LAS ACTAS DE LA PANDEMIA
Es martes 18 de febrero de 2020. Lugar: ciudad de Solna, Suecia. Treinta personas inician una reunión de dos días en la sede del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades – ECDC. Todos ellos integran su Consejo Técnico Asesor. No son sólo los vigilantes de la salud pública europea. Es de presumir que son los mejores especialistas europeos. El tema principal de la agenda: el coronavirus en Europa. Aún no saben que cinco días después de la reunión, el tema les estallará en la cara cuando Italia vea en el norte de su territorio iniciar la pesadilla. Todo lo que hablaron queda registrado. Esas actas se han conocido hace unas horas, luego de tres meses de esa reunión y 166 mil fallecidos después. Lo que consta allí es asombroso. Es cierto que es imposible predecir el futuro, pero precisamente no poder hacerlo es una de las claves de la inmensa vulnerabilidad humana.
Nadie la vio venir. Ninguno de los presentes hace constar la enorme transformación que está por venir. Ya había para ese martes la información sobre 45 casos de coronavirus. Un turista chino procedente de Wuhan había fallecido en París el viernes 14, su paciente cero. Pero la opinión general del grupo es que el riesgo para la población europea es “bajo”, y que el riesgo para el sistema sanitario es de “bajo a moderado”. De esa unanimidad destaca la posición crítica y tímida del representante alemán que atina a cuestionar la estrategia de contención señalando que “no ha funcionado porque las enfermedades no respetan fronteras”. Plantea dar un paso más sugiriendo “recomendaciones”, pero al parecer no es escuchado y él no insiste.
El criterio burocrático. La inclinación de todo colegiado público (así sea europeo) a la mentalidad burocrática queda confirmada una vez más cuando se debate sobre los requisitos para que una persona se haga las pruebas de detección del coronavirus. La primera es que el enfermo debía proceder de Wuhan. Para esto hay que decir que el virus ya se estaba expandiendo por Europa a toda velocidad, al parecer aún en la fase asintomática. Por tanto, exigir que una persona con síntomas tenía que proceder de Wuhan para hacerle la prueba se antoja una locura. Nadie o muy pocos caerían en el perfil. En segundo lugar, se niega hacer la prueba a los pacientes ingresados en las UCI con neumonías de origen desconocido. Solo el representante danés parece tener un momento de lucidez al decir que “es importante saber dónde y cuándo buscar el virus, (…) y en un caso de neumonía severa sería lógico buscar el virus”. Pero solo queda en un comentario más. Esos requisitos se flexibilizarían recién 6 días después el 25 de febrero. En tercer lugar, ante la información de que Japón, Vietnam y Singapur ya registraban transmisión comunitaria y por tanto se sugiere que los viajeros procedentes de esos países sean sometidos a las pruebas, se señala que eso sería insostenible.
El problema principal. En las semanas siguientes se verá en muchos países (no solo en Europa) el gran problema que originará la pandemia: el colapso de los hospitales por la enorme demanda de atención médica en períodos cortos de tiempo y de espacio. El representante de Holanda una sola vez dice que su país “puede tener problemas con la capacidad de camas en los hospitales y que la principal preocupación es adoptar medidas que retrasen o mitiguen la epidemia”. Comentario que no tiene correlato ni como conclusión ni como recomendación. También se logra tratar el tema de la disponibilidad de material y equipamiento sanitario, que luego será uno de los grandes cuellos de botella de la atención hospitalaria. Pero tampoco hay una posición proactiva común ni recomendación, pese a que varias intervenciones destacan las dificultades de contar con ese material.
Epílogo. Europa subestimó completamente el virus. No valoró su facilidad de transmisión ni el efecto de los viajes internacionales en su propagación. No lo vieron como una pandemia global. No faltaría a la verdad si dijera que sus mejores expertos en prevención de enfermedades verían, seguramente con asombro, que el lunes 24 de febrero (cinco días después de su reunión sueca), Italia decidía por el aislamiento extremo en las regiones de Lombardía, Véneto, Romaña, Piamonte y Lazio, para frenar la propagación del coronavirus. 50 mil personas iniciaban una cuarentena obligatoria. El resto de la historia aún la estamos contando en todo el planeta. Un lado positivo de este asunto es que las actas se han hecho públicas (permitirá sacar lecciones para el futuro), lo que no ha sucedido por ejemplo con China, reticente siempre a proporcionar información que perjudique la imagen de su gobierno. La transparencia y acceso a la información pública debe ser un principio universal de gobernanza que todo Estado asuma y aplique.