Benedicto y Mateo Ricci con propuestas semejantes para la evangelización de China
Entre los siglos XVI y XVII asumió este desafío un misionero italiano, Mateo Ricci, de quien se cumple en el 2010 el cuarto centenario de su muerte, con muestras de arte, estudios, congresos, incluso en China donde él es considerado una gloria nacional. Está en curso también su proceso de beatificación.
Ricci, en el dialogar con los sectores cultos del Pekín de la época, adoptó una aproximación extraordinariamente semejante a la que hoy es propuesta por Benedicto XVI. Sabía bien que el Evangelio cristiano era una novedad absoluta, venida de Dios. Pero sabía también la razón humana tiene origen en un único Señor del Cielo, y es común a todos los colores que viven bajo el mismo cielo.
Él pues confiaba en que también los chinos pudieran acoger “las cosas de nuestra santa fe”, si estas se “confirmaban con tanta evidencia de razones”.
Su anuncio de la novedad cristiana fue pues gradual. Tomaba como punto de partida en los principios sapienciales del confucianismo, de los aspectos comunes que estos tenían con la visión cristiana de Dios y del mundo, para elevarse poco a poco a la novedad absoluta del Hijo de Dios hecho hombre en Jesús.
Mateo Ricci no obró igual con el budismo y el taoísmo, que sometió en cambio a severa crítica. Un poco como habían hecho antes de él los Padres de la Iglesia, muy críticos respecto de las religiones paganas pero en respetuoso diálogo con la sabiduría de los filósofos.
Sobre este aspecto genial de la obra misionera de Mateo Ricci un sucesor suyo en la misión ha escrito un libro importante: el padre Gianni Criveller, 49 años, del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras de Milán, desde hace veinte años activo en China, docente en el Holy Spirit Seminary College y en la Universidad China de Hong Kong y autor de numerosos ensayos.
Mateo Ricci actuó hace cuatro siglos, en la manera como el cristianismo puede afrontar hoy el desafío chino, con un método que es el mismo propuesto por el actual Papa.
Imagen : Cuadro pintado por el hermano chino Emmanuel Pereira (Yu Wen-hui) en 1610