Asamblea sinodal presenta el Mensaje final al Pueblo de Dios
Los encargados de presentar el texto en rueda de prensa fueron Giuseppe Betori, cardenal arzobispo de Florencia y presidente de la Comisión para el Mensaje final; Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila y vicepresidente de la Comisión; y Pierre-Marie Carré, arzobispo de Montpellier y secretario especial del Sínodo.
“No se trata de inventar nuevas estrategias, casi como si el Evangelio fuera un producto a poner en el mercado de las religiones, sino descubrir los modos mediante los cuales, ante el encuentro con Jesús, las personas se han acercado a Él y por Él se han sentido llamadas y adaptarlos a las condiciones de nuestro tiempo”, se lee en el Mensaje.
“La nueva evangelización se refiere, en primer lugar, a nosotros mismos” dice el mensaje respecto al rol de cada creyente y de la comunidad eclesial. “Para poder evangelizar el mundo, la Iglesia debe, ante todo, ponerse a la escucha de la Palabra. La invitación a evangelizar se traduce en una llamada a la conversión”.
La Iglesia no se siente atemorizada ante el mundo. Se trata de que “la secularización y la crisis del primado de la política y del Estado piden a la Iglesia repensar su propia presencia en la sociedad, sin renunciar a ella”. Así, hay una serie de espacios en los que la nueva evangelización ha de llevarse a cabo, y que son repasados en el Mensaje, que consta de 14 puntos. A continuación un fragmento del mensaje y al finalizar el texto está el vínculo al documento completo.
Familias, parejas que conviven y divorciados
El primero es la familia. Llama la atención en este punto que, además de las palabras habituales de agradecimiento y apoyo a la familia (“matrimonio de un hombre y una mujer que los hace una sola carne”), se cita a las “situaciones familiares y de convivencia en las que no se muestra la imagen de unidad y de amor para toda la vida que el Señor nos ha enseñado”.
A las parejas que conviven fuera del matrimonio y a los divorciados, la Asamblea sinodal les recuerda que “el amor de Dios no abandona a nadie, que la Iglesia los ama y es una casa acogedora con todos, que siguen siendo miembros de la Iglesia, aunque no pueden recibir la absolución sacramental ni la Eucaristía. Que las comunidades católicas estén abiertas a acompañar a cuantos viven estas situaciones y favorezcan caminos de conversión y de reconciliación”.
Señalan también de manera particular a la vida consagrada, “una vida que, precisamente porque está dedicada totalmente a él, en el ejercicio de la pobreza, la castidad y la obediencia, es el signo de un mundo futuro que relativiza cualquier bien de este mundo”.
Miran, a continuación, a la parroquia, que cumple una “función imprescindible”, a los sacerdotes, a los diáconos, los catequistas y a los laicos. Y especialmente a los jóvenes, “parte relevante del presente y del futuro de la humanidad y de la Iglesia”. “La mirada de los obispos hacia ellos es todo menos pesimista. Preocupada, sí, pero no pesimista”, dicen. “A los jóvenes les reconocemos un rol activo en la obra de la evangelización, sobre todo en su ambientes”.
Luego hay otra referencias a una “renovada alianza entre fe y razón”, la educación y la cultura, al mundo de la economía y el trabajo, el mundo de las comunicaciones sociales y los nuevos medios de comunicación, el diálogo con el mundo científico y con el arte, etc., así como una llamada al necesario diálogo con las otras religiones.
Peticiones a los políticos
“Un ámbito en el que la luz de Evangelio puede y debe iluminar los pasos de la humanidad es el de la vida política”, a la cual la Iglesia le pide “un compromiso de cuidado desinteresado y transparente por el bien común, desde el respeto total a la dignidad de la persona humana desde su concepción hasta su fin natural, de la familia fundada sobre el matrimonio de un hombre y una mujer, de la libertad educativa, en la promoción de la libertad religiosa, en la eliminación de las injusticias, las desigualdades, las discriminaciones, la violencia, el racismo, el hambre y la guerra. A los políticos cristianos que viven el precepto de la caridad se les pide un testimonio claro y transparente en el ejercicio de sus responsabilidades”.
Finaliza el Mensaje con dos expresiones de la vida de la fe de especial relevancia, la contemplación y el acompañamiento en la pobreza: “La presencia de los pobres en nuestras comunidades es misteriosamente potente: cambia a las personas más que un discurso, enseña fidelidad, hace entender la fragilidad de la vida, exige oración; en definitiva, conduce a Cristo”.
Otros vínculos de interés:
– Mensaje final de Asamblea Sinodal al Pueblo de Dios (Completo)
– Homilia del Papa Benedicto XVI en misa por clausura del Sínodo.
Extracto de artículo publicado en revista Vida Nueva.