EL DERRUMBE MENTAL DEL PARIS SAINT GERMAIN
UN ANÁLISIS NEUROCIENTÍFICO SOBRE LA EXCELENCIA EMOCIONAL
El partido entre Real Madrid y el Paris Saint Germain ayer 09-mar, en los octavos de final de la UEFA Champions League 2022, fue el ejemplo perfecto de que puede haber excelencia física, excelencia técnica, incluso excelencia institucional, pero si falta la excelencia emocional se puede -en 17 minutos- traer abajo el sueño de un país, de un club y de deportistas superestrellas que deseaban como nunca ser campeones de la UEFA.
De modo que es de sumo interés ahondar en ese campo, pues ambos equipos admitieron luego (a su modo), la importancia del tema. Pochettino, entrenador del PSG, reconocería: “A partir de ahí (el primer gol de Benzema) el estado emocional de todos ha cambiado y no lo hemos gestionado bien”. Por su parte, Karim Benzema diría: “Esta afición nos da una fuerza brutal que nos empuja. En el segundo tiempo con fuerza mental ganamos el partido”.
¿Por qué los grandes equipos de Europa parecen tratar a la excelencia emocional como la cenicienta de todas las excelencias? ¿Es la fortaleza mental un atributo de solo algunos privilegiados? ¿Se puede entrenar? ¿Se puede alcanzar la excelencia emocional tanto personal como grupal? Nos duele decirlo, pero la verdad es que ni los mejores equipos, empresas o gobiernos del planeta se preocupan por este asunto tan esencial, ni lo consideran indispensable para el éxito en su campo de acción humana. Ello es un gran error.
Por ahora, analicemos el partido.
Primero, el contexto. Paris Saint Germain es una suerte de club-estado que cuenta con todos los petrodólares cataríes que se puedan soñar, y con esa megabilletera puede darse el lujo de tener al tridente galáctico del momento: Messi, Mbappé y Neymar, solo por mencionar los 3 más caros. En los últimos años, toda su misión institucional está anudada a lograr ser (por primera vez) campeón de la Champions. Su liga local, la Ligue 1 ya les queda chica.
Real Madrid por su parte, tiene tradición copera y una historia de grandeza. No por nada tiene 13 orejonas champions en sus vitrinas. No ha estado en su mejor forma en las últimas semanas, pero tiene ese linaje de campeón europeo que pesa especialmente en sus rivales. Eso que le llaman intangible. En el partido de ida en París, un fantástico Mbappé, coqueteado todos estos meses por la directiva madridista para que firme por ellos, puso el 1-0 que les quitaba la mitad del boleto a cuartos de final. No había otra: ganar o ganar.
Así llegaban ambos a este partido en el Bernabéu, donde un empate le bastaba al PSG para pasar a la otra ronda.
En segundo lugar, los primeros sesenta minutos del partido. En el primer tiempo, el PSG gobernaba sin titubear. No era EL partido, pero la intensidad era alta. Cada minuto que pasaba, la presión subía para el RM. A los 38´, Mbappé hacía el gol que sumado al de París, le daba 2-0 en el global. Real Madrid necesitaba ahora dos goles para volver a soñar. Al marcar los 60´, la gloria estaba apenas a 30 minutos de distancia para el PSG, y en estadio rival.
Segundos después, llega el imposible error de Donnarumma, y abre una nueva etapa al partido. El primer gol de Benzema despertó al gigante dormido que era la hinchada blanca. Fue como una corriente eléctrica a la vena de cada jugador albo. Abierto el arco francés, los madridistas, cual depredadores, olieron sangre en la retaguardia azul. El PSG pudo dormir el balón por varios minutos. Incluso con el 1-1 seguían adelante. Hasta que a los 75´, un excelso Modric, chicaneado por esa inyección de adrenalina que emanaba de las tribunas, le permite a Benzema el segundo. Dos minutos después llegaba el tercero. El derrumbe emocional del PSG fue tan instantáneo como brutal.
Aquí cabe la pregunta de rigor: ¿qué hizo posible que en 17 minutos, un equipo de mega estrellas, acostumbrados a estas lides, se desplomara mentalmente, al punto de recibir tres goles de un francés, haciendo de esta derrota una ironía aún más cruel?
El error de Donnarumma abrió las compuertas del miedo, ese sentimiento tan humano, que te puede inundar en segundos, seas una megaestrella o miembro del equipo más caro del mundo. El miedo en este caso fue el terror a ser eliminados, pues ellos eran los depositarios de esa gigantesca expectativa. Ese miedo los atrapó tanto individual como colectivamente. Y en vez de saber reaccionar ante el error aislado, vino la quiebra mental colectiva. Ello fue como una detonación atómica, una reacción en cadena. El depredador se volvió de pronto, la presa.
Cuando en el cerebro, pasas súbitamente del sistema de recompensa al sistema de aversión al riesgo, sucede una suerte de bloqueo, confusión y desconcierto inicial. No se entiende lo que está pasando. Se percibe el peligro pero no se sabe qué reacción tomar: luchar, huir o paralizarse. El miedo tiene un efecto inmediato en el grupo: lo desintegra. En su mente, cada individuo ve su propia salvación. El engranaje y espíritu de equipo se disuelve. Si no hay una gestión emocional aprendida previa, simplemente no hay respuesta colectiva. ¿Cómo les afecta a los futbolistas? Los pases son inciertos, la molestia y la ira los embarga, las faltas se hacen más frecuentes, y el impulso y los movimientos se contraen.
Tal vez algún lector pueda pensar que la solución es que contraten a un coach o un psicólogo y asunto arreglado. Total, tienen dinero. No es tan simple. Hay un problema grande y estructural. Y se llama ego. En empresas como esta, el ego es la principal amenaza para realizar una gestión emocional profesional y eficiente. Y no me refiero a Messi o Neymar únicamente. Al propio Al-Khelaifi, le resultaría difícil aceptar que él es también parte del problema: lo evidenció cuando llegó Neymar el 2017 y ayer mismo al amenazar a un empleado del club rival. La necesidad de una gestión profesional de las emociones debe ser algo muy difícil de aceptar en el PSG.
Y mientras el miedo invadía a todo el PSG, crecía en forma directamente proporcional la motivación del Real Madrid. El primer gol de Benzema levantó a otro monstruo, la hinchada madridista, que del letargo inicial por lo que parecía una derrota inevitable, pasó a intuir que inyectando algo de ánimo a los suyos, podría venir el empate global. Y vaya que llegó. Y no sólo el segundo. Dos minutos después, llegaba el tercero, por un error atroz, está vez de Marquinhos.
Inversamente al sistema de aversión al riesgo, el sistema de recompensa se activa cuando se alcanza una meta o se satisface una necesidad. Incluso la sola posibilidad de satisfacción dispara la secreción de dopamina y adrenalina, y cada gol dispara oleadas de oxitocina y endorfinas. El cuerpo reacciona de inmediato: mayor atención y concentración, tu GPS corporal (sí, lo tenemos) se pone en modo automático, mente y capacidad motora son uno, desaparece el cansancio o el letargo. El deportista corre más, acierta mejor los pases, y su motivación está en su pico. En términos de supervivencia, estamos en modo depredador.
En resumen, las empresas, los gobiernos y hasta los grandes clubes de futbol no siempre valoran la importancia de la excelencia emocional como un objetivo esencial de sus equipos humanos. Y que la gestión de las emociones en forma profesional y planificada es una metodología necesaria para alcanzar el éxito y sus logros institucionales. Asimismo, el ego puede ser una enorme amenaza para aplicar la gestión emocional en las organizaciones, tanto porque las personas en posiciones importantes o exitosas se creen invencibles o superdotadas, como por el lamentable estigma social al concepto de salud mental. Finalmente, las neurociencias se desarrollan a pasos agigantados y nos proveen de la evidencia científica para desarrollar nuestra disciplina mental consciente y voluntariamente.
Lima, 10 de marzo de 2022.
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