Salvar almas (y no el dogma) es el corazón de la vida pastoral de la Iglesia

Salvar almas y no el dogma es el corazón de la pastorial de la Iglesia

11.00 p m| 26 mar 15 (AMERICA/BV).- El catolicismo está experimentando una transformación. Durante más de un milenio el dogma ha sido el núcleo duro de la vida de la Iglesia, lo que define quién está dentro y quién está fuera. Sus defensores lucharon por señalar el camino correcto para definir la fe cristiana; condenaron a sus oponentes y los persiguieron como herejes. En esta nueva era, el camino es buscar el bien de las almas. Con la evangelización como el objetivo, los límites son más porosos. La apertura a los disidentes y críticos, la bienvenida a los pecadores y la llegada a la gente en los márgenes de la sociedad se están convirtiendo en el patrón que define la vida católica. El desafío consiste en reapropiarse del corazón del Evangelio: “Porque este Hombre vino a buscar y salvar lo perdido” (Lucas 19:10).

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El abandono del dogma como el centro de la vida de la Iglesia y el giro hacia la atención pastoral tiene mucho que ver con el estilo personal de Francisco, pero la tendencia ya estaba en marcha desde los últimos años del pontificado de San Juan Pablo II.

San Juan Pablo, quien tomó algunas posturas doctrinales de línea dura, sin embargo, entendió muchas veces los pecados atroces, “comprometidos en el servicio de la verdad”, de la ortodoxia. Durante el Día del Perdón en el 2000, en compañía de la Curia Romana, le pidió perdón a Dios por esas ofensas. En su homilía, instó a “pedir perdón por las divisiones que se han producido entre los cristianos, por la violencia que algunos han utilizado en el servicio de la verdad y por las actitudes de desconfianza y hostilidad a veces tomadas hacia los seguidores de otras religiones”.

Juan Pablo también allanó el camino al disminuir el papel del dogma en la vida católica con su ecumenismo martirial. Desde finales de la Reforma tanto católicos como protestantes habían sostenido que la estricta doctrina, en lugar de una conducta corajuda, determinaba quien era un verdadero mártir. Pero San Juan Pablo se tomó el tiempo para rezar ante las tumbas de los mártires protestantes, e incluyó los protestantes asesinados o su fe entre los homenajeados en el Jubileo de los Mártires en el año 2000.

Los actos de Juan Pablo II afirmaron que el bautismo que une a católicos y protestantes pesa más en la vida cristiana que las doctrinas que históricamente les habían dividido. La virtud eclipsó la verdad. Al dejar atrás los errores del segundo milenio de la Iglesia, Juan Pablo II fue modelando, no un nuevo, sino un tipo diferente de cristianismo en el que pedir perdón y reconciliación son más importantes que estar en lo correcto.

Hace mil cuatrocientos años, el Papa Gregorio Magno ejemplificó este estilo de liderazgo episcopal y se refirió a él en su Regula pastoralis, “Regla Pastoral”, mejor conocido como “cura de almas (Cura animarum)”. Originalmente un manual para los obispos, el tratado de Gregorio rápidamente se convirtió en un estándar para los sacerdotes y directores espirituales.

Solo el bien para las almas. Al igual que Francisco hoy, Gregorio destacó el papel de los obispos como pastores en contraste con su condición de “nobles” de la Iglesia. Su principal preocupación debería ser el bien de las almas que se les encomienda. Al igual que Francisco en “La alegría del Evangelio”, Gregorio insistió en conocer todas las posibles condiciones de los fieles. El primer axioma de la práctica pastoral para Gregorio era que no hay una sola solución para todos los casos.

Cada caso tiene sus propias características únicas que el pastor debe tener en cuenta. “La eficaz acción pastoral requiere”, comenta el Papa emérito Benedicto XVI, “que [el obispo]… adapte sus palabras a la situación de cada persona”. De “las anotaciones agudas y precisas [de Gregorio]” sobre el carácter individual y peculiaridades del contexto, Benedicto resalta, “uno puede entender que él conocía realmente a sus fieles, y habló de todas las cosas con la gente de su tiempo y de su ciudad”.

El discernimiento, incluso para “el bien”. Al guiar las almas, el pastor debe ayudar a la gente a entender las tentaciones particulares de su condición y penetrar en las capas de autoengaño en las que el vicio se hace pasar por la virtud.

Aquí podríamos pensar en la evaluación de Francisco de las tentaciones de los agentes pastorales en “La alegría del Evangelio” y sus muchas exhortaciones contra un sacerdocio o episcopado con derechos a una vida privilegiada. “A través de la calidez, la paciencia, la escucha y asesoramiento”, escribe Thomas Oden resumiendo a Gregorio, “el pastor ayuda a su feligrés a superar su autoengaño” y crecer en la virtud.

Alentar el cambio de comportamiento. No debemos dejarnos engañar por ciertas tendencias de la teología pastoral y de orientación espiritual que parecen hacer que la vida espiritual empiece y termine con la introspección. El propósito del autoconocimiento es la reforma de la vida, el progreso en la virtud y el compromiso con el bien común. Los verdaderos pastores equilibran la sensibilidad de los cristianos en el cuidado -con atención- a la mejora en su conducta y el crecimiento de su compromiso social, sobre todo con los pobres.

La acción social, que tanto el Papa emérito Benedicto XVI y Francisco han enseñado, es un componente central de la evangelización. De acuerdo con “La alegría del Evangelio”, un comportamiento cristiano maduro hoy incluye la inclusión de los pobres en la sociedad, la promoción de la paz y el diálogo cívico, ecuménico e interreligioso. En un nivel superior de su madurez exige una transformación de los estilos de vida a una forma más simple y generosa.

Liderazgo humilde y considerado. Cristo es el modelo de liderazgo cristiano, tanto para Gregorio como para Francisco. Jesús mezclado con gente de todo tipo; buscó a los perdidos, y dio la bienvenida a los pecadores. Los obispos, sacerdotes y guías espirituales no deben alegrarse “por ser más [que las personas], sino hacerles bien”, escribió Gregorio. El Papa Benedicto siguiendo la línea de Gregorio también subraya la humildad como virtud clave en el liderazgo pastoral.

Estas cuatro directrices para el ministerio pastoral se aplican tanto a los obispos y ministros pastorales de hoy como lo hicieron en la época de Gregorio. Francisco ha sido modelo de este tipo de liderazgo de servicio. Sin embargo, deberá pasar todavía un tiempo para que los obispos vayan adoptando el rol pastoral como su identidad primaria, y lograr la transformación del episcopado.

El surgimiento pleno de una Iglesia pastoral no depende solo de los obispos, ni tampoco de los esfuerzos de Francisco de guiar al episcopado. También depende de las expectativas de todo el pueblo de Dios. Se debe aspirar a un crecimiento espiritual y abordar los desafíos en nombre del Evangelio. Las personas además deben exigir un comedido liderazgo espiritual y pastoral de sus obispos y sacerdotes.

En el hiato entre las dos sesiones del Sínodo sobre la Familia, una manera de empezar es demostrar el deseo del pueblo de un diálogo con los obispos sobre la pastoral familiar. En particular, tienen que expresar su deseo de atención a las aflicciones inexploradas sufridas por las familias más allá de los temas de divorcio, un nuevo matrimonio y el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Estas preocupaciones pastorales incluyen el crecimiento de la soltería entre los católicos adultos, la monoparentalidad, el retraso del matrimonio debido a la pobreza, la violencia y el abuso de los niños y las mujeres, la aparición de los hogares combinados, el cuidado a los divorciados y los hijos de padres divorciados, la familia multigeneracional y el cuidado de los ancianos enfermos, el impacto de la desigualdad en la fuerza de la familia, el crecimiento espiritual de las parejas y familias. Cuando los obispos y el sínodo atiendan estos temas, entonces sabremos que la Iglesia de hoy está avanzando por el camino de convertirse en una Iglesia pastoral.


Fuente:

America Magazine

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