La Universidad y la búsqueda de la verdad
La consideración de estas dos perspectivas nos permite desvelar la esencia de la Universidad en su vínculo con una suerte de “pastoral en la universidad” que, sobre todo en la realidad universitaria actual, es necesaria.
La formación de profesionales debe estar subordinada a la búsqueda de la verdad y, con ella, al ejercicio crítico y dialogal del hombre y la mujer. La formación de profesionales debe estar subordinada a la búsqueda de la verdad y, con ella, al ejercicio crítico y dialogal del hombre y la mujer.
Al hablar del peligro de que la Universidad se transforme solo en una institución proveedora de profesionales, el Dr. Jaime Lavados hablaba —haciendo una analogía con los nombres latinos de las patologías médicas— del nombre de un virus inoculado en ella y que él denominaba la “carreritis tubularis”. Explicaba que el joven que ingresa en la Universidad a estudiar una determinada profesión entra en el tubo —“como un tubo”, si tiene los recursos— y saldrá como un ejecutor en la maquinaria de un constructo económico, cultural y social en el que no le interesa entender su funcionamiento y las bases de su acción, sino su efectividad. Los MBA que ofrecen las facultades de economía de las instituciones más exitosas reforzarán la inversión en esa efectividad. Y por ello la razón, órgano espiritual reivindicado por distintos frentes “científicos” que estaban a la base de sus manuales, se transforma, en definitiva, en una razón instrumental, tal como la denunció Max Horkheimer.
La reivindicación de una razón que busca la verdad debe situarnos entonces en la realidad total, universal, tal como lo exige la institución de la que hablamos. Y por ello es necesario
un cultivo de la humanidad.
Si la Universidad es solo adoctrinamiento de profesiones encasilladas, es en ella donde se gesta la falta de responsabilidad social. Pues en una mirada que no contempla el todo de la realidad, la perspectiva parcial se monopoliza. En cambio, una institución que fortalece “una apertura al todo, a lo divino y a lo humano”, es un espacio dialogal, crítico y reflexivo; educa a un ciudadano para hacerlo corresponsable de la suerte de la sociedad toda. Por otra parte, cuando se tiene conciencia de que el pobre no tiene acceso a la misma educación, a la salud, se produce una aporía factual. Esa requiere una solución. Y no solo una verdad pragmática, sino una mirada integral, que tenga a la base también una búsqueda antropológica.
Precisamente, la interrelación entre la pregunta por el hombre y la del hombre en una situación concreta, problemática, social, es la que podría conducir al voluntario a una situación de involucrarse en el trabajo por la justicia social y el bien común. Sería la expresión de la caridad en la verdad, no de una caridad que provee al mendigo y acalla la conciencia, releyendo la advertencia de san Alberto Hurtado. La caridad en la verdad es una caridad “in re sociali” (CV, 5). Esa sería el paso hacia la formación del profesional con una visión integradora y conocedora de la realidad, y que las más de las veces, despierta y deriva hacia una vocación del servicio público.
Sería de desear que las Universidades, sobre todo las católicas, pudieran destacar por el diálogo comunitario, por la caridad en la verdad y por la formación crítica que estimula un verdadero servicio público a la sociedad. Si se jacta solo de sus facultades capacitadoras para la producción en el mundo privado, puede correr el riesgo de condenar nuevamente la indagación socrática y de volver a reducir el concepto originario de Universidad. Y de paso, considerar que la pastoral universitaria es solo un adoctrinamiento piadoso.
Imagen: Exterior de la Librería Pucp