“La religión no es, y no debe llegar a ser, un pretexto para los conflictos”
5:00 p m| 10 nov 17 (RD/BV).- La II Conferencia Mundial sobre religiones, paz y concordia, realizada esta semana en Madrid, reunió a los líderes de las principales religiones de todo el mundo. En su comunicado final, difundido por el portal Religión Digital, los asistentes resaltaron que la religión no debe ser pretexto para la violencia, sino más bien una “necesidad para el hombre”, para realizar su fin. Es como “una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal, camino de encuentro y reconciliación”.
Reunimos además un par de artículos que aportan en ese mismo ámbito. Un editorial del diario La Nación de Argentina, que hace un recuento de iniciativas locales, convocadas por líderes y organizaciones religiosas para fortalecer la concordia y tolerancia; y una reflexión del teólogo Luis Espina, sobre el poder del diálogo en situaciones complicadas y las condiciones necesarias para que sea fructífero.
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Conferencia por la paz pide “construir puentes para que no se asocie el extremismo a la religión”
Para evitar la violencia, dice el texto, “los líderes religiosos tienen el deber de hacer todo lo posible para garantizar que la religión sea lo que el Todopoderoso quiere: una fuente de bondad, respeto, armonía y paz, mostrando los valores positivos inherentes a cada una de las tradiciones religiosas”.
Los firmantes subrayan el papel de las religiones en la educación. En este sentido, el comunicado insta “a las autoridades y gobiernos de nuestros países para que, a través de la enseñanza y de una formación integral, se pongan de relieve los valores de progreso, de diálogo, de tolerancia y de respeto que representan las religiones, para ayudar a construir sociedades mejores y pacíficas”.
Finalmente, la nota reclama a los medios de comunicación “ejercer su labor de forma constructiva”, rechazando “los prejuicios contra determinadas confesiones religiosas, y siguiendo un modelo que fomente una cultura del encuentro entre los creyentes de las distintas religiones, construir puentes entre religiones y culturas para que no se asocie el extremismo a la religión”.
Comunicado completo de la II Conferencia Mundial sobre religiones, paz y concordia
Los firmantes, representantes del Islam, del catolicismo y del judaísmo así como de instituciones académicas, diplomáticas y gubernamentales de distintos Estados, como conclusión de las Jornadas celebradas en Madrid, el 7 de noviembre de 2017, organizadas por la “Fundación EVSEN”, manifestamos a la opinión pública y a las Autoridades correspondientes, lo siguiente:
1. La religión es una necesidad para el hombre, para realizar su fin, una brújula para orientarlo hacia el bien y alejarlo del mal, camino de encuentro y reconciliación, acompañando a los hombres y mujeres en la búsqueda del sentido de la vida.
2. La religión y la paz van juntas. La religión no es, y no debe llegar a ser, un pretexto para los conflictos o la violencia. Por ello, especialmente los lideres religiosos, tienen el deber de hacer todo lo posible para garantizar que la religión sea lo que el Todopoderoso quiere: una fuente de bondad, respeto, armonía y paz, mostrando los valores positivos inherentes a cada una de las tradiciones religiosas.
3. Las religiones tienen una tarea educativa. En este sentido, instamos a las autoridades y gobiernos de nuestros países para que, a través de la enseñanza y de una formación integral, se pongan de relieve los valores de progreso, de diálogo, de tolerancia y de respeto que representan las religiones, para ayudar a construir sociedades mejores y pacíficas.
4. Pedimos a los medios de comunicación, a los que queremos agradecer su trabajo y profesionalidad, ejercer su labor de forma constructiva, rechazando los prejuicios contra determinadas confesiones religiosas, y siguiendo un modelo que fomente una cultura del encuentro entre los creyentes de las distintas religiones, construir puentes entre religiones y culturas para que no se asocie el extremismo a la religión, de forma que se ponga de relieve la belleza de la fe, y que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza y así evitar transmitir una imagen negativa de lo religioso.
Crónica del Encuentro (Vida Nueva)
“Cualquier contribución a la concordia y a la paz es bienvenida”. Así comenzó su discurso el ministro de Justicia, Rafael Catalá, en la inauguración de la II edición de la Conferencia Mundial sobre Religiones, Paz y Concordia, organizado por la Fundación Evsen, y que se ha celebrado hoy, 6 de noviembre, en Madrid. Y ha añadido: “Debemos tener confianza en la consecución de la paz, a la que todos estamos llamados pese a las complejidades”.
El ministro ha dejado claro que la paz no la puede alcanzar solamente la política, “necesita de la sociedad civil”. Y en este punto, “las religiones pueden y deben ejercer un papel mediador en la búsqueda de la paz”. Catalá citó a Hans Küng para recordar que “la fuerza de las convicciones religiosas tiene que orientarse a la superación de los retos globales de la humanidad, algo que solo ocurrirá si las religiones dejan de debatirse en animosidades mutuas, de atizar conflictos y propagar fanatismo y, si por el contrario, meditan sobre lo que les es común”.
Durante su alocución, el ministro también ha hecho hincapié en la importancia de mantener relaciones de cooperación con todas las confesiones que tienen un notorio arraigo en España, es decir, judíos, musulmanes y evangélicos; amén de los católicos. Y frente a “los gurús que preveían el fin de las religiones, la realidad nos demuestra que nada hay tan vivo como la fe”.
“El acuerdo es la única vía para avanzar”
Sobre la necesidad de dialogar, Catalá ha afirmado que “todos hemos entendido que la vía del acuerdo es la única para avanzar, porque el enfrentamiento a todos perjudica y a nadie beneficia, ni siquiera a aquellos que creen que pueden obtener un rédito a corto plazo”.
También ha recalcado la importancia de “dar espacio a las religiones para conseguir la paz”, ya que, y citando de nuevo a Küng, “no habrá paz entre las naciones sin paz entre las religiones; no habrá paz entre las religiones sin el diálogo entre las religiones”. Y es que “solo desde el diálogo y la confianza mutua podemos conseguir que la paz deje de ser un objetivo para ser una realidad”, ha subrayado.
Los líderes religiosos han firmado una declaración conjunta para fomentar la educación en valores comunes para todas las confesiones. Entre la larga lista, de distintos lugares del mundo destacan: el rabino principal de la Comunidad Judía de Madrid, Moisés Bendaman; el presidente de la Comisión Islámica de España, Riay Tatary; el cardenal arzobispo emérito de Madrid, Antonio María Rouco Varela; el arzobispo castrense, Juan del Río; el gran muftí de Azerbaiyán, Allahshukur Pashazade; el jefe de la Comunidad Judía de Azerbaiyán, Milikh Yevdayev; el prefecto apostólico de Bakú, Vladimir Fekete; el arzobispo de la Iglesia Ortodoxa de Rusia para el Cáucaso, Alexander Ishein; el gran rabino Sefardí de Jerusalén, Shlomo Moshe Amar; o el gran rabino de Venezuela, Isaac Cohen, entre otros.
Rouco: “El diálogo fluye entre las confesiones”
Rouco ha mostrado su alegría porque, “pese a las dificultades, se constata con frecuencia que el diálogo fluye, no solo entre las confesiones cristianas, sino también con musulmanes y judíos”. Es decir, la declaración Nostra Aetate es realidad hoy. Durante sus breves palabras también ha recordado las palabras de Francisco el 20 de septiembre de 2016 en Asís: “Nosotros no tenemos armas, pero creemos en la fuerza mansa y humilde de la oración”. Del mismo modo, el cardenal emérito de Madrid ha destacado que sigue siendo un reto para las confesiones el “crear espacios de diálogo para contribuir al bien común entre todos los ciudadanos, no solo los creyentes”.
Por otro lado, Ali Evsen, presidente de la Fundación Evsen, ha afirmado que “España ha sido siempre el centro de la tolerancia entre las diferentes culturas y ojalá siga siendo así”. En este sentido, la conferencia pretende “promover la formación sobre lo que de verdad enseñan las religiones”.
Por su parte, Allahshukur Pashazade ha indicado que “todos los profetas, como mensajeros de Dios, tienen el objetivo de propagar la religión como elemento de paz, no de violencia”. Por eso, ha sostenido que la violencia es movida por intereses políticos y no por las personas de fe: “Es por esto por lo que nos reunimos hoy, para demostrar que la paz y la concordia entre las religiones es posible”.
Shlomo Moshe Amar, en su intervención, ha instado al resto de líderes religiosos “a colaborar con la paz y el entendimiento para poder transmitirle al pueblo el concepto”. Y, según ha comentado, para ello se necesita de dos elementos fundamentales: el coraje y la verdad. “Tenemos que ser sinceros y actuar desde lo más profundo de nuestro corazón, sin miedo”, ha concluido.
El indispensable diálogo por la paz (Editorial La Nación)
Acostumbrados al enfrentamiento y a la crispación, los ciudadanos parecemos haber olvidado que el diálogo ofrece una muy efectiva ventana de solución para muchos más problemas de los que imaginamos. Ante un mundo convulsionado, desde hace ya varios años somos testigos del trabajo entre nosotros del Instituto del Diálogo Interreligioso de la Argentina (IDI), que, abierto a todos, agrupa a las tres grandes religiones monoteístas. Con el liderazgo del rabino Daniel Goldman, el dirigente islámico Omar Abboud y el sacerdote católico Guillermo Marcó, el entonces arzobispo Jorge Bergoglio propició sus inicios para promover el entendimiento de los hombres de fe, y fomentar el diálogo y la convivencia pacífica. Hoy, el papa Francisco destaca la importancia de fortalecer las religiones porque no se trata de evangelizar a un hermano de otra religión, sino de dialogar para conocerlo cada vez más.
La activa Comisión Arquidiocesana de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso y la Comisión de Diálogo Interconfesional de la B’nai Brith Argentina recordarán, con adhesiones de otras organizaciones, el comienzo del Holocausto judío con la Noche de los Cristales Rotos, la próxima semana.
En San Juan, hace pocos días tuvo lugar el II Congreso Nacional de Diálogo Interreligioso organizado por la Iglesia Metodista entre 16 grupos de distintos cultos. Bajo ese mismo valioso paraguas, el año pasado, por iniciativa de un grupo de argentinos y representantes de diferentes confesiones con asiento en nuestro país, tuvo lugar el I Congreso Mundial de Diálogo Intercultural e Interreligioso, cuya segunda edición se celebra en Ushuaia en estos días bajo el concepto “Una senda hacia la paz” en su propuesta de “conocernos cada vez más para que desaparezca de una vez por todas ese racismo que se origina en la ignorancia de no conocer al otro, o de tener una percepción equivocada de sus creencias o costumbres”, según expresa su presidente, Gustavo Guillermé.
En Ushuaia dialogan destacados representantes de diversos cultos y religiones de nuestro país: la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (más conocidos como Mormones), el Instituto Islam para la Paz, el Seminario Rabínico Latinoamericano M. T. Meyer, la Conferencia Episcopal Argentina, el Congreso Judío Latinoamericano, la Comunión Anglicana Episcopal Ortodoxa, la Iglesia Apostólica Armenia, el Centro Unión Israelita de Córdoba, la Asociación Árabe Argentino Islámica, la Iglesia Ortodoxa Griega, la Comisión Episcopal de Iglesias Orientales y el Centro Simon Wiesenthal, entre otros.
Se sumaron también jueces, estudiosos, expertos, fuerzas armadas, funcionarios y ex presidentes como Luis Alberto Lacalle, de Uruguay; Luis Federico Franco Gómez, de Paraguay, y Eduardo Duhalde, de la Argentina, quienes abordarán los temas que nos alejan de la paz y que, hoy más que nunca, requieren el diálogo y los acuerdos. Cuestiones como el azote del terrorismo internacional, los refugiados y migrantes por religión, el hambre y las guerras, la educación en el diálogo y la libertad de culto, así como el peligro del narcotráfico, constituyen auténticos desafíos para los líderes mundiales. La extensa agenda contempla también la trata de personas y la violencia de género, al igual que la misión clave de la Justicia y su papel en las democracias de América latina.
Muchas preguntas se disparan a partir de estos temas. ¿Es la religión causa de la violencia terrorista o es una herramienta movilizadora de la que se aprovechan determinadas organizaciones terroristas? ¿Está nuestro país a salvo de nuevos atentados? ¿No estamos frente a una oportunidad concreta de enseñar valores como la aceptación del otro, la tolerancia y la libertad religiosa como condiciones para la paz y el fortalecimiento democrático? ¿Cuál es la relación entre narcotráfico, violencia y migración ilegal y cómo puede ayudar el diálogo intercultural e interreligioso a combatir este flagelo?
Deben ser bienvenidos todos los espacios de encuentro y de diálogo sobre cuestiones trascendentales que acerquen a los hombres de buena voluntad hacia la paz social, la integración y la concordia. En esta dirección, hacemos propias las palabras de la oración ecuménica creada para acompañar, en nuestro país, los encuentros entre los diferentes credos: “Buen Dios, concédenos renovar nuestra mente y nuestro corazón dando testimonio de tu presencia a través de nuestras acciones. Que seamos todo lo que exigimos que los demás sean para nosotros. Que cuando me falten fuerzas pueda encontrar el entusiasmo y la alegría siendo útil a mi familia, a mi comunidad, a mi pueblo y a mi país, y así se dignifique nuestra vida. Que tengamos presente que cambias la situación de un pueblo sólo cuando éste se cambia a sí mismo”.
Condiciones para el diálogo y el discernmiento (Extracto – Luis Espina)
Nunca se ha hablado tanto de la necesidad del diálogo y nunca se ha estado tan lejos de ponerse en actitud de diálogo. El procés catalán ha puesto en evidencia que el diálogo no resulta posible cuando no se juega el partido en el campo adecuado, cuando no se ponen las condiciones mínimas para poder establecer una comunicación que conduzca al diálogo.
El discernimiento es más que diálogo, es el procedimiento ignaciano para descubrir lo que hay que hacer en situaciones difíciles de la vida. El Papa Francisco ha popularizado mucho este término, usado en los tratados de espiritualidad y en el argot interno de los jesuitas. El término resulta huidizo en la práctica, porque se trata nada menos que de averiguar lo que conviene hacer en sintonía con la voluntad de Dios.
Aunque aplicar la teoría del diálogo y del discernimiento al momento actual de Cataluña y España resulta del todo utópico, pero para que resalte por contraste, sí puede resultar ilustrativo analizar las condiciones que debe tener el diálogo para que conduzca a un discernimiento de las decisiones que conviene adoptar en situaciones complejas y difíciles de afrontar.
En este momento resulta asequible abordar esta materia, exponer las características del discernimiento, porque el actual P. General de los jesuitas, el venezolano Arturo Sosa, acaba de escribir un extenso informe de siete folios “sobre el discernimiento en común”, una carta interna dirigida a los jesuitas del mundo para orientar el trabajo de descubrir las preferencias apostólicas universales que orienten el trabajo futuro de la Compañía de Jesús, cumpliendo las directrices dadas por la última y reciente Congregación General 36, en la que se realizó precisamente el nombramiento de este P. General.
Sin entrar en las cuestiones internas de los jesuitas, puede resultar útil exponer las características del buen discernimiento, para aproximar así esta visión al momento actual de España y dejar claro lo lejos que esta situación está actualmente de los planteamiento utópicos ideales.
Enumero las características que debe tener todo este proceso, entrecomillando las citas literales del documento:
1. “Escoger bien la materia”. No toda decisión requiere la práctica del discernimiento, pues para que este proceso resulte válido resulta preciso que se arranque “sin tener claro qué conviene hacer, cómo hacerlo o cómo hacerlo de la mejor manera posible”. Por esto resulta imprescindible precisar bien el tema sobre el que se quiere dialogar. De esta forma “se evita la banalización de llamar “discernimiento” a cualquier modo de justificar decisiones”.
2. “Saber quiénes y por qué participan”. Todos -cada uno y los demás- deben saber y aceptar el tema y las condiciones del discernimiento, sin arrancar desde posturas desconocidas o diferentes.
3. “Libertad interior”. Totalmente indispensable es acudir al proceso con “el desapego a lo propio para asumir el bien mayor de todos”, dispuestos a “salir de su propio amor, querer e interés” [Ejercicios 189] y estar convencidos que se puede “crecer como personas (y entidades) en la relación gratuita con los demás”.
4. “”Unión de ánimos””. Una expresión típicamente ignaciana para referirse a “la confianza de unos en otros para motivar la participación activa de todos”.
5. “Conocimiento de cómo se discierne”. El procedimiento ignaciano precisa con detalle las diversas formas de realizar el proceso de discernimiento. Sin entrar en su descripción técnica, sí conviene destacar la importancia que tiene para los participantes el conocer y aceptar las reglas del juego.
6 y 7. Poner todo en común. No se puede acudir al proceso con defensas y cortapisas, sino con total apertura a los demás. En el proceso ignaciano, encaminado directamente a buscar la voluntad de Dios, lo que hay que poner en común es “la oración” y lo que hay que practicar con los demás es la “conversación espiritual”.
8. “Práctica sistemática del examen”. El examen es también un termino ignaciano, pero aquí tiene el alcance más general de someter continuamente a revisión lo que el participante está haciendo o exponiendo.
9. “Establecer cómo se toma la decisión final”. Muy importantes es esta última característica del buen proceso de diálogo y discernimiento: “desde el comienzo mismo del proceso debe establecerse con claridad y todos deben saber y estar de acuerdo en cómo se llegará a la decisión final”; es decir, no se pueden cambiar las reglas de juego durante el partido y hay que asumir desde el principio las formas de actuación establecidas.
ENLACE: Leer aquí texto completo de Luis Espina
Fuentes:
Religión Digital / Vida Nueva / La Nación