El martirio cristiano y los deseos de una “guerra santa”

11:00 p m| 4 ago 16 (VI/BV).- La ola de atentados perpetrados por fundamentalistas islámicos estas últimas semanas en Europa ha sumido a muchas personas en un desconcierto total y las ansias de respuestas fuertes recorren sectores del mundo católico occidental. Pero el testimonio cristiano de los mártires siempre ha tenido un signo muy diferente.

El sacrificio de inocentes, la sangre derramada ha sido semilla para nuevos cristianos, como afirmaba Tertuliano, y ha dado frutos de reconciliación, de perdón, de amor. Reflexión de Andrea Tornielli, acompañada de una entrevista al Patriarca caldeo Luis Rafael I Sako, religioso iraquí y Primado de la Iglesia más herida por las convulsiones del Medio Oriente en los últimos lustros.


La barbarie asesina que llevó a un chico exaltado a degollar a un sacerdote en el altar invocando a Alá ha perturbado e impresiona: por primera vez un sacerdote fallece dentro de una iglesia europea. Lo que sucedió y sigue sucediendo en otros países (desde Turquía hasta Irak, pasando por Siria, la República Centroafricana y Filipinas) se da también en nuestras localidades.

En un pueblito tranquilo de Francia, contra un hombre anciano, bueno e inerme, que durante toda su vida predicó la paz y el amor. Aunque no hay que olvidar que los fundamentalistas islámicos no son los únicos que han monopolizado el asesinato de sacerdotes y obispos: basta recordar el homicidio del obispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, hoy beato, asesinado en el altar por hombres bautizados de los Escuadrones de la Muerte en 1980.

Los terroristas de Daesh, la última de las horribles criaturas que Occidente también contribuyó a crear, llenando de armas a los rebeldes anti-Assad, quieren llevar su “yihad” a los corazones de nuestras ciudades. Quieren llevar el miedo a nuestra cotidianidad. Quieren sacudir nuestras vidas, como ya han hecho en otros países en los que los atentados han sido cotidianos y en los que decenas de miles de víctimas inocentes ya no son noticia.

Daesh, el autoproclamado estado islámico, tiene un objetivo claro: unir a su alrededor a los musulmanes sunitas. Para hacerlo debe llevar su “guerra santa” y su “enfrentamiento de civilizaciones” a nuestra casa. Debe hacernos “sentir en guerra” como occidentales, como cristianos, como descendientes de los “cruzados”. Debe hacernos olvidar que la gran mayoría de las víctimas del terrorismo fundamentalista islámico es musulmana.

Frente a todo esto, no podemos simplemente ver hacia otra parte. Pero sería seguirles el juego a los terroristas pensar que hay que responder a su “yihad” con una “guerra santa” de signo opuesto. E invocar actitudes que asuman la lógica de la “guerra santa”, como hacen ciertos sectores del mundo católico europeo, no significa solo darle la victoria al Califato, hacer exactamente lo que los asesinos fundamentalistas pretenden y buscan. Significa también, principalmente, olvidar todo lo verdadero que hay en la experiencia de la fe cristiana. La que se vive auténticamente y la que no se convierte ni en ideología identitaria ni en movimiento político-cultural.

Hay, efectivamente, una manera para hablar sobre lo que ha pasado en Francia, un modo para hablar de las persecuciones de los cristianos, que no tiene nada de cristiano, aunque quien lo haga se sienta parte militante del catolicismo occidental.

Las únicas palabras auténticamente cristianas son las que en estas horas recuerdan que la realidad del martirio pertenece desde el principio a la vida de la Iglesia. Una experiencia que siempre ha estado presente. “Si me han perseguido a mí, los perseguirán también a ustedes”, dijo Jesús. Los mártires cristianos, como recordó el Papa Francisco antes de su viaje a Armenia del mes pasado, son personas normales, hombres, mujeres, niños. Desde siempre el sacrificio de inocentes, la sangre derramada ha sido semilla para nuevos cristianos, como afirmaba Tertuliano, y ha dado frutos de reconciliación, de perdón, de amor.

La mirada de fe demuestra cuál es la única y verdadera respuesta a los últimos hechos de sangre, que nos sacuden en nuestras burbujas de indiferencia. Como hace algo tiempo testimonió aquella anciana copta cristiana, que no sabía leer ni escribir y que no se movió de su pobre casa de barro a orillas del Nilo. Se negó a maldecir a los que degollaron a su hijo en la costa de Libia. No los maldijo, sino que rezó por su salvación. Y en esta aparentemente “débil” respuesta no se refleja solo una de las cimas de la civilización humana. Se aprecia sobre todo el signo de la “debilidad omnipotente” del Dios cristiano, que se abajó y aniquiló para compartir los sufrimientos de los seres humanos.


El mártir de Ruan y los cristianos del Medio Oriente

En los días del primer sacerdote martirizado en Europa por auto-elegidos yihadistas, la mirada y el pensamiento de muchos van hacia el Medio Oriente, a las tierras en las que desde hace décadas los cristianos de antiguas Iglesias milenarias sufren los contragolpes de la patología islamista. El Patriarca caldeo Luis Rafael I Sako, Primado de la Iglesia más herida por las convulsiones del Medio Oriente en los últimos lustros, invita a los cristianos, tanto de Oriente como de Occidente, a no reducir todo a una competencia para ver quien asume la postura más indignada.

-Como Patriarca de una Iglesia de Oriente, ¿qué le parece el bárbaro asesinato del padre Hamel?

Es una horrible humillación para la humanidad entera, no solo para los cristianos. No tiene ninguna justificación plausible, es el síntoma de un delirio globalizado, que ya no necesita ni siquiera organizar demasiado sus estrategias. Hay franjas enteras de población con inestabilidad psicológica o afectiva, jóvenes llenos de un rencor mudo, que se enrolan en las agencias del terror mediante canales y dinámicas misteriosas. Ellos han perdido la lucha por el control del territorio, tratando de ganarla a nivel ideológico.

-¿Hay quienes echan gasolina al fuego y aprovechan para alimentar el resentimiento contra los migrantes o contra el Islam indistintamente?

En cuanto a la inmigración, sugerí hace tiempo que había que seguir con atención los flujos de personas que llegan a Europa, para evitar que los yihadistas se infiltraran en las multitudes que llegan, listos para atacar. Un trabajo que tocaba sobre todo a las redes de la inteligencia, y no fue hecho muy bien. Pero algunos de los nuevos terroristas son chicos que crecieron en Europa. Y entonces, el problema que indican estos casos es una política de integración fracasada. Problemas y procesos descuidados desde hace décadas. También muchos cristianos en Oriente, sobre todo los jóvenes, se encuentran confundidos y caen en procesos de extrañamiento cuando se mudan al Occidente. Se desarraigan, crecen en una situación de vacío. Parten de un contexto caracterizado por un fuerte espíritu comunitario y llegan al reino del individualismo, de la competición que margina a los que no logran prevalecer. También las Iglesias deben encontrar enfoques pastorales adecuados para estas situaciones.

-¿Qué demuestra a la Iglesia, el caso del padre Jacques?

En el padre Jacques, degollado frente al altar en donde celebraba la eucaristía, se ve de manera impactante la total configuración a Cristo. Como sucede con muchos mártires de la Iglesia, con el arzobispo Romero y también con los dos sacerdotes asesinados en 2010 en la Iglesia de Baghdad, durante la misa, en un ataque de Al Qaeda. Su sangre se ha mezclado con la sangre de Cristo.

-¿Qué sucede si se instrumentalizan casos como este para afirmar posturas relacionadas con las políticas migratorias o para tratar de criminalizar a los musulmanes?

Los que toman esta decisión profanan el martirio cristiano. Reducir todo a llamados e iniciativas para fomentar la indignación me parece una blasfemia sacrílega. Frente al martirio del padre Jacques y de todos los demás. Estos reniegan y ultrajan al padre Jacques más que los que inspiraron a sus asesinos.

-¿En qué sentido?

La victoria del martirio, como la que recibió el padre Jacques, no tiene fin. Es la victoria misma de Cristo, que vence en la fragilidad de los pobres hombres débiles e inermes, tal y como el anciano sacerdote francés. Fortalecidos y sin miedo, no por esfuerzo propio o por capacidad propia, sino porque el Espíritu los hace fuertes, para vivir y actualizar en su carne la misma pasión redentora de Cristo.

-Hay quienes dicen: “Ahora también el Occidente sabe qué es el martirio”…

Toda la historia de la Iglesia, por todas partes y en todas las épocas, está entretejida con el hilo rojo de la sangre de los mártires. Lo que sucede hoy, con los mártires de Francia que se unen a los mártires de Irak, de Siria y a los coptos asesinados en Libia, es solo un signo grande de lo que alimenta la comunión en la Iglesia de Cristo.

-¿Qué podemos hacer nosotros? ¿Publicar algún “post” en Facebook?

El padre Jacques y los demás son un signo que llama a todos a la conversión. Todos los cristianos, pero también los musulmanes y los demás. Y, para los cristianos, es un llamado a no tener miedo de confesar abiertamente la propia fe. Nadie se debe esconder. Nadie debe temer “perturbar” a los demás, si confiesa el nombre de Cristo. En Irak, a pesar de las dificultades, por gracia de Dios permanecemos firmes en nuestra fe.


Otros enlaces recomendados:

– El extrañamiento de las religiones. El fanatismo y la ignorancia se erradican con formación

La ola de atentados perpetrados por fundamentalistas islámicos estas últimas semanas en Europa ha sumido a muchas personas en un desconcierto total. Y, muy probablemente, también han sido muchas las que habrán tenido que hacer un enorme esfuerzo para evitar que el inmenso dolor provocado por semejante barbarie no degenerara en ira descontrolada.

Se pueden proponer diagnósticos y valoraciones que, sin acabar de sacarnos del estupor, merecen ser reseñados porque pueden ayudar no solo a comprender lo que está pasando, sino también porque nos ofrecen pistas para saber qué es lo que tendríamos que hacer para que esto no vuelva a suceder o, por lo menos, para que resulte más difícil. Expongo, concretamente, tres.

En primer lugar, el parecer de quienes, cargados de razones, han vuelto a recordar que estos atentados no vienen provocados por el choque de culturas o por una confrontación de religiones, sino, más bien, por los intereses de las potencias europeas en el Medio Oriente. O, de una manera más descarnada, pero, para nada, exagerada: por el fundamentalismo económico (leer aquí el artículo completo).

– Así era el sacerdote asesinado, Jacques Hamed, en Normandía

La funesta mano del ISIS está detrás de la degollación del sacerdote Jacques Hamel ocurrida este martes en la iglesia francesa de Saint Etienne du Rouvray que lleva el nombre de san Esteban, el primer mártir de la cristiandad.

14 agentes de pastoral han sido asesinados en 2016, según informó el blog de información vaticana ilsismografo.it. 7 sacerdotes, 5 religiosos y 2 agentes de Caritas fueron eliminados en (6) Asia, (3) América, (4) África y en (1) Europa, con el atentado de este martes.

“Voy a trabajar hasta mi último aliento”, le había dicho recientemente a un compañero sacerdote que le animaba a retirarse dada su avanzada edad. De hecho, el padre Jacques Hamed hizo su trabajo hasta que tomó su último aliento justo antes de que un extremista le cortara la garganta en medio de la misa.

Así, el padre Hamel es el primer sacerdote “mártir” en el Viejo Continente en los tiempos del terror fundamentalista de Daesh. Era un sacerdote de 84 años, auxiliar de la parroquia y que hace apenas ocho años había festejado sus bodas de oro sacerdotales. El padre Hamel llevaba varios años buscando mayor tranquilidad y por ello solicitó instalarse en la parroquia de Saint Etienne du Rouvray, una localidad rural de Normandía, al norte de Francia (leer aquí el artículo completo).

Fuentes:

Vatican Insider / Religión Digital / Revista Ecclesia

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