NUESTROS MIEDOS… NEUROCIENCIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

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Son tiempos difíciles. Tiempos de Bicentenario en que el miedo es inevitable. Ahora hay miedo a la pandemia, miedo a estar sin ingresos y miedo a la política.

El miedo al Covid-19 es el miedo a la muerte, que la vemos más cerca que nunca llevándose familiares y amigos, y dejando tantos huérfanos.

El miedo a no tener ingresos es el miedo al hambre, a no proveer a los nuestros: es un miedo enorme porque como el primero refiere a nuestra existencia.

El miedo a la política es el miedo al futuro incierto, y que desde las dos esquinas se relata de la forma más brutal, a la vena: “vienen los comunistas” o “llega al poder una organización criminal”.

No son los únicos: hay miedo a que nos roben y hasta miedo a salir de casa. Es un cóctel explosivo contra nuestra salud mental.

El miedo tiene efectos directos en nuestro comportamiento aunque a nivel consciente creamos no tenerlo. Nuestro miedo también es rápidamente captado por nuestro entorno inmediato. De modo que a los niños y jóvenes, que aún no saben procesar esa emoción pero la perciben, les puede afectar más que a los adultos.

El miedo en nuestra especie opera igual que para cualquier otra: asegura nuestra supervivencia. El miedo es una reacción biológica frente a todo aquello que ponga en peligro nuestra vida o modo de vivir, y se expresa de tres maneras: huimos, luchamos o nos paralizamos.

El miedo es parte de nuestro kit neurológico de supervivencia. Activa la producción de cortisol y adrenalina y nos pone alertas para responder a la amenaza. En ese sentido, tiene un rol positivo de preservación para una situación de riesgo temporal, pasajero; luego el cuerpo y la mente vuelven a la normalidad.

¿Qué pasa cuando el miedo se prolonga? Sus efectos pueden ser devastadores y agotadores, tanto física como emocionalmente. Según cada personalidad, la reacción (huir, luchar o paralizarnos) será diferente en cada individuo, pero puede afectarnos en forma significativa.

Primero, puede gatillar depresión, impotencia, frustración, ira, violencia o alguna otra afectación a la personalidad. Segundo, nos impide pensar con calma y juicio, pues el miedo desactiva el control inhibitorio de los impulsos y emociones. Y tercero, nos hace muy vulnerables a todo mensaje que nos parezca confirmar nuestros temores y/o darnos una solución a ese miedo.

Segundo, ¿se puede enfrentar esos miedos? Absolutamente sí. El cerebro humano tiene un arsenal de herramientas. Y las Neurociencias pueden ilustrarnos cómo actuar.

Una primera herramienta que tenemos se llama sistema reticular activador, una parte en nuestro cerebro que se encarga de focalizar nuestra atención. Es decir, conscientemente podemos dirigir nuestra atención a pensar y hacer aquello que nos permita superar ese temor. Por mínimo que sea o que pienses que puedan ser sus efectos, enfócate en hacer algo para dejar atrás ese miedo.

Si por ejemplo quieres evitar el contagio del virus, enfócate en las medidas de protección personal que debes seguir tú y tu familia. Si quieres obtener ingresos, debes enfocarte en las decisiones y acciones que consideres te pueden proporcionar esos recursos vitales. Y si es la política, enfócate en definir cómo quisieras que sea la situación desde tu perspectiva y realiza alguna pequeña acción para lograrlo. Enfocar tu atención hacia un objetivo es una poderosa herramienta para superar el miedo.

Una segunda herramienta se llama función cognitiva superior. Y es que no basta enfocarse, se necesita dirigir nuestra atención a algo positivo. No busques o te alimentes del pensamiento anti, sino del pensamiento pro. Define tus pros y actúa en consecuencia. Recuerda que somos energía y materia. Nuestra energía personal puede ser más potente que el recipiente material que es nuestro cuerpo. Por tanto, enfocarnos hacia una acción positiva será una fuente de energía personal y social. ¿Qué parte del cerebro nos genera esa herramienta? La corteza prefrontal, con sus redes sinápticas encargadas de las funciones cognitivas de planificación y toma de decisiones.

La tercera herramienta es la oxitocina, un neurotransmisor encargado de la socialización. Se le llama también la hormona del apego. No basta enfocar tu atención hacia pensamientos positivos que puedas realizar. Necesitas además conectar tu propia energía con otras similares. Compartiendo con otros tus ideas y juntos llevarlas a cabo harás que cambie no solo tu mundo personal sino el mundo que hoy parece hundirse en el caos o la polarización extrema.

En resumen, ¿qué debemos hacer?

  1. Enfocar nuestra mente en acciones positivas.
  2. Únete con aquéllos que piensan como tú, no para atacar a otros, sino para hacer realidad lo que anhelas.
  3. Explica a los niños y jóvenes la situación. Jamás se te ocurra creer que ellos no se dan cuenta. Lo hacen pero no lo entienden. Es mejor que sea por tu propia versión.
  4. Respeta las opiniones ajenas pero tienes todo el derecho de ofrecer las tuyas: de expresarlas, no de imponerlas.
  5. Despierta tus energías latentes, visualiza tus fortalezas, replantea tu perspectiva de las cosas y encamina tu vida hacia metas trascendentes a partir de pequeños logros continuos.
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Vicente Sánchez Vásquez

Presidente del Instituto de Neurociencias para el Liderazgo. Abogado y Magister en Gerencia Pública.

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