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Atraco

6 mayo, 2008 0 comments Artículo Otros cosas
No recuerda a este punto cómo es su verdadera silueta. La sombra que tiene delante le sugiere deformidad. Mira la de al lado, la sombra de su padre es un delgado extenso cono que concluye, en lo que parece, una cabeza de huevo diminuta. Se posa tras las dos sombras una nueva, más alta. Siente una frenada.

Una mano apunta contra la espalda del padre. Un largo susurro. ‘Dame todo tu real y no pasa nada chamo‘.

Siente el apretón de la mano de su padre. Envuelve la suya. Sabe que la causa reposa en la aparición del nuevo personaje. Alza la mirada. Un joven se concentra en el oído de su padre. En su mano derecha sostiene un colorete dorado, como el que usa su tía. Hace presión sobre la espalda de su padre. La otra mano, coge su hombro izquierdo. Llega hasta los ojos. Los detuvo en la mirada del muchacho. Desesperación y ferocidad. Antes había visto estos ojos, pero dónde.

‘No delante de mi hijo’. Dice el padre rompiendo el susurro. ‘No tengo nada de billete’, busca el primer objeto de valor rápidamente con la cabeza y concluye en su muñeca izquierda. Sin voltear al malandro, el padre desabrocha su reloj de pulsera y propone. ‘Te doy este reloj, sólo ándate’. El reloj se suspende en el aire, espera una respuesta.

Ahora la concentración del muchacho analiza detalladamente el reloj, no lo toca. Toma su tiempo, parece que la desesperación primera está desapareciendo. Da cuenta que el niño le persigue con los ojos. Un segundo, cruce de miradas. Por qué hace esto, por qué ese chamo es tan bromista con mi papá. Todo tiene un comienzo. ‘Hola’. Empieza el niño con una sonrisa.

Las cejas estiradas, los ojos abiertos de par en par. La sorpresa del ladrón ante la iniciativa del niño. El padre continúa inmóvil. El reloj, aún en el aire.

Otros segundos más de silencio. ‘Hola carajito‘. Al fin la respuesta. Despierta. Vuelve al reloj. Lo coge inmediatamente y procede a guardarlo en su bolsillo. Retrocede sin soltar el hombro de su papá. A una distancia corta, el correr.

El padre ya de vuelta, no logra ver el rostro del delincuente. Pierde de vista su rastro. No lo busca.

Siente las manos paternas que lo sostuvieron siempre, caer sobre sus hombros. Le sonríe. Su papá se agacha. A la misma altura, un abrazo extenso. Mira a su derecha, sólo existe una sombra, grande, ya como él.

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Tags: niño

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