Guillotina

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Muere el hijo que no nació de mis entrañas oscuras,
sino de aquellas plenas de debilidad, de una sordera que no conozco,
de la tísica madrugada del ayer, por la que Israel nunca pasó.

“Hambre” –gritan las locas sombras,
se atolondran por cada carne de aquel hijo que no siento, aquel corpúsculo de odio,
que recrea el banquete de la umbría catacumba.

Es verdad que la sangre marchita es la bebida de la penumbra sólida,
el consuelo placentero para los moribundos,
la manzana edénica que cae esporádicamente en el averno;
pero mi hijo –el más canalla– no dispone de este elixir.

¿Se puede parir un hijo sin linfa, sin semblante, sin forma? ¿Ser un hijo sin ser hijo?
–en el aniquilamiento carnívoro come primero el anciano; luego, las jugosas moscas.

Lovón Cueva, Marco. Guillotina. Lima: 3 marzo 2012. http://bit.ly/AuYoNT

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