No soy un negro, soy un hombre
3:00 p m| 21 jul 17 (VN/BV).- En 1979 el escritor James Baldwin comenzó un escrito, “Remember This House”, que nunca terminaría. El director Raoul Peck toma ese texto como base del impactante documental “I Am Not Your Negro” (2016). Casi cuarenta años después, las palabras de Baldwin siguen sonando actuales. La obra revela con una profundidad implacable el problema de la ignorancia deliberada y de la apatía moral de los seres humanos. Baldwin desmonta la falacia del “sueño americano”, y expone cómo la identidad de Estados Unidos está construida en gran medida sobre la aniquilación y la negación del otro, sea el nativo, sea el negro.
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El racismo y otros odios podrían sintetizarse para Baldwin en que “mi hermano ha matado a su hermano, sabiendo que lo era” y que su justificación proviene de la negación de la humanidad del otro, de negar que “es carne de su carne, hueso de sus huesos”, de hacerlo lo más distante y diferente posible para poder odiarlo y de los relatos que en la historia y en el cine se crearon “para convencernos de que no hubo un crimen”.
Apoyado en material periodístico y publicitario de los años de la segregación en Estados Unidos, el director, Raoul Peck, constata en lo audiovisual lo que la voz narrativa de Baldwin nos revela poéticamente: “se han convertido en monstruos morales”. En los carteles de las manifestaciones de los blancos se lee: “la mezcla de razas es comunista”, “detengan la mezcla racial”, “no iremos a la escuela con negros”, “huelga en contra de la integración”. Una mujer blanca declara preocupada en una entrevista: “Dios perdona el asesinato, perdona el adulterio, pero ahora está enfadado y maldice a todos los que favorecen la integración”.
El discurso religioso toma protagonismo en el documental a través de diversos ángulos. Se narra la convergencia histórica de tres líderes afroamericanos amigos de Baldwin y asesinados: Medgar Evers, en 1963, Malcom X, en 1965, y Martin Luther King Jr., en 1968. Los discursos religiosos sobre cómo enfrentar el racismo van desde la justificación de la violencia contra el opresor y no “poner la otra mejilla” hasta la resistencia pacífica que implica sufrir la violencia sin infligirla. Los choques entre los pensamientos de Malcom y Martin parecían irreconciliables. Sin embargo, confiesa Baldwin, “para cuando habían muerto, sus posiciones se habían vuelto lo mismo”.
“I Am Not Your Negro” es un viaje en el que nos encontramos a nosotros y, por esa vía, encontramos nuestra historia: “nosotros somos nuestra historia”, pero “no es una historia bonita”, porque está llena del miedo y de la rabia que hemos construido; sin embargo, como Baldwin afirma, no podemos ser pesimistas porque aún estamos vivos y porque aún podemos hacernos las preguntas fundamentales: ¿por qué necesito crear a un otro diferente para odiarlo? Y, ¿cómo haré para reconciliarme con él, después de tanto dolor? Sin duda, un documental necesario en estos días en los que, en el umbral de la paz, el odio y la rabia parecen exacerbarse.
Comentario del documental y vida de James Baldwin (Diego Brodersen – Radar. Página12)
Resulta imposible reconocer de inmediato la característica voz de Samuel L. Jackson, con su marcado acento y particular cadencia sibilante. Tampoco se parece a la voz del escritor y activista James Baldwin, a quien de alguna manera el actor encarna en el documental I Am Not Your Negro (literalmente, “Yo no soy tu negro”), una de las más destacadas apuestas de la sección Trayectorias de este Bafici cosecha 2017.
Quizás la idea del realizador Raoul Peck no haya sido otra que partir de una indefinición sonora para poder adjudicarle a ese timbre –por momentos entrecortado, en otros susurrante, en algunas ocasiones duro hasta el punto de quebrarse– una cualidad abstracta y universal. Una voz que unificara otras tantas, infinitas voces, atravesando las distintas geografías y eras de la sociedad estadounidense del último siglo y medio.
“Te confieso que escribo la propuesta que estoy adjuntando en un estado mental dividido. El verano apenas si ha comenzado y ya siento que está a punto de terminarse. Y tendré cincuenta y cinco (¡sí, cincuenta y cinco!) en un mes. Estoy a punto de emprender el viaje. Y este es un viaje, para decirte la verdad, que siempre supe que debería hacer, pero que había deseado, tal vez (ciertamente, había deseado), no tener que hacer tan pronto (…) Los tres hombres, Medgar, Malcolm y Martin, eran hombres muy diferentes”. Así comienza, con imágenes actuales de Nueva York acompañando la voz de Jackson/ Baldwin, el film de Peck. Y así comienza la carta que Baldwin le escribió a su editor, proponiéndole un libro centrado en las vidas y las muertes de tres figuras públicas que marcaron a fuego las luchas por los derechos civiles de los ciudadanos negros de los Estados Unidos, en dos décadas decisivas para los cambios sociales: Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King Jr.
Ese proyecto, imaginado en 1979, ocho años antes de la muerte del autor de Ve y dilo en la montaña y El cuarto de Giovanni, nunca llegaría a completarse. Al menos de manera literal: acoplando ese breve manuscrito epistolar con otros tantos fragmentos de ensayos, entrevistas, notas personales y cartas del autor, I Am Not Your Negro intenta redactar ese texto nunca escrito con las armas del cine: las imágenes y los sonidos.
Negro, homosexual, agitador, talentoso. Por lo tanto, peligroso. Así es descrito entre líneas Baldwin en un informe del FBI, poco después de su regreso a los Estados Unidos y a su Harlem natal, luego de muchos años de exilio en Francia. El mismo Harlem que, según su biógrafo Herb Boyd, hizo que su infancia estuviera marcada por “la pobreza, la intranquilidad y los impredecibles espasmos de violencia”, pero que también escondía “tesoros literarios enterrados, oradores de calles marginales que ensalzaban las virtudes y valores de un futuro de liberación y el coraje grabado con mucho esfuerzo en los rostros de los hombres y mujeres negros que permanecían desafiantes ante la desesperanza”.
Fue precisamente un rostro, el de una chica afroamericana de quince años, el que torció el destino y decidió el regreso del autor a sus fuentes geográficas. En 1957, en Carolina del Norte, Dorothy Counts se transformó en una de las primeras estudiantes de raza negra en ingresar a una escuela secundaria hasta ese momento segregada y la reacción de una mayoría de sus compañeros blancos (y las de sus padres) rebotó en los medios norteamericanos, cruzando rápidamente el océano.
Allí, en un quiosco parisino, Baldwin vio a Dorothy. Peck incluye un puñado de imágenes de ese día, diferente a cualquier otro día en la vida escolar de la Harry Harding High School, la jovencita ingresando en la institución mientras un grupo de alumnos la señala sin la más mínima señal de decoro, otros se burlan de ella con gestos groseros o directamente le gritan cosas en la cara. “Eso me hizo poner furioso”.
El film continúa con una serie de fragmentos escogidos de películas de los años 30: El mundo que baila, un musical temprano protagonizado por Joan Crawford, estrella de cine cuyo rostro le resultaba idéntico –a un jovencísimo Baldwin– al de una mujer negra que atendía un negocio de su barrio; King Kong, con su platinada rubia siendo sacrificada ante la negra y gigante bestia; La diligencia, de John Ford, con su matanza de ese Otro que rastrea e intenta dar caza al hombre blanco; The Monster Walks, olvidado film de horror clase B que presenta por enésima vez un estereotipo duro de matar –el del hombre negro asustado, dócil y dependiente del amo blanco– y la comparación directa con otro personaje también aterrorizado, aunque por cuestiones mucho más razonables, en Ellos no olvidarán, de Mervyn Le Roy: la posibilidad de que le endilguen la autoría de un homicidio por el simple hecho de estar en el lugar y el momento equivocados. Y ser negro… (leer aquí el resto del artículo).
Fuente:
Revista Vida Nueva / Blog Libertad de Conciencia / Página12