MARIA LUISA DEL RIO
“Los jóvenes están reemplazando la felicidad por el éxito, y ocurre que el éxito solo está vinculado, en los últimos tiempos, con el consumo y el dinero”.
¿Qué siente usted cuando llegan las fiestas patrias y somos testigos de tantos desfiles escolares que parecen militares?
Yo recuerdo que en Argentina cantábamos para celebrar fechas importantes. Si bien la escuela debería invitarnos a reflexionar sobre cuánto hemos perdido y cuánto hemos ganado, qué nos toca hacer y cuánto hay que rectificar, en nuestros países eso se ha visto siempre perturbado por la facilidad con la que se contagian las cosas ilógicas.
¿Qué entiende por educación inclusiva? ¿Por qué fracasa tan a menudo?
Porque no hay gente preparada para eso. Esta obligación moral de atender también a los discapacitados apunta a una conciencia muy clara de que son también ciudadanos y tienen iguales derechos. Si en la formación de los docentes se hubieran incorporado disciplinas que permitan hacerse cargo de estas situaciones, la educación inclusiva mejoraría.
Hay un texto hermoso sobre su madre en su libro anterior “Mis trabajos y los días”.
Usted me lo pregunta justo hoy (lunes 6 de abril) en que voy a juntarme con mis hermanos a almorzar porque es el cumpleaños de mi madre.
¿Cómo era ella?
Tuvo una idea muy clara de que nos preparaba para ser mejores. Yo tengo una presencia viva de esta mujer que, cuando estábamos en el destierro, se preocupaba de llevarnos al teatro, a la ópera, al cine mudo, en la cazuela, porque ella sostenía que uno tenía que ser culto y que el destierro y la situación a la que este nos condenaba no tenían que marcarnos, que no teníamos que acobardarnos. Era una mujer extraordinaria.
Usted escribió alguna vez que a los niños hay que decirles cuánto se les ama, al oído, mientras duermen.
Eso lo aprendí cuando estudiaba medicina. Tuve un profesor que decía que hay que penetrar en el sueño de los niños porque lo que influye en un niño es la voz de sus padres, esa que ellos reconocen desde muy pequeños.
Aconseja, también, que aprendamos más sobre las plantas y las flores.
Creo que es un deber de las escuelas vincularnos por lo menos con las plantas y flores de nuestro entorno, y en general con todo lo ajeno a las gestas patrióticas, pero vinculado con la alimentación, la naturaleza, el paisaje, con todas esas cosas que también contribuyen a la identidad y a la conciencia que uno tiene de pertenecer a determinado territorio.
¿Cómo ve el Perú, en qué ha cambiado con los años?
Me satisface ver que la educación ha alcanzado a todas las clases sociales y eso lo he visto enseñando en la universidad, eso es un éxito. Al mismo tiempo, todavía tenemos un defecto, que es el miedo a la verdad. La media tinta sigue siendo un recurso, el miedo a la verdad anuncia que la educación no ha insistido lo suficiente en el valor de la duda, la gente suele abstenerse ante la duda y no advierte que esta es un primer indicio de que hay que seguir adelante.
¿Y en qué han cambiado los jóvenes?
Para mí han cambiado en algo que no los ayuda tanto: están reemplazando la felicidad por el éxito, y ocurre que el éxito solo está vinculado, en los últimos tiempos, con el consumo y el dinero. Eso no garantiza la felicidad. La escuela ha dejado de insistir en que se puede ser feliz, y eso obliga a la gente a pensar que la felicidad nos la dan, en vez de creer que uno la conquista, la trabaja y, porque la trabaja, la goza. La felicidad no nos la dan, y la escuela tiene que enseñar eso.
El Comercio