La heroína asiática
Ha renunciado a mucho. A su libertad. A la cercanía de los suyos.
Tras ser puesta en libertad – una decisión tristemente revocable, pues la amenaza de una nueva reclusión está siempre en el horizonte-, aparecen datos sobre su vida en los medios. Y es, para nosotros, un testimonio vivo y bien encarnado de que es posible un amor que trabaja por la justicia; de que el ser humano tiene en sí semillas de grandeza; de que hay una dignidad irrenunciable que cuando asoma en algunas personas, nos lleva a comprender la plenitud que está al alcance del ser humano. Ante la entereza y la talla moral de una persona así, el poder injusto e inhumano de sus carceleros se muestra caduco. Ante la integridad de algunas personas, cuya memoria perdurará, la miseria de sus verdugos se muestra hueca. Ante el coraje de quien gasta su vida por los otros cualquier meta vital se engrandece.
A veces, cuando miramos al mundo, nos asaltan las imágenes de dolor, las tragedias, nos golpea lo injusto y nos irrita lo mezquino. Pues bien, es necesaria esa otra mirada emocionante, la que aprende a leer, en las vidas heroicas de hombres y mujeres excepcionales, una llamada para nuestras vidas y un canto de libertad.
Escrito por José María Rodríguez Olaizola, S.J.
Imagen: (AP photo) Aung San Suu Kyi.