He perdido una vez más el lejano paraíso, tan ascético lugar, la no-Tierra.
Sin lugar a dudas, el ojo desangra desabrido,
y el oído se retuerce en su calvario, enclaustrado.
Ojo y oído son sacrificios corpóreos
del beso pecaminoso hacia a la esfinge malévola-sensual-erótica,
aquella potencia destructora de mujer
que descaradamente se muestra seductora.
El erotismo recorre la sangre del hombre,
estrangula las cruces más puras;
nos envuelve en la melancolía más negra,
en la última llave hiena, cobarde, que nos condena.
La esfinge nos conjura
en su pelo de serpiente infernal
y nos amamanta con los más contorneados bustos
que nos hacen perder la conciencia,
el amor terrenal, la entrada al paraíso, el no-lugar.
Lovón Cueva, Marco. El beso de la esfinge. Lima: 8 marzo 2012.