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Creo en Dios
dibujo… escribo… rezo… lloro su cuerpo…
el cuerpo es un lienzo silencioso,
un caligrama pentecostal,
una semiótica taciturna autonal
lágrimas de espinas.
El cuerpo… el cuerpo sangra,
sangra Dios
hemoglobina de rosas
frente dolorosa.
La espina se la dibujo,
la escribo en su frente
y ella sangra,
no el Señor,
corona moribunda.
Y la corona me llena de dolor
y Dios lo siente.
Y los dos lloramos por aquella rosa, aquella espina, aquella frente
de la frente, castigo mortal.
Coloco el clavo, la cruz y el sufrimiento,
y los escribo tres veces.
Dibujo… escribo… rezo… lloro su cuerpo…
Lloro.
Creo en Dios omnímodo
en el cuerpo que se desvanece,
y en el óleo que levita,
la letra escribe muerte, vida, sangre, ascención plumífera.
Creo en la palabra, la estructura verbal;
en la resurrección de los cuerpos, reproducciones terrenales o desmayos efímeros;
en el cuerpo artístico o el arte liberal;
creo en la gloriosa vida eterna humanitaria, el pan compasivo y el agua piadosa,
rezo… en su cuerpo…
cuerpo encarnado
me lleno de dolor
de espinas, de sangre
de estigmas
de cruces
de pan
de ascención divina
Señor.
Lovón Cueva, Marco. Credo. Lima: 17 febrero 2011.
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