiar el modelo de desarrollo. “El problema –escribe Francisco– es que no disponemos todavía de la cultura necesaria para enfrentar esta crisis y hace falta construir liderazgos que marquen caminos. Esta enorme e impostergable tarea requiere, en el ámbito cultural de la formación académica y de la investigación científica, el compromiso generoso y convergente que lleve hacia un cambio radical de paradigma, más aún (me atrevo a decir) hacia una valiente revolución cultural”.
El texto tiene dos partes. En la primera, el proemio, el Papa establece cuatro principios base. En la segunda están las normas comunes, las normas especiales (para las facultades de teología, de derecho y de filosofía) y las normas finales. Un segundo documento anexo, firmado por el cardenal Giuseppe Versaldi, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, contiene las normas aplicativas de la constitución.
El primero de los principios cardinales del documento contenidos en el proemio se relaciona con la “identidad misionera”: hay que volver al kerygma, es decir al corazón del Evangelio, a lo esencial del anuncio cristiano, “es decir, la siempre nueva y fascinante buena noticia del Evangelio de Jesús, ‘que se va haciendo carne cada vez más y mejor’ en la vida de la Iglesia y de la humanidad”.
De esta “concentración vital y gozosa del rostro de Dios, que ha sido revelado como Padre rico de misericordia en Jesucristo, desciende la experiencia liberadora y responsable que consiste en la ‘mística de vivir juntos’ como Iglesia, que se hace levadura de aquella fraternidad universal que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano”.
El segundo criterio es el diálogo a 360 grados y no como “una mera actitud táctica, sino como una exigencia intrínseca para experimentar comunitariamente la alegría de la Verdad y para profundizar su significado y sus implicaciones prácticas. El Evangelio y la doctrina de la Iglesia están llamados hoy a promover una verdadera cultura del encuentro”.
Por ello la urgencia de revisar “desde esta óptica y desde este espíritu, la conveniencia necesaria y urgente de la composición y la metodología dinámica del currículo de estudios que ha sido propuesto por el sistema de los estudios eclesiásticos, en su fundamento teológico, en sus principios inspiradores y en sus diversos niveles de articulación disciplinar, pedagógica y didáctica”.
El tercer criterio que indica el Papa es el de la interdisciplinariedad y de la transdisciplinariedad, es decir tratar de superar la división del saber y de los conocimientos científicos, porque, explica Francisco, “el principio vital e intelectual de la unidad del saber en la diversidad y en el respeto de sus expresiones múltiples, conexas y convergentes es lo que califica la propuesta académica, formativa y de investigación del sistema de los estudios eclesiásticos, ya sea en cuanto al contenido como en el método”.
Hoy, como ya habían notado Pablo VI y Benedicto XVI, “una falta de sabiduría, de reflexión, de pensamiento capaz de elaborar una síntesis orientadora”, y, por lo tanto, la especial misión encomendada al sistema de estudios eclesiásticos requiere volver a descubrir la interdisciplinariedad: “No sólo en su forma ‘débil’, de simple multidisciplinariedad, como planteamiento que favorece una mejor comprensión de un objeto de estudio, contemplándolo desde varios puntos de vista; sino también en su forma ‘fuerte’, de transdisciplinariedad, como ubicación y maduración de todo el saber en el espacio de Luz y de Vida ofrecido por la Sabiduría que brota de la Revelación de Dios”.
El último principio tiene que ver con la capacidad de crear redes: no solo según la óptica del principio de quien más tenga ayude a quien tenga menos, sino tratando de dar valor a las aportaciones positivas y enriquecedoras de las realidades más periféricas.
“En los diferentes pueblos que experimentan el don de Dios según la propia cultura –afirma el Pontífice–, la Iglesia manifiesta su genuina catolicidad y muestra ‘la belleza de este rostro pluriforme’. En las manifestaciones cristianas de un pueblo evangelizado, el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Revelación y regalándole un nuevo rostro. Esta perspectiva —evidentemente— traza una tarea exigente para la Teología, así como para las demás disciplinas contempladas en los estudios eclesiásticos según sus específicas competencias”.
El Papa encomienda “en primer lugar, a las Universidades, Facultades e Institutos eclesiásticos la misión de desarrollar en su labor de investigación esa ‘original apologética’ que indiqué en la Evangelii gaudium, para que ellas ayuden ‘a crear las disposiciones para que el Evangelio sea escuchado por todos’. En este contexto, es indispensable la creación de nuevos y cualificados centros de investigación en los que estudiosos procedentes de diversas convicciones religiosas y de diferentes competencias científicas puedan interactuar con responsable libertad y transparencia recíproca —según mi deseo expresado en la Laudato si—, a fin de entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad”.
Las novedades más técnicas aparecen en distintos ámbitos. Se va desde la actualización de las normativas, que toca todos los documentos posteriores a la constitución de 1979 (este nuevo documento papal se publica a 39 años de la constitución Sapientia christiana, promulgada por Juan Pablo II en la primavera de 1979), hasta las novedades dictadas por los cambios que ha tenido la sociedad, como con el “Bologna process”, el proceso de reforma internacional de los sistemas de educación superior de la Unión Europea (que comenzó en 1999 y al que se sumó la Santa Sede en 2003) para crear el Espacio europeo de educación superior.
Está muy vinculada con este espacio la AVEPRO, Agencia de la Santa Sede para la evaluación y promoción de la cualidad de las universidades y facultades eclesiásticas, instituida por Benedicto XVI para “promover y desarrollar una cultura de la calidad” en las instituciones académicas que dependen directamente de la Santa Sede y para gatantizar estándares de nivel internacional. También están los nuevos acuerdos estipulados en las últimas décadas, así como la institución de maestrías, que no se contemplaba a nivel normativo.
ENLACE: Constitución apostólica Veritas Gaudium (completa)
El documento publicado hoy se ocupa de los estudios universitarios y de las facultades eclesiásticas, pero la Congregación que guía el cardenal Versaldi tiene competencia también sobre todo el mundo de la educación católica, incluyendo las guarderías, primarias y secundarias.
Desde los primeros años hasta las universidades, hay alrededor de 70 milloones de estudiantes que orbitan alrededor del mundo de la educación católica. Por este motivo la Congregación, en vista del Sínodo de los jóvenes, promoverá un cuestionario específico (que se suma al que ya había propuesto la Secretaría del Sínodo) dedicado a los estudiantes de las escuelas secundarias y de las universidades con preguntas sobre cómo viven su fe.
La misión en la revolución cultural de la Educación y Universidad con Francisco (Por Agustín Ortega)
El Papa acaba de promulgar la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium (VG) -la alegría de la verdad-, sobre las Universidades y Facultades Eclesiásticas. Desde la Doctrina Moral y Social de la Iglesia, Francisco invoca una misión promotora del desarrollo solidario e integral de la humanidad, del compromiso ético, público y sociopolítico de los cristianos… esta misión se realiza en el diálogo con el mundo y los pueblos con sus culturas. Impulsando el desarrollo humano y social, espiritual e integral, la igualdad y participación, más justicia y libertad como anhela la humanidad.
Tal como ya afirma San Juan Pablo II en Ex Corde Ecclesiae, la enseñanza anterior sobre estas realidades, “la Universidad Católica, como cualquier otra Universidad, está inmersa en la sociedad humana. Para llevar a cabo su servicio a la Iglesia está llamada -siempre en el ámbito de su competencia- a ser instrumento cada vez más eficaz de progreso cultural tanto para las personas como para la sociedad.
Sus actividades de investigación incluirán, por tanto, el estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la comunidad humana a nivel nacional e internacional. La investigación universitaria se deberá orientar a estudiar en profundidad las raíces y las causas de los graves problemas de nuestro tiempo, prestando especial atención a sus dimensiones éticas y religiosas.
Si es necesario, la Universidad Católica deberá tener la valentía de expresar verdades incómodas, verdades que no halagan a la opinión pública, pero que son también necesarias para salvaguardar el bien auténtico de la sociedad. Deberá darse una especial prioridad al examen y a la evaluación, desde el punto de vista cristiano, de los valores y normas dominantes en la sociedad y en la cultura modernas, y a la responsabilidad de comunicar a la sociedad de hoy aquellos principios éticos y religiosos que dan pleno significado a la vida humana.
Es ésta una ulterior contribución que la Universidad puede dar al desarrollo de aquella auténtica antropología cristiana, que tiene su origen en la persona de Cristo, y que permite al dinamismo de la creación y de la redención influir sobre la realidad y sobre la justa solución de los problemas de la vida.
El espíritu cristiano de servicio a los demás en la promoción de la justicia social reviste particular importancia para cada Universidad Católica y debe ser compartido por los profesores y fomentado entre los estudiantes. La Iglesia se empeña firmemente en el crecimiento integral de todo hombre y de toda mujer. El Evangelio, interpretado a través de la doctrina social de la Iglesia, llama urgentemente a promover “el desarrollo de los pueblos, que luchan por liberarse del yugo del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas y de la ignorancia; de aquellos que buscan una participación más amplia en los frutos de la civilización y una valoración más activa de sus cualidades humanas; que se mueven con decisión hacia la meta de su plena realización”.
La Universidad Católica siente la responsabilidad de contribuir concretamente al progreso de la sociedad en la que opera: podrá buscar, por ejemplo, la manera de hacer más asequible la educación universitaria a todos los que puedan beneficiarse de ella, especialmente a los pobres o a los miembros de grupos minoritarios, que tradicionalmente se han visto privados de ella. Además, ella tiene la responsabilidad -dentro de los límites de sus posibilidades- de ayudar a promover el desarrollo de las Naciones emergentes”.
En la misión de la Iglesia es básico comprender, experienciar que el Evangelio acoge y promueve todas las dimensiones antropológicas, inter-relacionadas, del ser humano. Tales como la espiritual y corporal o material que son inseparables. En la antropología con perspectiva teológica, no se puede disociar la salvación de la creación, ni la fe del amor con su justicia que es la entraña del cristianismo (leer aquí la reflexión completa).
Fuentes:
Vatican Insider / Religión Digital