La relación religión-Estado en China: herencia del pasado confuciano

6:00 p m| 30 jun 17 (ASIANEWS/BV).- A causa del crecimiento de las religiones, y, en virtud de la complejidad de la relación religión-Estado, este tema se ha convertido en un importante área de investigación para los expertos en estudios religiosos y en estudios chinos. Dada la radical divergencia que existe en la relación religión-Estado en las tradiciones chinas y cristianas, las tensiones entre cristianos y el gobierno contemporáneo chino son, en cierta medida, inevitables.

Sin embargo, considerando las alternativas pluralistas dentro de la tradición cristiana, y la significativa diferencia entre el gobierno de la china comunista y de la China pre-moderna, también subsiste la teórica posibilidad de desarrollar una relación más estable y pacífica entre el Estado y las Iglesias cristianas. Fragmento difundido en el 2016 por el Instituto de Estudios Sino-Cristianos, traducido por AsiaNews.

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Con respecto a las tradiciones religiosas chinas, la primera cosa que debe decirse es que el Estado en la China pre-moderna no era enteramente laico. En efecto, la religión ha jugado un importante rol en la legitimación del gobierno tradicional chino. Quizás también podría decirse que en la China pre-moderna, el Estado mismo era, a su vez, una institución religiosa con el emperador como su primer adivino y primer sacerdote. El mandato divino debía ser ganado y mantenido, no dependiendo del nacimiento, sino en virtud de las buenas acciones o méritos, en el hecho de celebrar importantes rituales religiosos de manera apropiada, gobernando el imperio con eficacia.

Cuando se producía un desastre natural, el rey podía tener que cumplir rituales y ofrecer plegarias por su pueblo, incluyendo la confesión y la ofrenda al Cielo de llevar el peso de la culpa por el bien de su pueblo. Por lo tanto, se supone que el Estado ha de tener el derecho de decidir cuál es la verdadera religión permitida, de destruir todas las herejías y los credos obscenos, que son en mayor o menor medida, los equivalentes de aquello que en la China contemporánea son etiquetados como “cultos malvados”.

Este modelo de “subordinación de la religión al Estado” no se expresa solamente en el establecimiento estatal de un departamento específico, destinado a supervisar y controlar las religiones permitidas por el gobierno. El control o intervención del Estado cubre no sólo aspectos institucionales y referidos al personal, que incluyen el número de templos, monjes y religiosas, sino también las divinidades que se han de adorar.

De hecho, además de la supresión, el Estado también puede absorber la devoción de ciertas divinidades originadas a nivel local en el panteón del culto estatal. Por ejemplo, en el pasado, se creía que Mazu era la diosa capaz de proteger y salvar a los pescadores o a las personas que viajaban por mar, y era muy adorada en las aldeas costeras del sudeste de China. El Estado entonces aprobó el culto, confiriéndole varios títulos honorarios asociados a la función de proteger a la nación, incluso convirtiendo a Mazu en objeto oficial de culto estatal.

Como es natural, la medida de absorción puede ser aplicada no sólo a objetos de adoración, sino también a líderes religiosos y a organizaciones religiosas. Más importante aún es el hecho de que este modelo fue aceptado por los líderes religiosos, incluso por los budistas. El famoso monje budista Dao’an escribe: “Sin encomendarnos al emperador, es difícil promover las cuestiones del dharma”, e incluso llega a decir que “el emperador es la cabeza de la religión”. Incluso durante el período republicano, muchos budistas se esforzaron en reformar el budismo, y algunos de ellos buscaron el apoyo del gobierno.

Visto desde una prospectiva histórica, las políticas religiosas del régimen comunista chino son de fácil comprensión, y sin embargo, discutibles, Son comprensibles porque siguen las “costumbres” heredadas de la China pre-moderna. Son discutibles, porque dada la posición ateísta del marxismo, el gobierno no debiera dirigirse a ninguna divinidad para legitimarse. Si bien la teoría del derecho divino del rey ha sido rechazada, sigue siendo posible legitimar el régimen comunista presentando una teoría marxista de la historia, definida como la verdad de la historia.

De cualquier modo, con la posición anti-religiosa proclamada por el marxismo, la absorción o incorporación de la religión al Estado se ha vuelto mucho más difícil que en la China pre-moderna. Las relaciones religión-Estado en la China pre-moderna eran influenciadas, de un modo significativo, por el confucionismo, que sostenía y era sostenido por un sistema jerárquico socio-político basado en la descendencia. Los seguidores debían ser obedientes al emperador, que representaba la cumbre de la jerarquía. Uno de los serios problemas que éste afronta es que, en la base de la teoría del derecho divino del emperador, se creía que el emperador tenía la autoridad de gobernar sobre cualquier esfera de su propio reino, careciendo de cualquier mecanismo de control y contrapeso que pudiese limitar esta autoridad totalitaria. Las religiones, en particular aquellas de origen extranjero, que no dependían de este sistema socio-político de descendencia, a menudo eran objeto de sospechas, control, llegando incluso a su supresión.

En China, las tensiones en la relación Estado-Iglesia son bastante similares y descienden de aquellas del mundo occidental. La elección de obispos católicos en China repite los problemas de investidura de la Europa medieval. Las modalidades precisas son objeto de negociaciones con el Estado. De todos modos, la Iglesia católica, en línea con sus principios, rechaza la interferencia estatal.

El caso del protestantismo es relativamente más complicado, porque las prácticas varían de confesión en confesión. Bajo el gobierno comunista, las Iglesias protestantes en la China continental se han vuelto post-confesionales, en el sentido de que todas las Iglesias protestantes son reunidas en el Movimiento de las tres autonomías y en el Consejo cristiano de China. Su particular visión teológica en lo que respecta a la relación Estado-Iglesia influencia la relación real entre las Iglesias protestantes y el gobierno comunista.

Un modelo de “subordinación de la religión al Estado” parece inaceptable para las Iglesias protestantes, porque viola el principio de separación entre Iglesia y Estado. De cualquier modo, el caso de la Iglesia de Inglaterra puede evidenciarse como un ejemplo famoso en lo que respecta al reconocimiento del rey o de la reina como jefe supremo en la Tierra. En los hechos, el Estado puede tener ciertos derechos o influencias en las cuestiones eclesiales, incluyendo la elección del clero. Tal como ocurrió con el obispo Ding Guangxun, que fue consagrado obispo anglicano mucho antes de convertirse en líder bajo el gobierno comunista.

De un modo similar, el actual arzobispo anglicano de Hong Kong ha aceptado un nombramiento político para desempeñarse como miembro de la Conferencia consultiva política del pueblo de China. Sin embargo, muchos anglicanos han rechazado el modelo, y decidieron dejar la Iglesia de Inglaterra. Por lo tanto, subordinar un instituto clerical individual al Estado podría no ser una solución eficaz. Por principio, el jefe de Estado de la China comunista debe ser un ateo, y no un cristiano. Por lo tanto, es bastante difícil concebir, tanto para la prospectiva comunista como para la cristiana, que esta persona pueda ser proclamada “Jefe supremo en la tierra” de la Iglesia en China.

La experiencia de los cristianos chinos contemporáneos en la China continental muestra que, en primer lugar, es de fundamental importancia desarrollar un Estado de derecho que limite el poder administrativo. El mismo podría garantizar legalmente y proteger con eficacia los derechos civiles de libertad religiosa, y desarrollar una relación más sana entre Estado y religiones, en particular, el cristianismo, en la iglesia contemporánea.

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Fuente:

AsiaNews

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