Papa Francisco se reúne con acólitas y acólitos en Roma
8.00 p m| 11 ago 15 (AGENCIAS/BV).- No encerrarse en el propio aislamiento, custodiando la fe “en un depósito subterráneo en el que nos retiramos en los momentos difíciles”, sino salir hacia el prójimo, “naturalmente misioneros”. Es la invitación que hizo el Papa Francisco en su primera audiencia pública después de la pausa de julio, a unos 9000 acólitas y acólitos, de veinte países que se encuentran en Roma en estos días para su peregrinaje anual.
Antes, tras un saludo, el Papa se había colocado el pañuelo de los jóvenes ministros. En sus palabras, en las que improvisó en algunos momentos, Francisco dio las gracias a acólitos y acólitas “por vuestra numerosa presencia, que ha eclipsado al sol romano de agosto”.
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El Papa Francisco abrió el curso 2015-16 con un multitudinario encuentro con 9000 acólitos procedentes de todo el mundo. En una abarrotada plaza de San Pedro, un Bergoglio visiblemente descansado repartió sonrisas y saludos a todos. Y a todas, porque al menos, entre los asistentes al altar sí está permitido el género femenino.
Los acólitos llegaron a la Plaza a medio día y esperaron al Papa bajo el sol, por lo que se refrescaban en la enorme fuente y con los chorros de agua que les arrojaban algunos empleados del Vaticano. “Agradezco su presencia tan numerosa, que ha desafiado el sol romano de agosto”, dijo el Papa al principio de su discurso.
Francisco comenzó la audiencia con un largo paseo a bordo del jeep blanco sin techo entre la multitud. Hizo que se subieran con él dos monaguillos, que aprovecharon para tomarse un selfie con él. El Papa después recibió el pañuelo blanco que le regaló un joven ucraniano. Los presentes provienen de Australia, Alemania, Francia, Portugal, Suiza, Hungría, Serbia e Italia. Después del saludo del obispo de Zrenjanin (Serbia), mons. Ladislav Nemet, presidente de la Unión Internacional de Monaguillos, el Papa presidió las Vísperas, del peregrinaje que desde el tres hasta el seis de agosto tiene como lema este año una frase del profeta Isaías: “Aquí estoy, ¡envíame!” (6, 8).
“También el profeta Isaías -dijo Papa Francisco- descubre esta verdad, a saber, que Dios purifica sus intenciones, perdona sus pecados, sana su corazón y lo hace idóneo para llevar a cabo una tarea importante, la de llevar al pueblo la palabra de Dios, convirtiéndose en un instrumento de la presencia y de la misericordia divina. Isaías descubre que, poniéndose confiadamente en manos del Señor, toda su vida se transformará”.
En la Biblia, “Isaías descubre con asombro que Dios es quien da el primer paso, no se olviden de esto, siempre es el primero en acercarse; se da cuenta de que la acción divina no se ve obstaculizada por sus imperfecciones, que únicamente la benevolencia divina es lo que le hace idóneo para la misión, transformándole en una persona totalmente nueva y, por tanto, capaz de responder a su llamada y decir: Aquí estoy, ¡envíame!”.
El Papa prosiguió dirigiéndose a los acólitos: “Ustedes, hoy, son más afortunados que el Profeta Isaías. En la Eucaristía y en los demás sacramentos experimentan la íntima cercanía de Jesús, la dulzura y la eficacia de su presencia. No encuentran a Jesús en un inalcanzable trono alto y elevado, sino en el pan y el vino eucarísticos, y su palabra no hace vibrar las paredes, sino las fibras del corazón. Al igual que Isaías, cada uno de vosotros descubre también que Dios, aunque en Jesús se hace cercano y se inclina sobre vosotros con amor, sigue siendo siempre inmensamente más grande y permanece más allá de nuestra capacidad de comprender su íntima esencia”.
Como Isaías, continuó Francisco, “también a nosotros se nos invita a no permanecer cerrados en nosotros mismos, custodiando nuestra fe en un depósito subterráneo en el que nos retiramos en los momentos difíciles. Estamos llamados más bien a compartir la alegría de reconocerse elegidos y salvados por la misericordia de Dios, a ser testigos de que la fe es capaz de dar un nuevo rumbo a nuestros pasos, que ella nos hace libres y fuertes para estar disponibles y aptos para la misión. Qué bello es descubrir que la fe nos hace salir de nosotros mismos, de nuestro aislamiento y que, precisamente rebosantes de la alegría de ser amigos de Cristo, el Señor, nos mueve hacia los demás, convirtiéndonos naturalmente en misioneros. Monaguillos y monaguillas misioneros, así los quiere Jesús”.
Después el Papa volvió a agradecer “por su disponibilidad de servir en el altar del Señor, haciendo de este servicio una cancha de educación en la fe y en el amor al prójimo. Gracias por haber iniciado también vosotros a responder al Señor como el profeta Isaías: Aquí estoy, ¡envíame!”. El discurso del Papa, pronunciado en italiano, fue traducido por varios intérpretes a las diferentes lenguas de los presentes.
Fuentes:
Vatican Insider / Rome Reports